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El Festival de Teatro de Olite se reinventa

El certamen se abre a espectáculos más contemporáneos para distinguirse en una época en la que priman los clásicos

Representación de 'Erritu', de la compañía Kukai Dantza, en Olite.
Representación de 'Erritu', de la compañía Kukai Dantza, en Olite.

Olite, una bella y pequeña población Navarra, es conocida hace años por su festival veraniego de teatro, aunque este nunca ha pasado a formar parte de los primeros espadas de la oferta cultural estival. Pero desde hace dos años el certamen cuenta con una nueva dirección obtenida por concurso público, la de Luis Jiménez, hombre bien conocido en el mundo del teatro, sobre todo por ser el creador y casi único mantenedor del Festival Don Quijote de París. Él parece dispuesto a reinventar el Festival de Olite, abriéndolo a novedosas propuestas del mundo de las artes escénicas, sin renunciar a esa oferta consolidada, e incluso clásica, que un sector de los espectadores busca entre la oferta cultural vacacional, al tiempo que abre puertas a propuestas de grupos y creadores de Navarra.

Cierto es que, en lo que a festivales de verano se refiere, está todo inventado. Y que los que se especializan en teatro se han ido inclinando con los años por montajes basados en textos clásicos, especialmente del Siglo de Oro y periodo barroco, que siempre son los más ampliamente aceptados, y de unas décadas a esta parte especialmente prestigiados.

Ello implica que las programaciones y los espectáculos se repitan, de una ciudad a otra, de un escenario a otro, y sólo festivales ya muy consolidados y con más recursos, como el de Almagro, o los que llegan primero en el calendario, como el de Alcalá de Henares, sí tengan novedades en su programación. Pero el resto se limitan a llevar propuestas, mayoritariamente interesantes, y siempre necesarias, ya que se trata de muestras que no se nutren de los mismos públicos.

El primer objetivo de Jiménez fue que el de Olite no fuera una franquicia más en el panorama de los festivales de verano, de ahí que esta muestra ya esté abierta a una programación que incluye propuestas internacionales contemporáneas, llegar a lo contemporáneo: “Todo fue aceptado por el Gobierno de Navarra y Baluarte, que son los que sostienen este festival, pero no se trataba de pasar de Lope a Angélica Liddel, sino de hacer un proceso, primero con propuestas del barroco con jóvenes miradas; de ahí saltando a clásicos contemporáneos como Valle-Inclán el pasado año, o este año con Lorca, al que hemos llegado, pero no con textos suyos, sino a través Juan Carlos Rubio, Sanzol y otros creadores que están a la cabeza de las nuevas dramaturgias contemporáneas”, señala Jiménez, haciendo alusión a dos importantes éxitos de esta edición, como han sido la acertadísima elección de Lorca, Correspondencia personal, de Juan Carlos Rubio, lamentablemente apenas vista, y La valentía, espectáculo emblemático y ovacionado de Alfredo Sanzol, quien a partir de enero será director del Centro Dramático Nacional. “Estamos casi sorprendidos por el hecho de que lo más innovador y contemporáneo está marcando la buena marcha del festival”, apunta el director de la muestra, quizá la única en España que alquila mantas antes de entrar al teatro por las bajas temperaturas en pleno mes de julio.

Pero también quiere abrirse a otros lenguajes escénicos que pasan por la música, las performances y la danza, así como a estrenos, ya sean absolutos o nacionales. Este año Olite ha mostrado por primera vez Vengo, de Sara Cano, y ha estrenado en España montajes como Retrato de Ludmila en Nina Simone, interpretado por Ludmila Dabo, cantante del Harlem Quartet. A ello se suman todos los proyectos de poética desarrollados en el Palacio Real de Olite.

Propuestas similares en muchos aspectos son las que plantea Jiménez en el Festival Don Quijote de Paris, que dirige hace casi tres décadas: “Es una muestra que se mantiene gracias a las subvenciones del Inaem, nuestro principal patrocinador, y las aportaciones personales, que suman más ayudas que las que ofrecen el Ministerio de Asuntos Exteriores Español y el Instituto Cervantes”, sostiene.

Jiménez reconoce que le es difícil aceptar no solo la falta de colaboración con esta labor de difusión de las artes escénicas y de la lengua españolas en Francia, sino “que consejeros culturales, directores del Instituto Cervantes y responsables de cultura de esta institución en París no hayan acudido ni una sola vez a las representaciones ni hayan mostrado interés por compañías con premios nacionales y actores emblemáticos programados en el festival, único en Europa dedicado exclusivamente a la dramaturgia española contemporánea”. “Es la manifestación cultural en el exterior con el mayor número de artistas españoles, unos 70 por año, y cerca de 300 espectáculos en 28 ediciones para las que se han movilizado a más de 2000 artistas”, añade.

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