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John Grvy: “España es un país racista”

El músico nigeriano, criado en Toledo, es una figura emergente de la electrónica

El cantante John Grvy, en Madrid.
El cantante John Grvy, en Madrid.ÁLVARO GARCÍA

Confiesa John Grvy que a él mismo le asombraba la repercusión que conseguía en sus inicios. Apareció hace cinco años, con aires de crooner electrónico y todo eran halagos. Pero que a un chaval de 24 años, nigeriano de nacimiento y criado en Illescas (Toledo) desde los cinco, le denominen “la gran promesa española del soul”, con solo cuatro canciones editadas, parece un poco exagerado. “Ahora estoy en un nuevo comienzo. He cambiado de mánager y es todo un poco más desenfadado, estoy disfrutando un pelín más. Porque aquello me marcó muchísimo a la hora de hacer música. Cuando decían que hacía neosoul, o que era ‘la gran esperanza de la música negra’. Pensaba, vale, soy negro, he nacido en África y mi madre escuchaba a Shaggy, pero también a Tracy Chapman”. 

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Le comparaban, lo juro, con Kanye West, aunque él se veía más cerca de, por ejemplo, Toro i Moi o Twin Shadow, neoyorquino de origen dominicano que cuando canta suena más a Morrissey que a Marvin Gaye. “Era simplemente por lo racial. Me pasó desde el principio. Yo empecé a hacer música por casualidad, porque una persona me vio en el pueblo y me dijo: ‘Tú rapeas ¿no?’. Como era negro tenía que rapear. Pues no. Pero era adolescente y pensé que una canción sería un buen regalo para mi novia. Y así me picó el gusanillo y empecé”.

Atención a cómo se pasa de componer para tu novia a gran esperanzam, que tiene previsto actuar el próximo miércoles en la sala Sol de Madrid: “Fue años después. Yo estudiaba dos carreras, Periodismo y Sociología, y quería ser asesor político. Un amigo me pidió tocar con él, me flipó y decidí seguir. Me tomé un año sabático, grabé cuatro canciones, gané un concurso, me contactó una agencia de management, me fichó, empezaron a salir festivales y así empecé a tomármelo un poco en serio”.

Ahora mismo se dedica en exclusiva a ello. “Hasta que me aburra”, matiza. Compone y produce para otros y acaba de editar GRIS, una mixtape, ese término que se ha convertido en cajón de sastre para cualquier grupo de temas que se distribuya gratuitamente por Internet. En este caso son siete canciones plagadas de colaboraciones. “No es un elepé. Con el elepé llevo dos años trabajando, me voy a Lisboa dentro de poco a acabarlo. La mixtape es descontrolada, música que me iba saliendo sin pensar, sin un concepto y, según hacía temas, se me ocurrían amigos para que colaboraran. El disco tiene un concepto, va a sonar un pelín más unísono.” 

Lo que queda claro es que ha pillado un desvío, más trapero y latino. “Y el disco se desviará más, llevo dos años buscando quién soy. Ahora hago música sin pensar en que me llamen postclub o postsoul”. Queda clara la cantidad de mundos que se mueve por la diversidad de colaboradores. Los hay pop, como Javiera Mena o Brisa Fenoy; traperos, como Yung Beef o Cruz Cafuné. Jovencísimos productores electrónicos como Kidd Ross, que apenas tiene 18 años. “Son historias distintas. A Yung Beef, le conozco desde 2014. Salgo hasta en un vídeo de Pxxr Gang. A Cruz Cafune le conocía de Internet. A Brisa más o menos lo mismo. Con Javiera yo tenía un tema que me parecía para ella, y un día me fui de pedo con un tío de Sony, se lo comenté, me dijo, 'pásamelo', y a ella le encantó”.

La mixtape es la enésima prueba de que en cinco años la escena española ha cambiado cinco siglos. “Antes era exótico, una rara avis, mezclar música negra con ritmos electrónicos. Ahora es lo normal. Yo lo veía venir, era lo que pasaba fuera y llegaría aquí”.

Grvy ha vivido con el síndrome del exotismo. “España es un país racista. No es un racismo violento ni áspero, pero existe en las formas, en los gestos. Yo llevo viviendo tres años en El Retiro y las señoras aún se cogen el bolso cuando me ven pasar. Ese ser el otro, ser distinto, no lo siento cuando estoy en Francia o Inglaterra. Aunque creo que va a menos. Mi hermana Paula tiene 19, nació aquí, estudia Derecho en León y la gente de su edad tiene otra forma de verlo. Yo siempre fui el ‘negro del colegio'. Ella ya no. Afortunadamente”.

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