¿Se desclasan los ricos?
Sudor e intelecto en las obras de un profesor de arte que fue futbolista, Valentín Roma, y de un filósofo que es ciclista, Guillaume Martin
Cuando el míster les ordenaba dar vueltas al campo de fútbol, Valentín Roma emprendía una rápida huida interior repasando mentalmente los preceptos de la Crítica del juicio, de Kant. Cuando le toca salir a entrenar las mañanas frías de invierno, tan duro en Bretaña, Guillaume Martin se coloca en los cascos el programa radiofónico de filosofía de France Culture y pedalea contra la lluvia y las tempestades sumergidas su mente y su energía en la escucha de disertaciones a veces incomprensibles sobre Descartes, sobre el cuerpo y el espíritu, la inteligencia práctica y la inteligencia teórica, y tanto se entrega que acaba pájara.
Roma no llegó a futbolista profesional. Renunció a la tierra que tenía prometida, pero parte de su experiencia como gran promesa juvenil para escribir su Retrato del futbolista adolescente, novela falsamente autobiográfica escrita desde un yo aconfesional. Martin, entregado en cuerpo y espíritu, es más que nada un ser racional, muy racional, y a la vez ciclista profesional (y ya ha corrido dos Tours) y filósofo, y parte de su experiencia filosófica para escribir una ficción, un divertimento a lo Monty Python llamado Sócrates en bicicleta, el Tour de los filósofos en el que hace a Platón, a Kant, a Nietzsche o Averroes esforzados gigantes de la ruta esprintando en un pelotón peculiar.
Las dos novelas escarban original y dialécticamente en la siempre curiosa relación entre sudor e intelecto. Son dos bichos raros en sus mundos. Roma (Ripollet, 1970), quien cuando dejó el fútbol estudió Historia del Arte y Estética y actualmente dirige el centro de arte La Virreina, es un futbolista metido en un ambiente de, se supone, refinamiento y orgasmo ante una metáfora bien trovada. De Martin (París, 1993) cuelga un sambenito más pesado, es el filósofo del pelotón, un medio en que se enseña que el pensamiento está reñido con el rendimiento.
Son dos desclasados. Y solo como protagonistas de su excepción pueden contar su vida.
Roma cuenta muy literariamente su biografía de doble desclasado desde su experiencia de futbolista, su adolescencia alimentada de olor a vestuario macho y linimentos en la España de los ochenta, la década del descreimiento. “Sin duda, sin futbolista en el título, la parte argumental tendría otra configuración, pero no la escritura, el tono de la novela”, dice Roma, hijo de campesino emigrado a la capital, y allí obrero comprometido. “Es una historia que cuenta qué fácil es cambiar de vida, qué sencillo, qué poco pasa”. Es la historia de la renuncia, del reclasamiento, la marcha atrás de un chaval desclasado. Es la crónica irónica, claro, de una época. “Y, por supuesto, no es la fácil fábula heroica católica, sino su contrario. ¿Se desclasan los ricos?”.
La ironía distanciadora también guía a Guillaume Martin, quien como un juego inventa la ciclosofía (no la filosofía de la bicicleta, sino la bicicleta de los filósofos) y la suelta sobre la tierra. “El deporte es un juego. Y yo no dejo de contemplarlo como tal por muy difícil y serio que pueda ser el ciclismo profesional. La vida misma es un juego y, en ese sentido, hay una perfecta coherencia entre la práctica deportiva y lo que yo llamaría mi filosofía cotidiana. ¿Por qué pedaleo? ¿Por qué soy ciclista? Porque creo que nada es nunca verdaderamente serio, que nada en la vida tiene un sentido absoluto, que ningún destino ordena y dirige nuestras vidas”, explica el ciclista profesional.“Sócrates en bicicleta no deja de ser un boceto de lo que podría ser esta ciclosofía a través de las aventuras de estos ciclistas filósofos que se preparan para disputar el Tour. Este truco narrativo me permite evocar la filosofía de Sócrates, Platón, Nietzsche, Sartre… de una manera menos austera y distante que lo que podría ser un tratado tradicional de filosofía. Y una ciclosofía, volviendo a lo que decía antes, debería insistir en la noción de juego en un sentido casi metafísico”.
Martin se declara socrático, esclavo del raciocinio, pero proclama un interior tan nietzscheano que se ve obligado a lanzar una soflama casi provocadora. “Pierre de Coubertin, el inventor de los Juegos Olímpicos modernos, decía: ‘Lo importante es participar”, explica. “Nietzsche, sin embargo, escribía a través de su héroe Zaratustra, a quien no es complicado comparar con un gran escalador que se pasa el día subiendo y bajando de su montaña: ‘No os aconsejo la paz, sino la victoria’. Y así tiene que ser”.
Retrato del futbolista adolescente. Valentín Roma. Periférica, 2019. 208 páginas. 17 euros.
Socrate à vélo. Guillaume Martin. Éditions Grasset, 2019. 192 páginas. 17 euros.
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