Las relaciones entre las artes tienen en Margolaria (El pintor) una buena demostración de que se pueden ofrecer esencias, espíritus e incluso tempos semejantes entre disciplinas distintas. Un cuadro del pintor Alain Urrutia y un tema del cantante Mikel Urdangarin, unidos por una película documental de Oier Aranzabal. Y todo encaja: ritmos, caracteres, notas, pinceladas, modos de hablar, de pensar y de comportarse, interioridades y exterioridades.
MARGOLARIA (EL PINTOR)
Dirección: Oier Aranzabal.
Género: documental musical. España, 2018.
Duración: 103 minutos.
Margolaria (El pintor) es una calmada película documental sobre un intercambio de obras, filmada con estructura de road movie, y que, en esencia, es una reflexión sobre el proceso de creación artístico. Y además en un doble sentido: el personal, hacia dentro, con el demasiadas veces largo y tortuoso camino hasta no ya la profesionalización sino, sobre todo, hasta la confianza en uno mismo; y el estético, hacia fuera, ya sea en forma de canción, de cuadro o de película.
Con la ayuda de compañeros de banda y de la propia familia de Urdangarin, veterano cantautor vasco que un buen día abandonó la enseñanza para dedicarse a hacer canciones de exquisitas letras, el debutante Aranzabal lleva su película, hablada casi íntegramente en euskera, por unos caminos nada trillados, donde carismáticos personajes van apareciendo y desapareciendo por el relato en una suerte de fábula sobre las inseguridades y la madurez del artista, y sus posibles refugios.
Y aunque en principio su imagen en blanco y negro parezca discutible, un hermoso y colorido giro final resuelve las dudas. Margolaria es la universalidad de la pincelada, la de la imagen en blanco y negro, con el decisivo contraplano de un público emocionado ante cualquier obra de arte.