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Crítica | Esto no es Berlín
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La edad de oro

El cineasta captura bien esa atmósfera rabiosa y seductora con su cámara siguiendo febrilmente a sus personajes de deslumbramiento en deslumbramiento,

Imagen de 'Esto no es Berlín'.
Imagen de 'Esto no es Berlín'.

“En el Chile ochentero el underground intenta conectarnos con el mundo a través de la música británica y los largos abrigos negros, pero lo que permanece y tiene valor es la adaptación local: punks con mocasines, new waves que juegan al flíper, Cleopatras de fin de siglo y un garaje sin mecánicos donde los jóvenes se contonean con el nuevo estilo de baile”, escribían Óscar Contardo y Macarena García en su libro La era ochentera. Tevé, pop y under en el Chile de los ochenta. Sus palabras podrían encontrar una particular resonancia si se enfrentaran a las imágenes de Leto (2018) de Kirill Serebrennikov –que levantaba acta de la eclosión contracultural en la Rusia de los años previos a la perestroika-, o a las de Esto no es Berlín, cuarto largometraje de ficción del mexicano Hari Sama, que da cuenta de la inmersión iniciática en la escena underground de dos adolescentes durante la celebración del Mundial de fútbol de 1986. En los tres casos, la escena alternativa florece bajo el complejo de inferioridad derivado de mirarse en el espejo de los modelos foráneos –el propio título de Esto no es Berlín alude directamente a ese desajuste-, pero, también, lo que acaba afirmándose en cada ejemplo es una especificidad local incuestionable.

ESTO NO ES BERLÍN

Dirección: Hari Sama.

Intérpretes: Xabiani Ponce de León, José Antonio Toledano, Ximena Romo, Mauro Sánchez Navarro.

Género: drama. México, 2019.

Duración: 110 minutos.

Cuando algunos de los personajes interrumpen celebraciones del Mundial con contundentes acciones performáticas –“¡El fútbol es homofobia!”-, la película fija la agresiva beligerancia contracultural hacia los discursos hegemónicos, pero, en el desenlace de su doble viaje iniciático, Sama flirtea un poco temerariamente con la sanción moral de los claroscuros de esa vida subterránea (o en los márgenes). El cineasta captura bien esa atmósfera rabiosa y seductora con su cámara siguiendo febrilmente a sus personajes de deslumbramiento en deslumbramiento, pero decide priorizar algo demasiado cercano a un turismo de la nostalgia.

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