Dan Reed: “Nunca entenderé que se dejase a Michael Jackson dormir con niños”
El director de 'Leaving Neverland' explica cómo lidia con la furiosa reacción que su documental ha provocado por el mundo
Dan Reed (Reino Unido, 1964) es desde hace tres semanas un hombre en una cruzada: demostrar que Michael Jackson era un pedófilo en serie. Su arma es el exitoso documental Leaving Neverland, que ha dirigido (puede verse en Movistar) y en el que dos víctimas de Jackson, Wade Robson y James Safechuck, cuentan los abusos físicos y emocionales que sufrieron a manos del cantante más querido de la cultura popular reciente. Pero desde entonces, y a pesar de aportar amplias pruebas, Reed vive enfrentado al peor ejército de negacionistas —que no tolera revisar la imagen del Rey del Pop— que haya visto en décadas haciendo documentales. "Justo vengo de Francia, donde he ido a un debate televisado y tenía a un hombre, que es padre, defendiendo a gritos la inocencia de Jackson. Le pregunté si él dejaría a su hijo dormir con Jackson. Y tuve que hacerlo varias veces porque me contestaba con evasivas. Al final dijo que no", explica por teléfono a EL PAÍS. "Esta gente vive en un Neverland propio muy extraño".
Pregunta. ¿Qué le ha sorprendido de la enorme reacción que ha tenido su documental?
Respuesta. Las culturas son diferentes y responden de modo distinto ante la idea de una figura de autoridad que abusa de la confianza que se ha ganado entre unos padres. Los países católicos tienen sus historias de la Iglesia y los curas, y ahí es más difícil que crean que Michael Jackson haya hecho algo mal. En Estados Unidos tienen el Me Too y se escucha más a las víctimas.
P. ¿Los apologistas de Jackson le han dejado de atacar?
R. No, y no entiendo qué les mueve. Su identificación con Michael Jackson es total; todo lo que se diga de él ellos se lo toman como una acusación personal. Mientras, los herederos de Jackson no paran de propagar información descontextualizada o manipuladora. Quieren desarmar las acusaciones del documental y armar a los integristas. Y eso que la película no les contradice, porque no habla de las estupideces que dicen. En general, vivía mejor cuando trataba con yihadistas [haciendo su anterior documental, Charlie Hebdo: tres días de terror, que estrenó en 2016].
P. ¿Sintió alguna presión por ir a por alguien tan querido? Como dicen: “Si intentas matar al rey, no falles”.
R. Nosotros fuimos los primeros que intentamos desmontar las historias de Wade y James, pero resultaron ser indestructibles. No me queda duda de que dicen la verdad. Luego, mi equipo y yo comprobamos cada dato minuciosamente. Todo encajaba. Y al final, algo que me salva es que el documental no va de Jackson, sino de las familias a las que sedujo.
P. Uno de los niños, Wade, habla con cariño de su abusador, y el documental explora ese sentimiento tan extraño.
R. Esa fue una de las cosas que me convenció de que decían la verdad. Si pretendían contarme una sarta de mentiras para llevar a juicio a los herederos de Jackson, no hacía falta entrar en detalles tan específicos, en sentimientos tan complejos y contradictorios.
P. A James se le rompe el corazón cuando Jackson le deja para abusar de otro niño. ¿Se esperaba antes de rodar que el componente emocional fuese más oscuro que el sexual?
R. Hay un momento clave. Es cuando está acabando el periodo de luna de miel —ni sé si debería llamarse así— entre James y Michael Jackson. Este todavía le invita a su casa, pero duerme con otro niño. Y James tiene que dormir en el sofá con una manta. Ahí comprende que su “matrimonio” con Jackson ha terminado. Aunque le seguiría invitando a su casa y teniendo encuentros sexuales, el niño entiende que el periodo de cercanía y compañía constante ha terminado. Se pone a llorar, a pedir que venga su madre. Jackson le compra un billete de avión y le manda a casa. La brutalidad emocional de un hombre que es capaz de descartar a un niño y mandarlo a casa con dinero, eso fue de lo más duro de oír.
P. La mayoría de las entrevistas están rodadas a principios de 2017, antes de la explosión casi repentina del Me Too. ¿Provocó algún cambio en la película?
R. No mucho, pero sí que creó un clima en el que ya no se desestima el testimonio de una víctima, especialmente si el acusado es rico y poderoso. En el caso de Michael Jackson hay una cosa a la que no entiendo que no se le dé más importancia: nadie niega que durmiese con niños, probablemente una docena de ellos. Y sin embargo nadie hizo nada. Él era sexualmente activo. Su música no es asexual. Y sin embargo, el hecho de que durmiese cada noche de su vida adulta con menores, a puerta cerrada y con la alarma activada para que nadie entrase, se aceptó como algo normal. Es como para cuestionarse la cordura de la gente que le rodeaba.
P. ¿De los fans o de los que se benefician de ellos?
R. Los dos son parte de una secta, no porque estén organizados, que no lo están, sino por cómo convierten en un ídolo a Jackson. Creen que representa una pureza infantil, que es un ser angelical, que no era del todo de este mundo. Él mismo se encargó de mentalizarles meticulosamente para que aceptaran a un adulto que duerme con niños.
P. ¿Cómo?
R. Se inventó un mito, una mezcla de Peter Pan y el Flautista de Hamelín. Y cuanto más mítica es la forma que asume esta gente, más miedo tiene la gente de punzar esa aura. Y más confusión crea la caída.
P. Antes estábamos del lado de los famosos. ¿Qué ha cambiado?
R. Nos han fallado demasiadas figuras de autoridad.
P. La música de Jackson fue fundamental si no en la cultura, sí en la vida de mucha, mucha gente. Ahora hay quien no la puede volver a escuchar. ¿Esa consecuencia le pesa?
R. Eso es responsabilidad de él. En la película nunca decimos que no se escuche algo.
P. ¿Usted la escucha?
R. Antes no, pero he empezado a hacerlo. Tengo mucha curiosidad por entender cómo aquel hermoso niño pequeño acabó convertido en un depredador sexual.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.