La fecunda memoria de Jorge Semprún
Un congreso académico en Madrid aborda la figura del intelectual y político
A su regreso a España en los ochenta, ya como ministro de Cultura, en un sorprendente giro de los muchos que marcaron su atribulada e intensa vida, Jorge Semprún (Madrid, 1923-París, 2011) frecuentó las conferencias y ciclos de la Residencia de Estudiantes y en ese mismo salón se evocó ayer su figura. Una mesa redonda con una marcada perspectiva personal clausuró el coloquio académico Jorge Semprún. Historia y Memoria del siglo XX,organizado por la profesora Scheherezade Pinilla Cañadas de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.
Ha sido el primer coloquio científico en torno a la figura de Semprún que se ha celebrado en su ciudad natal. Si en las sesiones de la mañana se abordó el papel que la experiencia en el campo de concentración de Buchenwald (Alemania) tuvo en la obra del autor de La escritura o la vida, o se debatió sobre el lugar que ocupa en el canon español un escritor que prefirió publicar la mayor parte de sus libros en francés, en la mesa redonda que clausuró la jornada, estas mismas cuestiones cobraron un tinte íntimo.
Su nieto Thomas Landman recordó la primera visita en 1989 de Semprún al campo donde estuvo detenido: “Fue como si mi abuelo regresara a su casa, como un niño señalaba donde estaban el campo pequeño o las letrinas”. Por su parte, Carmen Claudín regresó a su infancia al recordar como Semprún fue la primera persona que vio al llegar a París con su madre y hermana para reunirse con su padre, el dirigente comunista Fernando Claudín. “La gente para mí se dividía en dos grupos: los demás que podían ser buenos o malos, amigos o no; y los camaradas”, contó. “Cuando mi padre me dijo ‘nos han expulsado del partido a mí y a Jorge’, me tranquilizó que Jorge, George para mí, también saliera, porque él era mi preferido”.
Claudio Aranzadi, que coincidió con Semprún en el gabinete de ministros de Felipe González de 1988 — “Jorge bromeaba que él, Solchaga y yo éramos los bukharinistas”—, analizó la definición que el propio Semprún dio siempre de sí mismo: un rojo español. “Es algo que aclara y complica las cosas. ¿Era el mismo el detenido en Buchenwald que quien emprende el trayecto a la socialdemocracia?”. El escrito y diplomático José María Ridao planteaba, a modo de conclusión, que Semprún es una de las figuras europeas que nos interpelan: “Nos obligan a escoger qué preferimos, si la etapa final o el itinerario que les llevó hasta allí. Yo prefiero el itinerario”.
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