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Blogs / Cultura
La Ruta Norteamericana
Por Fernando Navarro
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Hostias como panes en el rock

El periodista Carlos H. Vázquez publica el libro 'Jorge Martínez. Conversaciones Ilegales', editado por Efe Eme, en el que repasa la carrera del líder de Los Ilegales

Jorge Martinez, de Los Ilegales.
Jorge Martinez, de Los Ilegales.SAMUEL SANCHEZ

Jorge Martínez siempre ha dicho que recuerda haber crecido en un entorno hostil y muy violento en Gijón. Sacaba con facilidad «la caja de galletas» para repartir razones con la mano, y le daba igual la izquierda o la derecha; por todo el rostro y un directo a la cara. Las historias de Jorge van de boca en boca pasando de ser mitos a leyendas.

Jesús Ordovás, en el prólogo del libro Jorge Martínez. Conversaciones Ilegales, publicado por Efe Eme el pasado mes de abril, cuenta lo que sucedió cuando invitó a los Ilegales a la fiesta de Diario Pop que se celebró en el Rock-Ola el 13 de octubre de 1983: «Jorge aprovechó para dejar claro que no había nadie como él, ni como guitarrista ni como cantante. Y además aprovechó que estaban allí Gabinete Caligari y los Desechables, que habían llegado desde Barcelona, para dejarles claro quién mandaba allí. […] A Ferni Presas, el bajista de Gabinete, le cayó una hostia como un pan, y con Tere, la cantante de Desechables, Jorge tuvo un encuentro físico que a punto estuvo de acabar en la comisaría de la esquina. A todo esto, Ferni me dijo que no iban a tocar por la agresión de Jorge, y yo tuve que convencerles que no podían hacerle ese feo a la gente que había ido a verles». Al final, todos tocaron y no hubo muertos. «Jorge consiguió lo que pretendía: demostrar que los Ilegales eran la hostia y que no había fiesta sin hostias. Que él había venido a Madrid a divertirse y que, según decía, no había diversión sin hostias. Eso es lo que me dijo cuando vino a la radio», terminaba de decir Ordovás.

Jorge ha crecido en un entorno peligroso, con malas compañías y reyertas, pero también con libros y música. Los años ochenta en España fueron muy violentos (¿cuándo han dejado de serlo?). Los atentados de E.T.A. y la guerra sucia del Gobierno contra el terrorismo (caso G.A.L.) coparon los periódicos, igual que las manifestaciones estudiantiles y obreras que desembocaban en disturbios donde se sacaban las armas, también las de fuego. Y la represión ejercida por la Policía Nacional y la Guardia Civil no hizo sino embravecer el clima. «La pelea en la calle era tremenda -relata Jorge en Jorge Martínez. Conversaciones Ilegales-. Recuerdo un día que llegué de anfetas y vi a un amigo mío que fue carnicero (se ponía a pedir en la puerta de la iglesia a los feligreses. Me preguntó a dónde iba y él me dijo que iba a la manifestación, así que me fui con él). Aquello era la violencia máxima y este hijo de puta era el que más rompía. No nos dejaba romper nada, se adelantaba y rompía todo él. El nivel que había de violencia era como el que había en Francia con los llamados chalecos amarillos. Tienen cojones los franceses, ¿eh? Con la Revolución Francesa hicieron una limpieza de gente, algo que aquí nos hubiese sentado muy bien», sentencia.

Uno de los motivos por los cuales se desataron las protestas más intensas, en concreto en la zona norte, fue la reconversión industrial «ante la creciente internacionalización del mercado de la producción de buques (civil y militar) y la necesidad de transformar y modernizar una actividad que en España tradicionalmente ha supuesto un motor industrial muy representativo en determinadas regiones (noroeste y cornisa cantábrica, levante y Andalucía)», explicaba Alfredo Suaz González, secretario técnico de la gerencia del sector de la construcción naval en la publicación La situación de la construcción naval en España. Perspectivas en un mercado global.

Pedro Sancho Llendari, director de la División de Construcción Naval del I.N.I. (Instituto Nacional de Industria), detalla en el número doscientos de Rotación (revista profesional sobre el sector naval, marítimo y pesquero) cómo la crisis energética de los setenta, desde sus primeras manifestaciones en 1973, supusieron un importante impacto en el sector marítimo mundial y consecuentemente sobre la Industria de Construcción Naval: «Un claro exponente de ello -añade Sancho Llendari- ha sido el importante descenso observado en la cartera mundial de pedidos de buques, que a finales de 1984 suponía tan solo un cuarenta por ciento del volumen alcanzado en los años 1973 y 1974». El gobierno socialista de Felipe González, cuya intención era ir a la misma velocidad que marcaba Europa, vivió entonces momentos muy delicados en su recién estrenada legislatura.

