Triunfo incontestable de Luis David
El mexicano cortó dos orejas a una corrida encastada de Garcigrande en la que fracasaron Ponce y El Juli
Domingo Hernández / Ponce, El Juli, Luis David
Cinco toros de Domingo Hernández -el segundo, devuelto-, y dos -el primero y el sobrero- de Garcigrande, correctamente presentados, mansos, nobles y encastados.
Enrique Ponce: estocada caída, dos descabellos -aviso- y un descabello (ovación); -aviso- pinchazo hondo -2º aviso- y cuatro descabellos (ovación).
El Juli: pinchazo, casi entera y dos descabellos (silencio); estocada trasera -aviso- (oreja).
Luis David: casi entera caída en la suerte de recibir (oreja); gran estocada en la suerte de recibir (oreja y fuerte petición de la segunda).
Plaza de Bilbao. 22 de agosto. Sexta corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Solo la intransigencia del presidente impidió que Luis David saliera a hombros por la puerta grande de Bilbao. Le negó muy injustamente la segunda oreja del sexto toro, al que mató de manera impecable con una gran estocada en la suerte de recibir, muleteó con templanza y hondura, como nunca antes lo había hecho este toreo, se lució en un vistoso quite por zapopinas y lo recibió a la verónica tras una larga cambiada de rodillas en el tercio. Una actuación sencillamente extraordinaria de un torero que llegó a esta corrida como convidado de piedra (sustituyó a Pablo Aguado y su designación fue ampliamente criticada) y se ha erigido por méritos propios en el gran triunfador, hasta el momento, de las Corridas Generales: cuatro orejas en dos tardes.
La verdad es que la corrida estaba diseñada para las dos figuras del cartel. Y lo esperado era que Ponce y El Juli reeditaran sus triunfos en esta plaza y contentaran de tal modo al público que cubrió en sus tres cuartas partes los tendidos, la mejor entrada del ciclo.
Para ello, eligieron una ganadería a modo, Garcigrande, que ambos conocen bien y con la que han alcanzado tardes de gloria. Pero, lo que son las cosas: el triunfo soñado estuvo a punto de convertirse en una auténtica debacle, en un fracaso sin precedentes, que no lo es menos por la oreja que El Juli paseó del quinto de la tarde.
¿Qué pasó? Pues que los toros de Garcigrande no salieron tan almibarados como en otras ocasiones; por el contrario, aunque todos mansearon en los caballos, desbordaron casta y movilidad en el tercio final, y ambas cualidades desconcertaron a las figuras. En otras palabras, que en cuanto aparece la exigencia se ven las goteras de la comodidad.
Cómo sería el asunto que Ponce estuvo a punto de escuchar los tres avisos en el cuarto (se salvó por la campana y la generosidad presidencial). Parece que perdió la noción del tiempo y no escuchó el primer aviso, pero lo que perdió, de verdad, fueron los papeles ante un toro que no dejó de embestir en una faena interminable, inconexa, irregular y desordenada. Cuando sonó el primer recado, Ponce iniciaba la décima tanda; aún continuó por circulares y poncinas, y el toro cayó tras un pinchazo hondo y cuatro descabellos cuando el reloj, que no el palco, hacía segundos que había decretado la devolución de la res.
Gris, desconocido, impotente… Una actuación muy deficiente e impropia de su reconocida categoría.
También se vio superado por la casta de su primero, otro toro incansable en la persecución del engaño. Otra vez, desplegó un toreo despegado, superficial y desordenado que no interesó a casi nadie.
El Juli se contagió de la modorra de su compañero y también notó que sus toros no eran los nobles tontos a los que está acostumbrado. A partir de ahí, toda su labor fue deslavazada, insípida, de intentos vanos y baldíos, y de algún muletazo largo en un vendaval de mantazos superficiales. Y todo ello con una nueva lección de tauromaquia al hilo del pitón, despegado en toda circunstancia y anodino.
No se entendió con el segundo y alargó su muy sosa labor ante el quinto, encastado y dificultoso también. Ambos toros, como en el caso de Ponce, destacaron sobremanera sobre el torero. La oreja que le concedieron no responde en modo alguno a un justo merecimiento.
Triunfó de verdad Luis David, de quien menos se esperaba, y que se estrenaba en su carrera con estos toros bonancibles reservados en exclusiva para las figuras. Muy responsabilizado toda la tarde, a sus dos toros los recibió de rodillas en el tercio y verónicas templadas y participó en quites, por gaoneras en el tercero y zapopinas en el sexto.
Noble y con clase fue su primero, ante el que se le notó el esfuerzo para olvidar su condición bullanguera del toreo para hacerlo con más templanza y hondura. Lo consiguió solo a veces, pero no desmereció en conjunto de la calidad de su oponente.
La traca final llegó en el sexto, un animal blando, protestado en los primeros tercios, con poco celo, pero el más noble y templado del encierro. Luis David lo muleteó con mucho gusto y largura, especialmente en varias tandas de hermosos naturales, y lo mató de manera magistral. La plaza, de forma unánime, pidió las dos orejas, pero el presidente prefirió errar. Lo que son las cosas…
La corrida del viernes
Toros de Jandilla, para Diego Urdiales, Cayetano y Paco Ureña.
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