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La gran lección que aprendió Brines de su padre naranjero: el respeto por su amor a la poesía

El escritor de 87 años se recupera de una dolencia y rememora la figura paterna, ajeno a la literatura, al recibir la Alta Distinción valenciana

Ferran Bono
Francisco Brines, este lunes en su casa de Oliva.
Francisco Brines, este lunes en su casa de Oliva.Monica Torres (EL PAÍS)

"Ese fue el gran aprendizaje que tuve en mi familia: que respetara un mundo que desconocía". Con un hilo de voz, vestido con un elegante traje, recuperado de sus dolencias que la mantenían en cama, Francisco Brines, de 87 años, evocó esta mañana la figura paterna al recibir la Alta Distinción de la Generalitat valenciana. Para su padre, "un hombre de acción, exportador de naranjas, comerciante", el mundo de la literatura por el que se interesaba su hijo ya desde niño y sobre todo a partir de los 14 años, era "invisible" a sus ojos. Y sin embargo, le respetó. "Nunca, nunca se opuso de ninguna manera. No lo he olvidado", dijo el que se convirtió en uno de los poetas en castellano más prestigiosos de la segunda mitad del siglo XX. 

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Por eso, desde la terraza de la casa familiar de Oliva rodeada de naranjos, desde la que se divisa a lo lejos el mar y el perfil del macizo del Montgó, Brines instó a todos los presentes a que respeten "lo que quieran ser los demás", sean sus "hijos o los hijos de los amigos". El académico valenciano de la RAE reivindicó el afecto como el mejor regalo.

Su último regalo ha sido convertir su masía de Elca, donde transcurrió su infancia, en la sede de la fundación Francisco Brines, que otorgará dos premios de poesía en valenciano y castellano en colaboración con la Generalitat. El poeta ha instalado en Elca, donde se retiró tras vivir en Madrid, su espléndida biblioteca de 30.000 volúmenes.

El autor de El otoño de las rosas (Premio Nacional de Literatura de 1986) no pudo asistir al acto del 9 d'Octubre de la Generalitat ni escuchar ocho días después el recital poético con el que su fundación dio sus primeros pasos. Apenas podía salir de su habitación. Este lunes, con aspecto delicado, pero con buen humor y ganas de hablar, aunque fuera a través de susurros, recibió de manos del presidente de la Generalitat, Ximo Puig, la distinción del que toda la vida ha sido un aficionado al Valencia CF.  Ya en la penumbra del interior de Elca, expresaba a este periódico "la rabia" que le producía pensar en el gol del empate que le metió el Real Madrid el pasado domingo en el minuto 94. "Ya no puedo ver el fútbol como antes", comentó.

"Lo importante es la poesía, sea como sea", reiteró, junto a su amigo y escritor Fernando Delgado, que asistió al acto en compañía de numerosas autoridades. No faltó quien pidió (como el alcalde de Oliva, David González) la concesión al poeta del pueblo de una vez del Premio Cervantes, que este año ha recaído en el catalán Joan Margarit, a quien Brines dijo valorar.

Ante los periodistas, el poeta, el último representante de la generación de los 50, definió la poesía como un "don maravilloso" y aseguró que en la actualidad ve "poesía buena, muy buena, corriente y también poesía interesante", pero considera que "no deja de ser extraordinaria la necesidad de escribir poesía, excelente o mediocre" para transformar la vida en palabras.

A pesar de que Elca ha sido fuente de inspiración a lo largo de toda su obra, aunque apenas la nombrase -"no quería ser pesado", apostilló-, señaló que tampoco tiene "nada de especial". "Lo especial", añadió, "es la existencia, el ser, pero todos en cualquier sitio que nazcan aman la tierra en la que han nacido". "Porque es todo un milagro, es asombroso, es como el milagro del amor. Todo el mundo lo tiene, pero no es vulgar". "Amar y ser amado es lo máximo que podemos desear y, si lo has vivido, da gracias a Dios porque puedes no haberlo vivido", manifestó con un hilo de voz cogido a uno de sus bastones.

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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