María Pita vengó a la Invencible
Un congreso desvela el pacto “patriótico” inglés para tapar un desastre naval mayor que el de la Gran Armada española
Apenas quedaban hombres con vida en aquella localidad costera de 4.000 habitantes. Así que María Mayor Fernández de la Cámara y Pita agarró el arma de un soldado muerto en combate y se lanzó desesperada contra el único alférez inglés que había conseguido sobrepasar los muros de A Coruña. Lo atravesó y despeñó su cuerpo junto a la escala por la que había ascendido. Era el 14 de mayo de 1589 y la escena que protagonizó María Pita forma parte de una historia prácticamente desconocida en España y en el Reino Unido: el desastre de la gigantesca armada (mayor que la Invencible) que la reina Isabel de Inglaterra envió a España tras el fracaso de Felipe II de invadir Inglaterra. Hasta ahora se creía que Pita había defendido su ciudad solo de los piratas. Un pacto "patriótico" entre el corsario Francis Drake y el comandante de la reina inglesa, John Norris, mantuvo oculta esta historia 450 años. “De los 27.667 hombres que formaban la flota inglesa de 180 naves, solo volvieron a reclamar su paga 3.722”, explica el historiador Luis Gorrochategui, autor del libro Contra Armada y ponente del I Congreso Internacional La Armada Española de 1588 y la Contra Armada Inglesa de 1589, que se celebra desde el martes en Cartagena (Murcia) y ha sido organizado por el Ministerio de Cultura y Deporte.
Juan Luis Sobrino Pérez-Crespo, almirante de Acción Marítima en Cartagena, cree que los españoles han terminado aceptando la leyenda negra”, pero sostiene que ya es tiempo de “sacar a la luz la verdad. El grueso de los barcos españoles sobrevivió al desastre y se refugió en Santander para ser reparados. Este momento de debilidad lo aprovechó la reina inglesa para enviar su flota, la Contra Armada. Al frente de la fuerza naval colocó a Drake y comandando el ejército, al reputado militar John Norris.
El plan, a grandes rasgos, consistía en atacar los galeones españoles fondeados para su reparación en Santander, saquear la ciudad, dirigirse a continuación hacia Lisboa, provocar la sublevación contra España, tomar una isla de las Azores para esperar la llegada de naves cargadas de oro de América y, posteriormente, invadir Brasil. Pero si algo podía salir mal desde el principio, esta vez ocurrió.
El 28 de abril de 1589, 180 barcos y 27.667 hombres —la Gran Armada española estaba compuesta por 137 barcos y 25.696 hombres— zarparon de Plymouth hacia Santander. Pero los ingleses sabían que el puerto castellano no era tan débil y Drake tomó una decisión intermedia: atacaría la desguarnecida A Coruña, con muralla medieval, un castillo en el islote de San Antón y con apenas 500 soldados.
Los ingleses fondearon frente a la ciudad. El 5 de mayo, 1.500 soldados tomaron la playa de La Marina, atacando por la espalda a los defensores. Los asediados se replegaron tras los viejos muros de la parte alta y los invasores comenzaron a excavar un túnel con la intención de volar la muralla. El gobernador militar, el marqués de Cerralbo, ordenó entonces a las mujeres que reforzaran el tramo minado. Se produjo una tremenda explosión, pero los gases no encontraron salida y buscaron escapatoria por la boca de entrada, donde se hallaban las tropas inglesas. La masacre fue absoluta, más de 300 muertos.
Pero no quedaban hombres para la defensa. Las mujeres se encaramaron entonces a los muros y lanzaron piedras que reventaban los cráneos de los soldados. La lucha era a muerte. La flota inglesa decidió retirarse, pero volver a embarcar podría ser mortal. En el puente de O Burgo, a unos tres kilómetros de A Coruña, los españoles abatían a los ingleses que intentaban cruzarlo, hasta que lo mejor del ejército de la reina Isabel hizo huir a los defensores españoles a los montes y aldeas. Los ingleses habían perdido más de 1.500 hombres y contaban miles de heridos.
Vueltos a sus barcos, pusieron rumbo a Lisboa, donde unos 5.000 soldados españoles profesionales los esperaban. El 31 de mayo realizaron una gran encamisada —una acción de comando nocturna que ocasionó centenares de bajas inglesas— y, el 3 de junio, el virrey de Portugal aplastó el regimiento del coronel Brett, que murió en batalla. Al día siguiente Norris intentó huir, pero fue descubierto y perdió dos banderas.
Posteriormente, el adelantado de Castilla, Martín Padilla, con galeras y brulotes —barcos incendiarios— remató a la flota de Drake en cabo Espichel, donde hundió entre cinco y siete barcos. Norris, a su vuelta, estuvo a punto de llegar a las manos con Drake y lanzó un llamamiento al patriotismo: la misión sería ocultada para siempre.
Se decidió escribir panfletos exculpatorios que, junto a la leyenda de la Armada Invencible, que distribuyó William Cecil (1520-1598), barón de Burghley, mano derecha de Isabel I, y que se ocultaría la derrota. “Felipe II, en cambio, apenas hizo nada. Para él era una acción más, olvidando el desastre de los otros y aceptando una falsa leyenda. Las banderas que Norris perdió en combate han sido restauradas y lucen en la catedral de Sigüenza. Si Drake hubiese ganado, hoy no se hablaría español en América”, concluye Gorrochategui, que deja entrever una sonrisa en mitad del congreso ante la seriedad de los historiadores británicos que no dicen nada.
Galeones frente a las costas gallegas
Miguel San Claudio, arqueólogo de las universidades de Lisboa y Texas, calcula que el número de naves históricas que guardan las costas gallegas se acerca a las 1.700. Las condiciones meteorológicas de esta parte del litoral —con fuertes vientos del noreste— hacían muy difícil la navegación a vela cuando se intentaba poner rumbo norte y muchos barcos se hundían.
Las consecuencias de la meteorología permanecen en el fondo marino, pero suponen un verdadero tesoro científico para los expertos. A pocas millas de las costas, e incluso muy próximos a ella, descansan los pecios de cientos de galeones, urcas, galeras, fragatas... Como el de un galeón inglés de Drake, aún no identificado en las islas Cíes, en un saliente llamado Punta de Cañón. Los descubrimientos se repiten en Bares, Cariño, A Coruña –donde se hundió el galeón Regazona —cuyos cañones recuperados sirvieron para defender la ciudad de la Contra Armada-, Vigo, Camariñas…
“Es nuestra historia”, cuenta, al tiempo que se queja de la falta de especialistas y de una política decidida para extraer los yacimientos subacuáticos. “Le dices a los políticos que has encontrado los restos de una expedición y te responden que si llevan allí 500 años, no pasa nada porque sigan un poco más, que ahora no hay dinero”, y tuerce el gesto al recordarlo.
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