Ai Weiwei: “Hemos desechado la humanidad como una de las cualidades del ser humano”
El artista estrena a nivel mundial 'The Rest', su segundo documental sobre refugiados en dos años
A principios de marzo, Ai Weiwei (Pekín, 1957) contestó al tuit de una fábrica británica que ofrecía 30.000 toneladas de botones ante su inminente cierre. ¿Puedo quedármelos todos?, dijo el artista. Desde entonces, miles de seguidores y medios de comunicación hacen conjeturas sobre cómo será la nueva obra de uno de los artistas más celebrados del mundo.
Can I have them all?aiweiwei.information@gmail.com
— 艾未未 Ai Weiwei (@aiww) March 9, 2019
“Estoy en ello, creo que ya les he convencido para quedármelos. Pero todavía no tengo ni idea de lo que voy a hacer con ellos. Quizá tarde años en tener una idea o quizá formen parte de mi próxima exposición. Siempre he creído que el proceso de obtener los medios para el arte es parte de la obra en sí misma. Esta en concreto ya está en marcha, aunque no sepa dónde va a llevarme”, contesta a EL PAÍS desde Copenhague, donde presentó este viernes su nuevo documental.
Porque, al margen de sus mastodónticas instalaciones que protagonizan infinidad de selfis en las redes sociales que él tanto adora, lo que le mantiene ocupado en los últimos años es registrar con su cámara un tema que despierta menos interés en la audiencia: la crisis de los refugiados en Europa. "La crisis de los humanos", puntualiza.
En el festival CPH:DOX de la capital danesa celebra el estreno mundial The Rest, el segundo documental que dedica a este tema en menos de dos años tras estrenar en 2017 Human Flow (Marea humana). “Y habrá un tercero, con la intención de que se vean como uno solo. Una película no es suficiente para mostrar la dignidad que merecen esas personas y para contar todo lo que hay que contar sobre ellas”, avanza.
El título (que en español se traduce como los restos) hace referencia al modo en que Europa trata a los miles de personas que han llegado soñando con recuperar la oportunidad de tener una vida. La realidad que se encuentran es que terminan hacinados durante meses en lugares donde ni siquiera pueden tomar una ducha.
De las costas griegas a la Jungla de Calais, el recorrido del artista por la brutal tragedia le deja, esta vez, detrás de la cámara. Una de las críticas más repetidas de Human Flow lamentaba que él apareciera en demasiados planos.
“Planteé el primero como una introducción. En The Rest lo importante es que ellos hablen sobre sí mismos. Mi presencia y mi punto de vista no son necesarios. El resultado es un relato más oscuro y desesperado, pero es que esa es la situación actual de los refugiados”, comenta.
Derechos individuales antes que humanos
La vida y obra del disidente chino han estado marcadas por la cárcel, la censura y el destierro. Algunos de esos castigos los vivió en su infancia junto a su padre, un poeta y activista político que también sufrió la persecución en su país. Por eso dice que su lucha en favor de los derechos humanos no ha sido elegida, sino impuesta por los acontecimientos de su biografía. El problema, lamenta, es que el concepto se ha desvirtuado.
“Hemos desechado la humanidad como una de las cualidades del ser humano. Los derechos individuales son los que encajan en el tipo de sociedad que hemos creado y son por los que luchamos. Creemos que eso es libertad y no podemos estar más equivocados. Puede ayudarnos a ser más eficientes en nuestras empresas, pero no a ser más felices” comenta.
Una de las herramientas favoritas para lanzar su mensaje son las redes sociales, que integra en su arte y en su vida diaria: “No son perfectas, pero nos recuerdan que no estamos actuando en función de todo lo que sabemos. Nos explican a cada segundo lo que está pasando en Venezuela, Yemen o Nueva Zelanda, así que es mucho más complicado justificar por qué no estamos haciendo nada al respecto”.
Dice sentirse cómodo en cualquier sitio, aunque crea no pertenecer a ninguno. Así le ocurre en el Kunsthal Charlottenborg, la extensión de un palacio real danés del siglo XVII en el que concede esta entrevista. Recuperó su pasaporte en 2015, tras cuatro años sin poder salir de China. Se instaló en Berlín tras el rechazo de Reino Unido de darle asilo permanente y ha viajado en este tiempo por todo el mundo, sin apenas descanso. Prometió no abandonar nunca su país y lo ha cumplido a través de sus instalaciones, a menudo hechas con materiales tradicionales chinos.
Durante su reciente vida nómada ha visitado al líder independentista y presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, en la cárcel de Lledoners. “No puedo posicionarme sobre si las ideas independentistas que defiende son correctas o no. Pero, no es propio de un Estado europeo encerrar a alguien por esas razones. Aunque no compartamos su verdad, no podemos tolerar que se agredan sus derechos básicos. Porque no son solo los suyos; son los de todos nosotros”, defiende.
El artista vuelve a no tener hogar fijo tras haber abandonado la capital alemana, enfrentado al clima, la barrera idiomática y a una actitud de sus ciudadanos con los extranjeros que considera nociva. Nueva York, donde tiene otro de sus estudios, parece el lugar al que probablemente regresará tras haber llegado allí en los años 80 como estudiante.
“El Estados Unidos de Trump no es muy distinto del que conocí entonces. Las semillas de lo que luego ha florecido, ya estaban allí. Su presidente actual no es un excéntrico caso asilado. Él representa lo que es Estados Unidos y lo que ha sido. No olvidemos que la esclavitud y el Ku Kux Klan ha formado parte de su historia. La memoria es corta. Es por eso por lo que necesitamos documentales, para que la gente pueda verlos y recordar”, dice.
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