El 24 de octubre de 1984, Miguel Somovilla publicaba en El País la noticia de la muerte de Raúl Losa García, estudiante del Instituto Politécnico de Gijón, por un disparo en el pecho durante las manifestaciones de los astilleros del día 23 en la ciudad asturiana. Raúl tenía 19 años y el autor de la detonación 33. Manuel Alvarez Martín, joyero de profesión, vivía en el número 52 de la calle Manuel Llaneza. Desde su casa vio cómo varios manifestantes trataban de hacer barricadas con los coches que se encontraban estacionados y temió que pudieran utilizar el suyo, un Renault 18. Manuel tenía permiso de armas, cogió su pistola (una Smith & Wesson del calibre 38 especial) y salió hacia la calle.

Una vez en el exterior -así lo hizo saber posteriormente la policía-, Manuel trató de meterse en el coche, pero era demasiado tarde y ya estaba siendo rodeado por un grupo que terminó sacándole a empujones. Manuel disparó cuatro veces: dos al aire para disuadir a los agresores y otra bala más que acabó incrustándose en la pared. El cuarto de los proyectiles alcanzó a Raúl en el tórax y acabó con su vida. Dicen que estaba levantando barricadas, pero otras versiones cuentan que Raúl, en realidad, estaba volviendo de clase. La víctima falleció de camino a la Residencia Sanitaria de la Seguridad Social, sobre las ocho y media de la tarde. Durante los días siguientes, se llevaron a cabo una serie de manifestaciones en señal de duelo por la muerte de Raúl.

Al que fuera delegado general del Gobierno en Asturias, Obdulio Fernández, le preocupaba que cualquier decisión mal tomada bajo la presión de aquel ambiente pudiera convertirse en un error irreversible, motivo por el que se decidió que la policía tenía que salir de la ciudad. «Pudo ser una tragedia, y lo que le dije al jefe de la Policía de Gijón fue que no podíamos estar ahí. Aquella noche hubo una concentración en la plaza Mayor y, a partir de ahí, lo que dije fue que cualquier circunstancia podría encender la chispa y pasar cualquier cosa, por eso ordené salir a la Policía de la ciudad (lo más cerca en La Providencia) y dejar que la gente se manifestase, para no ayudar a que hubiera más tensión y más dureza en el ambiente», rememoraba Fernández en La Nueva España.

Tras haber sido atendido de las lesiones en la casa de socorro, la policía detuvo al autor de los disparos, Manuel Álvarez Martín, sobre las once de la noche y fue puesto a disposición judicial. Tres años después, el 11 de marzo de 1987, quedó en libertad sin cargos por falta de pruebas. La Sala Segunda de lo Penal valoró que Manuel estaba «inmerso en la causa de justificación de legítima defensa propia» y que «hasta el momento en que se produce dicho disparo nunca manifestó intención criminal de matar».

Hay una foto de Juan Carlos Tuero de 1986 que refleja muy bien el ambiente de ese momento: dos policías antidisturbios (uno con una escopeta de bolas y otro con un escudo) vigilan los accesos a las instalaciones de Astilleros del Cantábrico (Gijón). Uno de los agentes mira un remolque que había sido utilizado como barricada durante los disturbios. Detrás de ellos hay una pared forrada de carteles electorales del P.R.D. (Partido Reformista Democrático) con el rostro de Miquel Roca, padre de la Constitución Española de 1978 y abogado de, entre otras personalidades, Cristina y Juan Carlos de Borbón. En todos los pósters reza un mismo eslogan: «La otra forma de hacer España».

El norte está lleno de frío, lo canta Jorge ahora y lo cantaba entonces en el disco Todos Están Muertos, publicado en 1985: «Hay muchas pelotas de goma, me voy jugar a la calle. Un caso en el juzgado de guardia, una mancha de sangre en la cara».

Jorge Martínez. Conversaciones Ilegales está firmado por Carlos H. Vázquez y editado por Efe Eme. Desde abril se encuentra a la venta en las mejores librerías y en la tienda de Efe Eme.

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