El museo y la biblioteca superan su divorcio para evitar su extinción
Una exposición en el Centro Koldo Mitxelena presenta el trabajo de 14 artistas para mostrar cómo el arte contemporáneo puede ampliar el público de los centros de lectura
“Cuatro palillos”. En la gran lista en la que la artista Maider López clasifica lo que los lectores usan como marcapáginas hay cuatro palillos. Pero también una papeleta de voto y otro centenar de objetos que recuerdan que la lectura es una vivencia única, una experiencia particular. Que los libros se dejen cruzar por cuatro palillos, una papeleta de voto, billetes de metro, lista de la compra o una hoja seca es la metáfora perfecta de la desacralización que plantea la exposición Todas las bibliotecas del mañana, comisariada por el escritor Jorge Carrión, en el Centro Koldo Mitxelena, en San Sebastián.
Contra el rigor mortis de las bibliotecas que rechazan la apertura a mundos que no sean la lectura, el montaje presenta a 14 artistas que demuestran que todo es lectura, pero que con eso no basta: que hay que vivir para contarlo. Y en ese camino hacia la experiencia humana (y humanista), la biblioteca del mañana emerge como centro de vivencias accesible a cualquiera y dispuesta para la participación de todos. “Las bibliotecas se transforman y se definen como laboratorios de experiencias sociales, donde se cocina, se enseñan idiomas o se integran los inmigrantes”, cuenta Carrión.
El ideal de la biblioteca que se dibuja en el recorrido por la obra de estos 14 artistas seleccionados no es un castillo que se aísla de la sociedad a la que sirve. Imaginan y proponen un lugar transparente y activo, donde lectores e instituciones forman una comunidad en diálogo. En esta exposición el arte y la lectura superan su divorcio y vuelven a dirigirse la palabra, para sacar al libro de sus casillas y convertirlo en una fuente de saber y de disfrute. Carrión propone al arte contemporáneo como puente que abre a las bibliotecas a un modelo que niega su desaparición, aunque para ello deba mutar en un espacio atractivo para todos, no sólo para lectores.
La refundación
La exposición pone el punto final a una institución que cerrará en otoño, para iniciar una reforma integral del espacio y de la misión que tiene encomendada. El Koldo Mitxelena, después de 25 años de historia, quiere entrar en el siglo XXI y empieza por rediseñar su edificio. Un acto simbólico que pretende inaugurar un modo institucional que sea una referencia en la población. El diputado foral de Cultura, Denis Itxaso, reconoce que el centro debe aspirar a “ampliar sus públicos” y “buscar sinergias entre la biblioteca y la sala de exposiciones”.
Esta exposición es una llamada a la creación de museos y bibliotecas que superen la distancia decimonónica con sus públicos hasta convertirlos en partícipes. De ahí la presencia del ejemplo de bibliotecas modélicas de todo el mundo, como la Human Library, la Hyundai de Seúl, Oddi de Helsinki o las bibliotecas móviles de Colombia (que han demostrado ayudar a extirpar la violencia de las comunidades donde se implantan).
Junto a los marcapáginas recopilados y clasificados (a lo George Perec) por Maider López, Carrión ha invitado a participar a Ignasi Aballí (con su enciclopedia de madera, una escultura del saber), a Karmelo Bermejo (que invirtió 3.000 euros de una dinero público en comprar libros de Bakunin para apilarlos en una plaza pública y quemarlos), a Milena Bonilla (que hizo de Karl Marx y su “El capital” un objeto de lujo y un producto pirateado), a Alicia Framis (y su espectacular e impactante búnker de lecturas prohibidas, donde puedes entrar a leer libros censurados en todo el mundo) y a Miguel Ángel Blanco (con “La biblioteca del bosque”, donde el artista guarda sus experiencias en el monte). Todas ellas son un símbolo, como indica el comisario, de que la lectura no llega a ninguna parte si no entras en acción. La lectura como fin, no justifica la lectura.
Además de los artistas citados, en el espacio se presentan los proyectos de Rice+Lipka Architects, Julien Prévieux, Bernardí Roig y Agustín Fernández Mallo, Enorme Studio, Myriam Mihidou y Pere Ortín, Frederick Wiseman y Fehras Publishing Practices. No están todas las que son, pero sí todas a las que deberían aspirar el resto de bibliotecas, para reconocer la urgencia de generar un lugar público donde la lectura sea la apertura a tantas actividades como proponga la comunidad.
Babelia
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