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Giuseppe Scaraffia: “El cine llevó a la Costa Azul a los ricos y a los turistas”

El escritor italiano convierte la Costa Azul, el espacio por el que transitaron numerosos egos literarios, en el verdadero protagonista de su último libro

Daniel Verdú
El escritor italiano Giuseppe Scaraffia, en Milán en 2014.
El escritor italiano Giuseppe Scaraffia, en Milán en 2014.Leonardo Cendamo ((GETTY IMAGES))

El verano, el calor o el mar no parecían el mejor contexto para la concentración y el trabajo intelectual de aquel grupo de escritores. Pero a veces suceden pequeños milagros que transforman algunos lugares en espacios de efervescencia creativa. Sucedió en la Costa Azul en el periodo de entreguerras. Un lugar por el que ya habían pasado Casanova o el Marqués de Sade sin dejar apenas un testimonio escrito de aquella experiencia, pero que se transformó con la llegada de los primeros ingleses y de una familia de mecenas muy particular. Thomas Mann, Jean Cocteau, Nietzsche, Stefan Zweig, Fitzgerald…, todos encontraron entre los pinos y el mar Mediterráneo el espacio perfecto para que explotasen algunas de sus mejores obras. Giuseppe Scaraffia (Turín, 1950), escritor y filósofo, profesor de literatura francesa en La Sapienza, entendió que hacía falta contarlo y convertir el propio espacio por el que transitaron todos aquellos egos en el verdadero protagonista. Es lo que ha hecho en La novela de la Costa Azul (Periférica).

Pregunta. ¿Los 36 sitios, y no la cronología o los personajes, marcan la historia.

Respuesta. Pensé que daba una percepción distinta de los autores. Uno era joven en Mentón, viejo en Marsella... Un arco de la vida humana. Además, nos permite ver a Simenon solo en una casita de Cagnes primero, y más tarde en la villa lujosa con la mujer, a quien recompensaba cada infidelidad cono un bolso de Hermés. Es el mismo hombre, pero no lo es. Somos distintos en cada lugar donde estamos. Y en este periodo el espacio era muy importante: transformaba.

P. ¿Cómo les transformaba a ellos?

R. Es como si el sol disolviese a esas personas. Incluso a Thomas Mann, imperturbable, que siempre llegaba con traje negro de gala, pero que poco a poco se fue dejando llevar. Digamos que la Costa Azul es un territorio de nadie en el que todos podían hacer lo que querían.

P. ¿Qué buscaban?

R. Todos venían de la gran tragedia de la Guerra Mundial, a lo que se sumaba una plaga de fiebre que había propagado la idea de que la vida era un bien precario que debía disfrutarse al máximo: beber desmesuradamente, hacer el amor, perder el tiempo. Fue un cambio generacional muy fuerte. Un mundo, como explicaba Marx, liquidado más tarde por la crisis económica. Después de la crisis del 29, se vendieron 350 villas de americanos.

P. ¿Quiénes fueron los primeros en llegar?

R. Los Murphy, esa pareja fantástica, herederos de una gran fortuna. Él era un dandy muy atento con los amigos. Pintaba unos cuadros que anticiparon el pop art. Ella era una mujer muy bella que no se preocupaba de su aspecto. Hay un cuadro de Picasso que la retrata con el collar de perlas vuelto a la espalda. Su máxima era un refrán español: ‘La mejor venganza es vivir bien’. Hacían unas grandes fiestas donde mezclaban a todos aquellos personajes. Tenían la idea de que la misión de los ricos era hacer vivir bien a los artistas. Hoy piensan lo contrario.

“La crisis económica liquidó aquel mundo de escritores. Tras el 29 se vendieron 350 villas de estadounidenses”

P. Un contexto de verano, mar y fiestas no parece el mejor sitio para escribir. Pero de ahí salieron grandes obras.

R. Solo Chéjov decía que la Costa Azul era mejor para leer que para escribir. El resto trabajaban muchísimo. Me impactó la imagen de Nietzsche que paseaba y se iba parando para escribir bajo una sombrilla. Fitzgerald empezó ahí El gran Gatsby y Suave es la Noche. Camus, El hombre rebelde. Los hermanos Mann escribieron que ‘ir a trabajar ahí era lo más bonito’. Cocteau decía que las flores crecen en París, pero nacen en la Costa Azul.

P. Los Murphy también trajeron a los Francis-Scott Fitztgerlad y su esposa Zelda. En su vertiente más autodestructiva.

R. Ella tenía la manía de conducir a toda velocidad por las curvas de la Gran Cornisa y en la curva más peligrosa le pedía a su marido que le encendiera un cigarro para que condujese con una mano. Siempre decían que no estaban especializados en el instinto de conservación. Rompieron un poco esa estabilidad de los Murphy.

P. Eran todos muy jóvenes, pero no descuidaron su trabajo.

R. Todos estaban alrededor de los 30. Hoy parecería imposible. Una capacidad de trabajo increíble. Cocteau se encerraba en el hotel a tomar opio, pero conseguía sacar adelante todo el trabajo. No se perdía ni una fiesta, pero decía que quién iba, en realidad, era un doble.

P. También gente menos excéntrica como Walter Benjamin tuvo sus excesos.

R. Tuvo una experiencia con el hachís. Contaba que había perdido el relieve del techo.

P. Cuenta que Benjamin se jugó el dinero de un viaje en el casino y ganó. ¿Qué papel tenía la ruleta en toda esta historia?

R. Importante. Era un punto en que la vida se ponía en juego. Chéjov, de hecho, construyó una ruleta en miniatura para practicar y descubrir el secreto de la fortuna. Pero Benjamin fue el único que ganó.

P. ¿Hoy queda algo así en el Mediterráneo?

R. No creo. Capalbio (en la Toscana) era una caricatura, artistas falsos y ricos auténticos. Capri sí fue algo parecido. Ahí se fueron muchos de la Costa Azul: Graham Green, Fitzgerald, Wilde, o el propio Malaparte… también hicieron sus gamberradas ahí.

P. ¿El turismo tuvo que ver con el final de aquel esplendor cultural?

R. Entonces todavía había muy poco, era el inicio. Estaba más en Montecarlo o Niza, y fue el cine el que lo trajo. En realidad, aquella era una Costa Azul donde el único factor de molestia eran ellos. Venían algunas épocas y luego desaparecían.

P. La libertad sexual, también entre hombres, debía ser uno de los alicientes.

R. En Capri la homosexualidad entró más. En la Costa Azul el único caso visible fue Wilde, que de hecho se hizo novio de un pescador. Pero era una sociedad abierta, no había ningún problema con la homosexualidad o la droga. Mire, quizá era más abierta que la actual.

P. Entonces, ¿cómo se terminó todo?

R. Duró hasta los años 30, cuando los alemanes empezaron a invadir Francia. Se crearon grandes problemas. Luego quedó devastado, se convirtió en otra Costa Azul más ligada a lo mundano. Y los ricos, entonces, sí, empezaron a ser mayoría.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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