El renacido del Alpes
La reconstrucción de la que podría haber sido la historia de este hombre prehistórico, sus últimos días, es la apasionante premisa de esta película alemana
En el año 1991, tras el derrumbe de un glaciar semiderretido en los Alpes de Ötztal, entre Austria e Italia, se descubrió el cadáver de un hombre que desde el principio se pensó que era un montañero desaparecido. No lo era: el análisis posterior por parte de los científicos demostró que llevaba muerto 5.300 años.
ÖTZI, EL HOMBRE DEL HIELO
Dirección: Felix Randau.
Intérpretes: Jürgen Vogel, Franco Nero, Susanne Wuest, Andre Hennicke.
Género: aventuras. Alemania, 2017.
Duración: 97 minutos.
La reconstrucción de la que podría haber sido la historia de este hombre prehistórico, sus últimos días, es la apasionante premisa de la película alemana Ötzi, el hombre de hielo, tercer largometraje de Felix Randau, inédito hasta ahora en España. Una distinguida curiosidad cinematográfica que, aun resultando un tanto mecánica en su narrativa, en los aconteceres generales de su relato, tiene tantos atractivos puntuales que, sumados, conforman un trabajo insólito.
Hablada en una versión temprana del rético, idioma de una parte de la antigua Italia previa al Imperio Romano, sin doblaje ni subtitulado (no le hace falta, hay poco diálogo y el que hay se entiende por el contexto y las acciones), la película de Randau goza de un enorme cuidado histórico y está plagada de singularidades. En esos años no parecía existir el pudor (los adultos fornican delante de los niños con la mayor naturalidad) ni la monogamia, pero sí el arrebato lujurioso, además del culto a los muertos y la religión (o al menos una forma reglada de superstición), dirigida por una persona a medio camino entre un pastor y un hechicero. Eran al mismo tiempo cazadores, ganaderos, agricultores y guerreros. Los combates se producían entre vecinos de valles o de montañas, casi como los de los primates de 2001: una odisea del espacio, no había piedad con los niños y las violaciones integraban ya una parte del salvaje ejercicio de la conquista del territorio.
Con todo ello, Randau compone una historia de supervivencia que en ciertos momentos puede recordar a El renacido, de Alejandro González Iñárritu, rodada en imponentes localizaciones naturales, y con un ágil manejo de la cámara, armada a partir del plano secuencia. Y aunque sus virtudes se concentran más en los detalles que en el conjunto, se disfruta por la importancia de lo desconocido.
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