Sibelius y Berlioz con ‘rock and roll’
La violinista Hilary Hahn y el director Mikko Franck con la Philharmonique de Radio France, más intensos que interesantes
Sibelius escribió su Concierto para violín para el virtuoso que quiso ser y nunca fue. Había empezado a estudiar el instrumento con catorce años, pero lo practicó con saña e incluso llegó a postularse como miembro de la Filarmónica de Viena, en 1891. Lo cuenta Erik Tawaststjerna, dentro de su monumental biografía en cinco tomos escrita originalmente en sueco. No tocó mal, pero estaba demasiado nervioso y resultó rechazado tras participar en un ensayo en la Ópera. Le dijeron que se dedicara al piano, pues lo suyo era la composición. Y cuando regresó a su habitación, se derrumbó y lloró. Después se sentó al piano y comenzó a practicar sus escalas. Quizá en ese momento empezó a rondarle la idea de escribir su Concierto para violín como catarsis. Lo hizo, entre 1902 y 1904, combinando su lenguaje con ideas formales y estructurales de sus conciertos favoritos (Beethoven, Mendelssohn, Bruch y Chaikovski). Incluso, tras descubrir el concierto de Brahms, en 1905, redactó una nueva versión de la obra con menor carga virtuosística y mayor protagonismo orquestal.
La violinista norteamericana Hilary Hahn (Lexington, Virginia, 1979) tiene todo lo necesario para brindar una interpretación excepcional de la obra. Una técnica impecable y una exquisita musicalidad. Pero ni siquiera con ese equipaje se puede salir indemne de esta partitura, donde el compositor destiló tanta melancolía como alcohol y frustración. Hahn inició su intervención, ayer en el Auditorio de Zaragoza junto a la Philharmonique de Radio France bajo la dirección de Mikko Franck, con su fascinante tono seductor. Con esa nota sol, acompañada por una bruma de violines divididos, que quizá sea la más bella disonancia de la historia de la música. Y dejó bien claras sus credenciales desde el principio: un modelo interpretativo más cerca del poderío sonoro y entonación expresiva de un David Óistraj, que de la frescura y precisión sobrehumana de un Jascha Heifetz, quien además consolidó la obra en el repertorio violinístico. Pero no fluyó la tensión, al menos en los dos primeros movimientos, algo fundamental en una composición donde la orquesta y el solista apenas dialogan.
ORCHESTRE PHILHARMONIQUE DE RADIO FRANCE. Obras de Sibelius y Berlioz. Hilary Hahn, violín. Mikko Franck, dirección. XXV Temporada de Grandes Conciertos de Primavera. Auditorio de Zaragoza, 9 de mayo.
Hahn se instaló desde el principio en una expresividad confortable y poco creíble, con un acompañamiento orquestal compacto y solvente. Comenzó a arriesgar en la cadencia del desarrollo y, tras el climático interludio orquestal, todo empezó a cambiar. Escuchamos, por fin, un pianísimo realmente emocionante, con esas octavas partidas tan beethovenianas, y la acción llegó en la coda, donde Hahn se empleó a fondo. Con el segundo movimiento volvimos al confort inicial, aunque ahora la orquesta exhibió mayor implicación. Pero la violinista separa el último movimiento en su concepción de la obra. Una frenética y obsesiva polonesa, que el compositor reconoció que debía tocarse rápido y con un dominio técnico absoluto. Hahn le añade algo de rock and roll, tal como reconoció en una reciente entrevista. Y su apabullante dominio del instrumento, unido al modélico acompañamiento orquestal, lo convirtió en lo mejor de toda la obra.
Se esperaba su propina habitual: la zarabanda de la Partita nº 2, de Bach. Pero Hahn optó por convertir el momento en un improvisado homenaje a Antón García Abril (Teruel, 1933) en su tierra aragonesa. El compositor estaba presente en la sala Mozart del auditorio zaragozano, tras haber asistido, el día anterior, al estreno de su ciclo de canciones Amor de Umbría. La violinista americana tocó, con musicalidad y dominio polifónico, el segundo de los Tres suspiros, de 2012, el único escrito para violín solo, una composición encargada por ella misma dentro de su proyecto de comisionar propinas a 27 compositores. En realidad, García Abril se ha convertido en un creador muy importante para Hahn. En estos días, el sello Decca está lanzando, una por una, por streaming y con vídeos explicativos, la grabación de las Seis partitas para violín solo, del compositor aragonés, dedicadas a ella y cuyos títulos forman en acrónimo el nombre de la violinista. El disco completo se publicará el próximo 17 de mayo, aunque tan solo en LP y plataformas digitales.
Pero la presencia de Hilary Hahn estaba justificada, además, como residente de Radio France esta temporada. Y dentro de la gira española con Ibermúsica de la Philharmonique de la emisora, que se inició el pasado sábado, 4 de mayo, en Santander, y termina hoy, 10, en Alicante, tras pasar por Oviedo, Valencia, Madrid y Zaragoza. El director finlandés Mikko Franck (Helsinki, 1979) es el titular de esta orquesta radiofónica francesa, desde 2015. Un músico que ascendió como la espuma, en torno a 2004, dentro de una generación de jóvenes directores cuyos nombres hoy son bien conocidos: Daniel Harding, Vladímir Yúrovski, Philippe Jordan, Tugán Sójiev o Gustavo Dudamel, entre otros. Sus graves problemas de espalda y rodilla no le han impedido hacer una carrera importante, tanto en el podio como en el foso, aunque se vea obligado a dirigir sentado y con la pierna derecha apoyada en el escenario. Franck es un director de la “escudería” de Jorma Panula, de donde ha salido una pléyade de batutas finlandesas como Salonen, Saraste, Oramo y Vänskä . Una escuela donde no hay moldes y cada director cincela su propia personalidad musical.
Franck ha encontrado en la Philharmonique de Radio France un buen instrumento, tan sólido como equilibrado. Lo pudimos comprobar en la segunda parte, con la Sinfonía Fantástica, de Berlioz, cuya programación forma parte de la conmemoración del 150 aniversario de su muerte. Es una composición que corre por las venas de cualquier orquesta francesa, pero que Franck planteó en una extraña ascensión de menos a más. La obra, que fue absolutamente revolucionaria cuando se estrenó, en 1830, lleva incorporado un programa con ingredientes sobrenaturales y autobiográficos de novela romántica. Retrata a un músico joven, cuya desesperación amorosa por una mujer deriva en obsesión, con apariciones tanto en un baile como en el campo al atardecer. Todo esto se narra en los tres primeros movimientos, que sonaron con muy poco interés en manos del director finlandés. Pero algo pasó al final del tercer movimiento, con esos truenos de tormenta que evocan dos pares de timbales. Y en la marcha al cadalso, la orquesta exhibió toda su intensidad. El momento coincide, dentro del referido programa, con la decisión del abatido protagonista de suicidarse con opio. Pero la dosis del narcótico es tan baja que le provoca un mal sueño: cree haber matado a su amada, asiste a su propia ejecución y termina en medio de un grotesco aquelarre. Franck también añadió su dosis de rock and roll a la parte final de la sinfonía. Puso al límite a su orquesta y disfrutamos, en el último movimiento, de lo mejor de la velada en una sala sinfónica con una acústica admirable. Y cerró el concierto con más rock and roll como propina: otra versión de frenética intensidad del poema sinfónico Finlandia, de Sibelius.
Babelia
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