Doblaje
Privar de su voz a los actores y a las actrices supone un atropello feroz contra su arte, su personalidad, su entonación, su veracidad, su trabajo
Durante muchos años comentando cine en la radio, ofreciendo opiniones disparatadas o lúcidas, frívolas o penetrantes, equivocadas o acertadas, pero en cualquier caso siempre mías, sin preocuparme de modas o de lo que conviene decir, sentía algo entre el sarpullido y el estupor cuando, después de ofrecer mi juicio sobre las películas, emitían un corte de sonido de alguna de sus secuencias. Doblado al castellano, por supuesto. Y lograba sonrojarme. Inmediatamente, aclaraba a los oyentes que aquello no tenía nada que ver con la valoración que había hecho antes sobre esa película. Sonaba a falso, afectado, rutinario, cursi, mecánico, chirriante, teatral en el peor sentido.
Privar de su voz a los actores y a las actrices supone un atropello feroz contra su arte, su personalidad, su entonación, su veracidad, su trabajo. También transforma la película en otra cosa, siempre peor. Bueno, no siempre. Si el producto es infame, casi me da igual escucharla en versión original que doblada.
Un amigo ancestral me recuerda que nos enamoramos del cine cuando este solo se podía escuchar en español, que las salas de arte y ensayo (sé de la ampulosidad y la vacuidad del término) no se abrieron en este país hasta finales de los sesenta, que vimos dobladas El apartamento, El buscavidas, Eva al desnudo, Casablanca, Perdición, Historias de Filadelfia, El hombre tranquilo, El hombre que mató a Liberty Valance... y nos enamoraron.
Quiero pensar que antes, el doblaje, siendo algo antinatural y un fraude, estaba más cuidado, podía desprender cierta veracidad. El actual es horroroso. Intenten escuchar en castellano series magistrales como The Wire y Los Soprano. No darán crédito a lo que oyen.
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