Un rato con Ferlosio
Demetria Chamorro, la viuda del escritor, deposita en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes una lupa y una libreta del autor de 'El Jarama'
Una lupa y una libreta. Rafael Sánchez Ferlosio nació el 4 de diciembre de 1927 en Roma, y el pasado miércoles, otro 4 de diciembre, su viuda Demetria Chamorro entregó una lupa y una libreta para que se guardaran en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes, concretamente en la número 1176 de la cámara acorazada que se encuentra en el edifico de la institución de la calle Alcalá, en Madrid. La lupa le sirvió a Ferlosio cuando la vista le empezó a jugar trastadas y le impedía ocuparse de las dos tareas que dieron sentido a su existencia, leer y escribir, y lo ayudó hasta el último momento de su vida. La libreta recoge uno de los proyectos en los que andaba, el de ir colgando textos a partir de las letras del abecedario. Solo había adelantado el de algunas de ellas, como la que empezó a propósito de la palabra noche, que según una información de Efe era por la que estaba abierta la libreta el día de la entrega: “La noche es huera y hueca y vacua y vana, noche vacía, buena consejera, la buena consejera, sola, callada, descampada y santa”, escribió ahí.
Demetria Chamarro contó que aquel acto le habría horrorizado a Ferlosio, que no entendía que pudieran reconocer y celebrar una obra que tenía entre sus piezas más conocidas "una novela malísima", como El Jarama, y las “bellas páginas” de Alfanhuí. También explicó que, además de esa lupa y esa libreta que depositaba en la caja del Instituto siguiendo una costumbre en la que han participado buena parte de los autores galardonados con el premio Cervantes, y que Ferlosio no pudo realizar en vida, había entregado a la Biblioteca Nacional el legado del escritor para que estuviera disponible en todo momento para quien se interesara por su obra.
Un lobo y un giboso. Cerrada la caja 1176 con la lupa y la libreta del escritor, el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, abrió un pequeño acto que permitió volver a pasar un rato con Ferlosio, que murió el 1 de abril de este año, y disfrutar una vez más de su escritura. Miguel Aguilar, director editorial de Taurus y Debate —donde han aparecido sus ensayos completos—, abrió fuego leyendo el retrato que hace de sí mismo en las solapas de sus libros —“Habiéndolo emprendido todo por su sola afición, libre interés o propia y espontánea curiosidad, no se tiene a sí mismo por profesional de nada”— y pasó la palabra a, entre otros, Gabriela Ybarra (que leyó un fragmento del Alfanhuí), Tomás Pollán (eligió El reincidente), José Luis Pardo (Descubrimiento del ‘‘carácter’’), García Montero (un fragmento de El Jarama y otro sobre educación), Miguel Ángel Aguilar (La hipótesis del Belgrano) y Alejandro Pradera (fragmentos de Mientras los dioses no cambien, nada ha cambiado). Cerró Demetria Chamorro leyendo algunos de sus deslumbrantes pecios.
Diciembre de 2019, y ahí en Madrid, de pronto se pudo ver de la mano de Ferlosio a un viejo lobo, “desdentado, cano, despeluchado, desmedrado, enfermo, cansado un día de vivir y de hambrear”, que ve llegada la hora de reclinar la cabeza e inicia ese largo trayecto que ha de llevarlo a la Cumbre Eterna. Pero también por el Instituto Cervantes apareció otro personaje que Ferlosio conoció cuando tenía seis o siete años y su abuela paterna lo llevó a visitar a unos frailes capuchinos. “Mira, Rafaelito: ahora, cuando llamemos a la campanilla, va a salir a abrirnos un hermano que es giboso, ¡cómo se te ocurra decirle una palabra, ya vas a ver tú!”. Ni sabía aquel niño lo era un “hermano” ni entendía que podía ser eso de “giboso”, pero de pronto se encontró frente a él a un hombrecito de su propia estatura “con una larga barba cenicienta y en hábito talar”. “Y tú, ¿cómo eres tan pequeñito?”, le preguntó Rafaelito, “¿cómo has conseguido ser un ser tan prodigioso?”. Así que ese ser prodigioso regresó el miércoles a Madrid a través de una escritura prodigiosa, y toda la enorme ternura de Ferlosio, y el pulcro detallismo de su prosa, devolvió durante un rato a los que allí se encontraban esa extraña alegría que se produce al volver a descubrir el mundo a través de una mirada limpia, una lucidez extrema y una curiosidad inagotable.
Babelia
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