La obsesión criminal de un maestro del ‘noir’
David Peace reflexiona sobre una obra que le ha llevado a la cima de la novela negra, una búsqueda obsesiva que se ha cobrado su precio
Esta es la historia de una obsesión. La de un niño que creció en el Yorkshire aterrorizado por los crímenes de un destripador; la del preadolescente que se leyó todo Holmes a los nueve años, Le Carré y Chandler poco después; la de un joven que quería comprender lo que ocurría, resolver cada misterio; la de un hombre, finalmente, que sabía que sería escritor a toda costa. David Peace (Yorkshire, 1967) desearía no estar obsesionado con el tiempo, no ser derrotado cada día por ese enemigo implacable, no sufrir como hacen sus personajes. Pero no puede. “He cambiado. Al principio escribía para resolver el crimen. Ahora me he dado cuenta de que la distancia y la complejidad lo hacen muy difícil, si no imposible. El tiempo es el enemigo del misterio. El tiempo es un invento del hombre pero no podemos romperlo. No todavía”, cuenta a EL PAÍS en Barcelona, donde ha sido una de las estrellas invitadas a BCNegra.
Peace vuelve atrás en sus obras para tratar de comprender. Sus cuatro libros sobre el destripador de Yorkshire (publicados en España por Alba), los dos de la Trilogía de Tokio (Random) o GB84 (Hoja de Lata) son ejercicios obsesivos de reconstrucción de hechos pasados que buscan despertar al lector. “No digo que no haya una verdad. Simplemente es cada vez más difícil conocerla porque estamos atrapados por miles de subjetividades”, explica tras una larga pausa.
Su búsqueda le ha impuesto una relación complicada con la escritura. “Todas las tardes practico la escritura, a mano. Y lo leo en alto. Pruebo un mismo texto con la primera persona, luego con la tercera. Tengo que ver cómo funciona. Cuando escribo necesito sentir la obsesión dentro de mí. Cormac McCarthy y James Ellroy, por ejemplo, son dos de los grandes. Cuando los leo trato de ver cómo funciona todo, conseguir que el texto pase a través de mí”, cuenta con una voz tímida pero segura. Esto puede acarrear complicaciones como cuando se dio cuenta de que Ciudad Ocupada no funcionaba en tercera persona e hizo los dos últimos capítulos en primera y volvió para atrás desde el final para reescribir los otros diez. Eso también puede explicar por qué publicó sus ocho primeros libros en 10 años y dos más en los 10 siguientes. Pero no parece preocuparse.
Las novelas de Peace son novelas criminales, ya hablen sobre un robo con asesinato múltiple en el Tokio posterior a la II Guerra Mundial o de la huelga minera contra Margaret Thatcher en 1984. En todas hay abusos, hay muertes, hay mentiras y conspiraciones para taparlas. “Con el caso del destripador de Yorkshire fue fascinante porque la policía se construyó su propia narrativa para engañarse a sí mismos y a los demás. Mires donde mires, todo viene y todo lleva al poder. Las violaciones, los robos, los asesinatos. Todo tiene que ver con alguien que quiere tener poder sobre otro. Y lo mismo ocurre en política”.
Solo hay una manera de contar todo esto: desde lejos y en primera persona. Por eso Peace se fue a vivir a Japón, en busca de un sentido de comunidad destruido en su país, víctima de una guerra de los de siempre contra los de siempre. Y de distancia, sobre todo distancia. “Necesitaba desconectarme. En Inglaterra no podía escribir. El tiempo juega en contra de quien quiere resolver un crimen, pero es bueno para hablar de hechos tan terribles como los de GB84, consecuencia directa de la reelección de Thatcher en 1983, cuando una parte del país votó para que la primera ministra iniciara una guerra contra la otra parte. Mis historias tienen que ser contadas sobre todo en primera persona. Porque si quiero ser exacto, si lo voy a vivir desde dentro, si quiero llevar mi obsesión a mis personajes, entonces tengo que usar la primera persona”, cuenta, reflexivo, preocupado por ser claro.
Una liberación futbolera y un santo rojo
Lejos de esta búsqueda obsesiva aunque emparentados con ella en cierto modo, Peace tiene dos libros sobre fútbol. El primero, Maldito United (Contra), lo escribió como una liberación. "Es de estas veces que ves la estructura. Estaba todo allí. Lo tuve en seis meses, se escribió casi solo", comenta con una sonrisa. Fan del fútbol pero no fanático, Peace cree que es, precisamente, esa perspectiva la que le ha permitido escribir sobre ello. Red or death es un libro bien distinto. Es la historia de un "santo rojo", la epopeya de Bill Shankly, el manáger del Liverpool que llevó al equipo a la gloria con un sentido del colectivo "muy intenso" en palabras del propio autor. "Disfruté mucho con él", cuenta.
GB84 es, en efecto, la historia de un crimen contra un pueblo. “Fue una guerra, una ocupación, la derrota en la última batalla para frenar todo lo que ha venido después y de lo que el Brexit es solo el último capítulo”, resume Peace, que asegura que participó en las movilizaciones mineras pero que no comprendía nada. Por eso escribió esta novela a siete voces. “Puede parecer complejo, pero son simplificaciones de lo que ocurrió realmente. Fui a los periódicos de cada día para tratar de comprender lo que iba pasando en cada momento. Entrevisté a mucha gente para construir estas voces, para tratar de entender los sacrificios de aquella gente”, añade.
Peace considera que su primera novela, 1974, es pobre, que solo en la segunda empezó a entender lo que quería hacer. El plan era acabar el cuarteto de Yorkshire con la huelga minera, pero su obsesión creció demasiado y el destripador ocupó espacio en su cabeza, creció y creció. Hay, confiesa, montañas de notas para una quinta novela sobre los destripadores de Yorkshire, en plural. “No sé qué pasará con ella. No se está muriendo, puede que simplemente sea un bebé que no quiero que crezca”, reflexiona. Veinte años después de iniciar una carrera que le apuntaba como el gran valor de la novela negra, consolidado en esa posición de privilegio, Peace asegura que solo quiere acabar la Trilogía de Tokio. “Eres tan bueno como lo es tu última novela. No quiero hablar de pérdida de tiempo, pero cuando miro para atrás… ¡oh!, otra vez el tiempo, el tiempo”.
Babelia
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