_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Abyección

Cada vez que entrevistaban a Juan Carlos Quer me impresionaba en esa persona desolada el tono de voz, la necesidad de justicia

Carlos Boyero
Juan Carlos Quer, saliendo de los juzgados de Majadahonda el pasado miércoles.
Juan Carlos Quer, saliendo de los juzgados de Majadahonda el pasado miércoles. Jesus Briones (GTRES)

"En todas partes he visto océanos de tristeza”, aseguraba Antonio Machado. Sabía mucho del tema. Vio morir a su esposa, Leonor, aquel milagro que le regaló la primavera. Huye de España, pobre, acosado y roto. La palma en Colliure y su madre le acompaña al otro barrio tres días después. Ese interminable mar de tristeza, de depresión a perpetuidad, era lo que mostraba el rostro, la mirada, la expresión de Juan Carlos Quer al constatar que su hija adolescente, desaparecida durante año y medio, fue secuestrada, violada, torturada, exterminada por alguien que otorga señas de identidad al mal en estado puro.

Más información
Cosa Nostra
Pablo Ibar

Cada vez que le entrevistaban me impresionaba en esa persona desolada el tono de voz, la necesidad de justicia, el lenguaje tan pausado como entendible, la determinación, la resignada pena, el coraje que demostraba exigiendo la cadena perpetua (lo de prisión permanente revisable me suena a eufemismo), una supervivencia imagino que atroz después de que haya ocurrido lo peor en tu existencia. Su templanza me creaba desasosiego.

Y se supone que hay un vínculo sagrado entre los que han compartido esa tragedia. Por ello, resulta espeluznante oír que su exmujer le acusa de golpearla e intentar atropellarla con su coche. También de ser el culpable de la muerte de la hija y de creerse el rey del universo. Es la novena denuncia que le pone. Ocho han sido sobreseídas. Por esta le detienen. La hija que les queda llama mentirosa a la madre. Alguien está utilizando la calumnia. Si Diana Quer resucitara y viviera la ignominia que está ocurriendo entre el padre que la engendró y la madre que la parió es probable que quisiera volver a morirse. Hay algo turbio, tenebroso, en la siniestra batalla entre dos personas machacadas, cuyo infierno provocaba una inmensa piedad.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_