Ilustradoras, una larga historia
Una muestra rescata la olvidada labor de 42 mujeres dibujantes de prensa
Una mujer cabizbaja sentada en una cama. En la imagen hay más objetos típicos de una habitación, pero la mirada se centra en el estado de ánimo de la protagonista: triste, pensativa… No, no es una de las reconocidas imágenes de Edward Hopper, Habitación de hotel, pintada por el estadounidense en 1931, aunque el parecido en la composición es incuestionable. Es un dibujo anterior, de la mano de la no tan famosa Viera Sparza publicado el 21 de septiembre de 1930 en el número 2.053 de la revista Blanco y Negro. Esta ilustradora tuvo un papel fundamental en la Unión de Dibujantes Españoles. Fue nombrada vocal en 1931 y expuso en el primer Salón de Dibujantas que organizaba la asociación y que ahora presta el nombre a la exposición Dibujantas en el Museo ABC.
La muestra saca de los cajones y pone sobre el tablero las obras de mujeres que conserva el centro. Se exhiben unos 135 dibujos de 42 artistas que las comisarias, Marta González Orbegozo y Josefina Alix, han rescatado de los 150.000 fondos del museo, los más antiguos de 1891, cuando se fundó Blanco y Negro. “Si ya es desconocido el mundo de los ilustradores, mucho más el de las dibujantas”, explican las responsables de la exposición. Dos años de labor “arqueológica”, de hemeroteca ("fundamentalmente"), de Internet, incluso de redes sociales –a María Gallástegui llegaron a través del LinkedIn de una limeña que fue su alumna– que las han llevado a dibujar la vida de estas ilustradoras. Tanto para González Orbegozo como para Alix era fundamental que el proyecto no quedara solo en mostrar la obra, querían recuperar sus vidas y que estas quedaran registradas, de ahí la importancia que otorgan al catálogo de la muestra.
Sciammarella, Eneko, Flavita Banana… son algunos nombres actuales que aparecen junto a ilustraciones de distintas publicaciones periódicas. Solo una firma, nada más. No son casos excepcionales, muchos así se han encontrado las comisarias y, a partir de ahí, han reconstruido biografías de las que no quedaba rastro a pesar de que existía una relación laboral entre las ilustradoras y Abc, Blanco y Negro, Gente Menuda o algunos de los múltiples suplementos que han publicado a lo largo de su más de un siglo de historia. “Mientras el archivo de dibujos y fotografía se ha conservado muy bien, el archivo administrativo, no tanto. Hay varios libros de contabilidad, pero no recogían excesivos detalle de lo que se pagaba ni a quién”, explica Inmaculada Corcho, directora del Museo.
Dibujantas es una constatación más del jugoso caldo de cultivo cultural que era España en los años veinte y treinta. La conocida como Edad de Plata, también lo fue en la ilustración como muestra la exposición. La muestra abarca desde finales del siglo XIX hasta las últimas décadas del XX, pero el grueso, del que más y mejores ejemplos hay, son esas dos décadas: Piedad Aréjula, a. t. c. (Ángeles Torner Cervera), Piti Bartolozzi –durante la Guerra Civil dibujó tremendas pesadillas infantiles ante los bombardeos, después de la contienda continuó dibujando pero firmaba su marido–, Victorina Durán –reconocida figurinista-, María Pilar Gallástegui Badet, Delhy Tejero –que viaja a París y se relaciona y expone con los surrealistas–, Sparza. Mujeres formadas, viajadas, que habían convivido con las vanguardias históricas europeas: las máquinas, los trazos y los coches de clara influencia futurista de a.t. c. ; la modernidad y libertad en el trazo de Spaza, que ilustró dos entregas de Celia de Elena Fortún... Es excepcional, en cuanto a que no era habitual colaboradora, el dibujo de Maruja Mallo que el 9 de noviembre de 1930 ilustró tres poemas de Rafael Alberti.
La Guerra Civil fue un eficiente borrador. Aunque Blanco y Negro no se publicó entre 1939 y 1957, Abc sí continuó diariamente, pero no se vuelve a encontrar un dibujo firmado por una ilustradora hasta 1956. Incluso las de ideales afines al régimen como Laura Albéniz o Rosario de Velasco soltaron los lápices. La facilidad y ventaja que desde siempre había tenido esta disciplina artística para las mujeres es que formaba parte de la educación típica de las niñas. Esto les daba unas herramientas que las más inquietas intelectualmente podían desarrollar sin necesitar grandes despliegues. El dibujo tiene un carácter mucho más íntimo que la pintura, que es más pública; no necesita la intendencia que requieren otras artes, por tanto muchas aprovecharon que un minúsculo espacio propio –cual woolfiana habitación– podían crear. Pero esto también fomentó que muchas no tuvieran una carrera prolongada, si no que esta se interrumpiera, en muchos casos, por el matrimonio y la dedicación a la familia.
A finales del siglo pasado la ilustración dio la vuelta al papel y comenzó a dibujar por otra cara totalmente diferente. El sencillo mecanismo de un lápiz dio paso al ordenador y entre estos dos mundos ha desarrollado su carrera Mar Ferrero, de 50 años y una de las protagonistas de la sección más contemporánea de la muestra. La ilustradora ha pasado de trabajar en los noventa en la redacción del Abc con acuarelas y volviendo a empezar desde el principio si algo no valía o salía mal, incluso a transformar, por ejemplo, los azules en verdes o morados para no repetir todo si lo pedía el editor; a trabajar desde su casa para clientes de todo el mundo. Ya no colabora con ese diario, se dedica sobre todo a la ilustración infantil, muy acorde con la ternura de su estilo. Siente algo de nostalgia si piensa en los originales de antes, ahora reutiliza papel, que luego escaneará y trabajará en el ordenador… “Eso, con Internet, ya no lo ve nadie”.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.