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FERIA DE SAN ISIDRO
Crónica
Texto informativo con interpretación

Una vejez achacosa

Morenito de Aranda, Moral y Garrido, por debajo de la irregular corrida de Fuente Ymbro

El diestro Morenito de Aranda.
El diestro Morenito de Aranda.FERNANDO ALVARADO (EFE)
Antonio Lorca

Fuente Ymbro/Morenito, Moral, Garrido

Toros de Fuente Ymbro -el sexto, devuelto-, bien presentados, mansos, sosos y descastados; manejables el tercero, cuarto y quinto. Sobrero del Conde de Mayalde, grandón, manso y noblote.
Morenito de Aranda: pinchazo -aviso- y estocada caída (silencio); pinchazo -aviso- y estocada caída (silencio).
Pepe Moral: dos pinchazos y estocada (silencio); pinchazo, estocada -aviso- y tres descabellos (algunos pitos).
José Garrido: -aviso- estocada baja (silencio); pinchazo -aviso-, tres pinchazos, estocada -2º aviso- y tres descabellos (silencio).
Plaza de Las Ventas. 14 de junio. Trigesimosegunda corrida de feria. Casi tres cuartos de entrada (16.547 espectadores, según la empresa).

Allá que se fue Morenito de Aranda a esperar a su primero de rodillas, en los medios, frente a la puerta de toriles. Asomó el toro, dio un par de pasos, lo miró, no le hizo caso, atisbó el horizonte, volvió a caer en el torero, se acercó a su terreno con el freno de mano agarrado y Morenito optó por levantarse por lo que pudiera ocurrir.

Era un toro serio, grande y veterano. Le faltaba un mes para cumplir los seis años -el más viejo de San Isidro-, con cara de persona mayor y semblante de jubilado. Instantes después demostró, además, que tenía malas pulgas. Manseó con aspavientos en el caballo y su comportamiento en banderillas fue desagradable, malaje, con guasa y un talante poco recomendable. En fin, un anciano con achaques.

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Cuando su lidiador tomó la muleta, dijo con claridad que embestir no era lo suyo, que prefería la paz de la dehesa y huyó de Morenito al que desesperó con su mal carácter.

Después, salieron sus hermanos pequeños, y no representaron, precisamente, a la juventud que empuja. Eran jóvenes, sí, pero insuficientemente preparados para la lidia. Se notó a lo lejos que su referencia era el más veterano de la casa. Mansos todos en los caballos, desabridos en banderillas y muy sosos en el tercio final; tan manejables como irregulares el tercero, cuarto y quinto, que fueron injustamente ovacionados en el arrastre. Toros noblones, que iban y venían con escasa calidad y que, de vez en cuando, asomaron casta y fijeza, pero poco más.

Se ve que los achaques eran propios de la sangre y no solo de un veterano resabiado.

Y el cartel de toreros lo formaban tres hombres que no pasaban de los 35 años, pero los tres sufrían algo así como la crisis de los cuarenta. La corrida de Fuente Ymbro exigía claridad de ideas, un punto de exigencia, dar un paso más, fe en sí mismos y olvido de los miramientos, las dudas y las prisas. Los tres, además, necesitados de un triunfo en esta feria, y ninguno lo alcanzó por defectos propios.

Justificado Morenito ante el vejestorio primero, naufragó ante el cuarto, mitad descastado, mitad noble, que repitió sin mucho argumento, con el que estuvo envuelto en medianías, empeñado en dar pases y guardar la ropa, en lugar de romperse y jugarse el tipo.

Pepe Moral sale de Madrid muy dañado en su espíritu y, quizá, también, en su carrera. Brindó sus dos toros al público, evidencia de su buena disposición, pero no fue posible. Poca clase desarrolló el que hizo segundo, y el torero dijo sentirse embotado, confuso, con el norte un poco perdido. Quiso echar el resto ante el quinto, pero sus intenciones las traicionó su quehacer. Inició la faena con un pase cambiado por la espalda en el centro del ruedo, apareció el viento, esbozó algún muletazo estimable y la sensación que ofreció es que el sitio, ese que reclaman los toreros para triunfar, no está con él.

La campana salvó a Garrido de que le devolvieran el sexto a los corrales, lo que hubiera sido letal para sus aspiraciones. Manejó con gracia el capote y se lució en una tanda de derechazos al tercero. Eso fue todo. Lo demás, una espesura, una nebulosa, una cabeza poco despejada; muchos pases insulsos al noblote sobrero y un mitin impropio de un matador de toros en la suerte suprema.

En fin, achaques de viejo -el toro- y crisis profesionales de los toreros…

La corrida del sábado

Corrida de la Cultura. Toros de Victoriano del Río, para Sebastián Castella, Paco Ureña y Roca Rey.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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