Una cornada y un par de sainetes
Calerito sufrió una grave herida en la axila izquierda que le infirió el novillo más deslucido
Lo único que faltaba era una cornada, y llegó. La sufrió el torero más entonado de la tarde, Calerito, y se la infirió el novillo más deslucido de la tarde el quinto, el de mayor presencia y pitones astifinos, y el de más aspereza. En las postrimerías de una arriesgada y valiente labor con la muleta, el toro enganchó al torero por la axila izquierda, lo zarandeó y lo hirió gravemente.
El sainete llegó instantes después, cuando su compañero Rafael González tomó la espada y la muleta para matar el novillo del herido. El animal acudía al engaño con la cara por las nubes, y González tomó precauciones excesivas, impropias de un novillero valeroso y en un lugar tan sagrado como la Maestranza. Afortunadamente, el animal se echó antes de lo que parecía un descalabro inminente.
La verdad es que los birriosos novillos de Villamarta dieron al traste con el festejo inaugural de la feria de San Miguel. Nunca debieron pisar esos animales un ruedo tan prestigioso, -sainete segundo-, por escasa presencia, su mansedumbre, su falta de casta y fortaleza, y su ausencia de entrega y celo. Y menos en tarde de triunfadores, pues los tres novilleros, González, Calerito y Grande acudieron por haber sido, a juicio de la empresa, los más destacados del año. Pues si es así ya podrían haberlos anunciados con una ganadería de más garantías, brava y encastada se quiere decir, y no al moderno modo de tonta y ennoblecida.
Total, que la primera parte de la novillada fue un espectáculo insufrible. El novillo que abrió plaza huyó de su sombra desde que apareció por chiqueros,; el segundo no tuvo duración alguna en sus sosas embestidas, y el tercero era, además, un inválido. Los tres novilleros fueron, no obstante, ovacionados porque derrocharon tenacidad y constancia, y robaron muletazos a unos oponentes que no les ofrecieron las mínimas posibilidades de triunfo.
VILLAMARTA/GONZÁLEZ, CALERITO, GRANDE
Novillos de Villamarta, chicos, muy mansos, blandos, sosos y descastados; quinto -el de más presencia-, y sexto, deslucidos.
Rafael González: estocada (ovación); estocada _aviso_ (petición y vuelta); seis pinchazos _aviso_ y pinchazo (silencio) en el que mató por Calerito.
Juan P. García Calerito: estocada tendida (ovación); fue herido por el quinto.
Antonio Grande: estocada (ovación); pinchazo y estocada baja (palmas de despedida).
Parte médico: Calerito fue atendido de una herida en la región axilobraquial izquierda que afecta al músculo bíceps braquial sin afectar. Pronóstico grave.
Plaza de la Maestranza. 27 de septiembre. Novillada de la Feria de San Miguel. Media entrada. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Andrés Luque Gado, un subalterno histórico, recientemente fallecido.
Rafael González obligó a embestir al cobarde primero y alcanzó algún muletazo templado; del mismo tenor fue la actuación de Calerito, quien dibujó alguna verónica estimable y una tanda de derechazos muy jaleados por su buena colocación. Y Grande jugó bien los brazos en el manejo del capote, pero la invalidez manifiesta de su novillo no le permitió lucimiento alguno.
Pareció cambiar el panorama en el cuarto, otro manso en el caballo, como los demás, pero nobilísimo en el tercio final, lo que aprovechó González para hilvanar un par de tandas con la mano derecha que enardecieron a un público generoso y deseoso de alegrías. El asunto no pasó a mayores porque el novillo acudía al engaño con aires de borrego, la faena fue muy larga, y el cuadro resultante carecía de emoción a pesar del empeño algo tosco del torero. Le pidieron la oreja, -la impresión es que había mayoría de pañuelos-, pero el presidente dijo que no, y tenía razón en que no hubo materia para trofeo.
El novillo de más presencia fue el quinto, y también el de más genio y menos bondad. No se lo puso fácil a Calerito, muy valiente y decidido durante toda la faena. Lo recibió de rodillas en los medios con una larga cambiada y a punto estuvo de salir trompicado. Pronto mostró el animal su mal carácter, muy bronco en sus embestidas, aunque el novillero no le perdió la cara. Después, llegó la cornada y el fastidio fue total.
Cerró la sesión Antonio Grande ante otro novillo insulso y complicado. Se le vio, quizá, un poco desbordado, y empeñado -también apuntó el mismo defecto en su primero- en torear muy despegado y al hilo del pitón.
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