Dulces novillos para novilleros sin hambre
La terna, por debajo de un cómodo y manejable encierro de Fernando Peña
Sin despeinarse, con los vestidos de torear casi impolutos y (seguramente) satisfechos. Así abandonaron la plaza los tres novilleros actuantes este jueves en Las Ventas. Es verdad que la gomina hace milagros, pero de haberse arrimado más, seguro, no se habrían marchado al hotel tan campantes.
Pero es lo que tiene el hambre, o, en este caso, la falta de ella. Al contrario de lo que sucedía en otros tiempos, la mayoría de los novilleros actuales son chavales acomodados que tienen más que cubiertas sus necesidades básicas.
Si antes acudían a los tentaderos a pie, vestidos con ropas ajadas y con una muletita remendada por los estragos de las capeas, ahora van a bordo de cochazos, luciendo prendas exclusivas y cargados (ellos no; sus ayudas, por supuesto) con un par de capotes y muletas relucientes hechas a medida.
PEÑA/EL CHORLO, GRANDE, XIMELIS
Novillos de Fernando Peña, desiguales de presentación (correctos 1º, 4º y 6º y muy justos los otros tres) y de manso, noble y manejable juego en conjunto. Los mejores, 1º y 4º. El 6º, inválido.
El Chorlo: pinchazo y estocada baja (saludos con protestas); pinchazo y estocada ligeramente trasera y desprendida (saludos con protestas).
Antonio Grande: estocada caída (saludos); tres pinchazos _aviso_ y otros dos pinchazos (palmas).
Borja Ximelis: media estocada, un descabello _aviso_ y otro descabello (silencio); estocada (silencio).
Plaza de toros de Las Ventas. Segundo festejo del ciclo de novilladas nocturnas de promoción del mes de julio. Menos de un cuarto de entrada (7.306 espectadores, según la empresa).
Y así, pasa que luego se permiten el lujo de pasar por Madrid sin pena ni gloria, desperdiciando las bondades de una novillada más que manejable. Un encierro de Fernando Peña, nada exagerado de trapío además, que tampoco anduvo sobrado de casta y fuerza, pero que sí tuvo nobleza y contó con hasta cuatro ejemplares que dieron opciones en el último tercio.
Dos de ellos, quizá los mejores, cayeron en un mismo lote, el de Jesús Díez, ahora apodado El Chorlo. Mansos en varas, ambos utreros se emplearon con nobleza y buen fondo en la muleta, pese a las muchas carencias técnicas y artísticas de su matador. Unas veces vertical y asentado y otras totalmente espatarrado y retorcido, el extremeño hilvanó dos faenas sin orden ni concierto y a la mayoría de sus muletazos les faltó temple y limpieza.
A pesar de los voluntariosos tercios de banderillas que protagonizó -con algún que otro par bien conseguido-, el debutante Borja Ximelis tampoco dio muestras de apetito torero. Primero, frente a un animal noble y blando, y, después, ante un completo inválido que debió ser devuelto, Ximelis se puso bonito, pero su quehacer careció de profundidad y verdad. Es de Alicante y se nota a qué figura de la tierra se quiere parecer…
Más entregado se mostró el salmantino Antonio Grande, ovacionado tras la meritoria labor que realizó ante el segundo, el más descastado y deslucido de la noche. Pese a las cortísimas embestidas con la cara alta de su oponente, Grande al menos intentó colocarse y rematar atrás los muletazos. Sin embargo, frente al bondadoso quinto, se le vio acelerado y más ventajista.
En contraste con la imagen de los tres jóvenes aspirantes, un veterano torero de plata, Roberto Martín Jarocho, se fue a casa con la taleguilla destrozada tras librarse de un percance gravísimo. En un alarde de profesionalidad, compromiso y torería, fue al encuentro del segundo, que le midió y esperó, se asomó al balcón y dejó un par de banderillas en todo lo alto, resultando cogido dramáticamente por el vientre. De forma milagrosa, salió ileso.
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