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Plaza de Las Ventas

Toros de Dolores Aguirre sin los isidros, el regocijo de la (escasa) afición

Lamelas, Escribano y Del Pilar saludan una ovación cada uno ante una desigual corrida

Alberto Lamelas, en un derechazo a uno de sus toros.
Alberto Lamelas, en un derechazo a uno de sus toros.Plaza1

Una semana después del final de la Feria de San Isidro, la plaza de Las Ventas volvió a abrir sus puertas para el primer festejo del verano. Como principal atractivo del cartel se anunciaban los “toros-toros” de Dolores Aguirre, una de las ganaderías predilectas de la afición más exigente.

Pero la afición (¿aún queda “afición”?) no respondió. Tras la marcha de los isidros -tanta paz lleven como descanso dejan-, en la plaza de Madrid se dieron cita los cuatro aficionados de siempre, los familiares y amigos de los toreros, y un buen número de turistas, la mayoría ordenados, curiosos y respetuosos asiáticos.

Allí ya no había aglomeraciones a la entrada de la plaza ni en el acceso a los tendidos; allí ya no se escuchaban gritos contra el tendido siete ni infinitos y ridículos ‘vivas a España’ cada dos minutos; allí -a pesar del acusado calor- ya no corrían los gintonics como en una discoteca a las tres de la mañana. Con la desbandada de los isidros, la plaza de Madrid recuperó la sobriedad. Hasta la Feria de Otoño.

Y así, en paz, uno a uno fueron saliendo por chiqueros los seis toros de la temida divisa sevillana, en tipo la mayoría, aunque de desigual trapío y comportamiento. Dos destacaron sobre el resto, segundo y tercero. El segundo, al igual que varios de sus hermanos, se empleó en el peto, aunque acusó el castigo y, a partir de entonces, perdió las manos de forma intermitente. Blando, sí, pero sin abrir la boca.

AGUIRRE/LAMELAS, ESCRIBANO, DEL PILAR

Toros de Dolores Aguirre, desiguales de presentación -de mayor seriedad y cuajo 1º, 4º y 6º- y juego. Destacaron por su nobleza y buen fondo 2º y 3º. El 1º, muy manso y rajado, con poder; el 4º, con movilidad, pero a la defensiva; el 5º noble, pero muy blando y justo de casta; y el 6º, con más genio que casta, deslucido.

Alberto Lamelas: estocada corta, delantera y muy perpendicular y atravesada (saludos con protestas); estocada suelta delantera y perpendicular (silencio).

Cristian Escribano: pinchazo y media estocada tendida, desprendida y algo trasera (saludos); cinco pinchazos _aviso_ (silencio).

Gómez del Pilar: pinchazo _aviso_ y bajonazo (saludos); tres pinchazos _aviso_, otro pinchazo y dos descabellos (silencio).

Plaza de toros de Las Ventas. Domingo, 23 de junio. Menos de un cuarto de entrada (7.242 espectadores, según la empresa).

Cristian Escribano, que ejecutó los mejores muletazos -tres templados y largos doblones- justo al principio de la faena, firmó una labor que fue de más a menos y que no terminó de romper ante un animal de encastada nobleza. Frente al quinto, de poca casta y fuerza, lo intentó en vano.

El otro toro con posibilidades fue el tercero, que manseó en la primera vara y también en banderillas, pero que repitió con casta y buen fondo en el último tercio. Gómez del Pilar, que al igual que al sexto lo recibió a portagayola, comenzó la faena de rodillas, en el centro del ruedo, y después dejó detalles de gusto por bajo, pero no convenció en el toreo fundamental. Además, tras un infame bajonazo, no tuvo reparos en salir a saludar una ovación.

Tres veces acudió al caballo el que cerró plaza, de gran seriedad por delante. Cumplió, aunque luego acabó cantando la gallina y se rajó tras moverse con más genio que casta y poner en aprietos a Gómez del Pilar, especialmente por el pitón izquierdo.

Rajadísimo y aculado en tablas acabó el primero, un ejemplar duro y poderoso que, pese al terrible castigo infligido en varas, no abrió la boca ni dobló una mano durante la lidia. Pican así a uno de esos toritos criados para uso y disfrute de las figuras y antes del tercio de banderillas hay que cantarle el gorigori. Alberto Lamelas lo persiguió, pero no logró sujetarlo en la muleta. Ante el cuarto, que se movió a la defensiva y con la cara suelta, tampoco pudo lucirse.

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