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Crítica | La mirada de Orson Welles
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El artista oculto

La tesis de Cousins es que en Welles más que un genial hombre de cine y teatro había un compulsivo y constante creador plástico

Un fotograma de 'La mirada de Orson Welles'.
Un fotograma de 'La mirada de Orson Welles'.

Cuando la escritora Barbara Leaming convenció finalmente a Orson Welles de que le permitiese escribir su biografía, el cineasta le advirtió de que se estaba enfrentando a “una historia muy densa” y que quizá la mejor opción era la de afrontar el asunto al modo de Ciudadano Kane (1941): frente a la dificultad de articular un relato biográfico convencional, mejor convertir en discurso la imposibilidad de fijar una identidad esquiva. Leaming le hizo caso a medias, pero el estreno de La mirada de Orson Welles demuestra que el cineasta estaba cargado de razón: hay demasiados ángulos desde los que poder aproximarse a este creador esencial y, cuando todo parecía ya haber sido dicho y analizado, el crítico y documentalista Mark Cousins propone una nueva vía de entrada y logra que la revisitación de un clásico no suene a redundancia, sino a descubrimiento.

LA MIRADA DE ORSON WELLES

Dirección: Mark Cousins.

Género: documental.

Reino Unido, 2018

Duración: 115 minutos.

Autor de esa monumental The Story of Film: An Odissey (2011) que reescribía la historia del medio cuestionando, entre otras cosas, la centralidad de la mirada occidental, Cousins parte aquí de un material cuya existencia se conocía, pero en el que quizá nunca se había sumergido nadie con tan contagiosa pasión y tan entregada capacidad de relacionar ecos y cartografiar una coherencia estética y discursiva: la abundante obra gráfica de Welles. Como si esto fuese una prolongación de Ciudadano Kane o Míster Arkadin (1955), hay aquí incluso una caja misteriosa que, por gentileza de la hija del artista Beatrice Welles, liberará su tesoro de revelaciones.

La tesis de Cousins es que en Welles más que un genial hombre de cine y teatro había un compulsivo y constante artista plástico, que no sólo diseñaba escrupulosamente sobre el papel el escenario de sus montajes o la atmósfera de sus películas, sino que también utilizaba el trazo para entender lo que le rodeaba y descifrarse a sí mismo. Quizás a Cousins se le va un poco la mano cuando, al final, improvisa una hipotética respuesta del cineasta a su minucioso análisis, pero La mirada de Orson Welles es un trabajo de amor que barre varias capas de polvo a la cinefilia.

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