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No creas que sabes quién soy

Barcelona dedica la primera gran retrospectiva a Lorenza Böttner, una artista hasta ahora silenciada por la historiografía del arte cuya obra es un himno a la disidencia corporal y de género

Fotografía de la serie 'Face Art', (Kassel, 1983), de Lorenza Böttner.
Fotografía de la serie 'Face Art', (Kassel, 1983), de Lorenza Böttner.

Era un adolescente nacido en Punta Arenas, en Chile, hijo de inmigrantes alemanes. Dice la historia que le gustaban los pájaros y que un día quiso atrapar uno que estaba posado en un alambre, pero Ernst Böttner nunca supo que ese alambre era un cable de alta tensión. Sólo tenía ocho años. El accidente le carbonizó las manos y se llevó los dos brazos, una experiencia que rozó la muerte y le llenó de un dolor que le llevó a una exaltación del hedonismo y de la vida, a pensar su cuerpo como espacio disidente de la norma y a ensayar técnicas de contraaprendizaje para inventar otras prácticas de vida. Las suyas se amplificaron con las clases de pintura, danza y performance de Harry Kramer en la Gesamthochschule de Kassel, hoy la Escuela de Arte y Diseño, canalizadas en un sinfín de encarnaciones simultáneas donde el travestismo es entendido como una ampliación del repertorio gestual del cuerpo y la identidad como un lugar ancho, flexible y político. Entonces nació Lorenza Böttner (1959-1994) y el gran catálogo de rostros disidentes recogidos en la exposición que podemos ver ahora en el centro La Virreina Centre de la Imatge de Barcelona.

Se trata de la primera exposición monográfica internacional dedicada a la obra de esta artista hasta ahora silenciada por la historiografía dominante del arte. Su comisario, Paul B. Preciado, ya la rescató el año pasado para la Documenta 14 recordando su paso por la ciudad con el trabajo de licenciatura en la Escuela de Arte de Kassel en 1984, un gran mural en óleo sobre lienzo pintado con huellas del pie como pinceladas expresionistas que volvió a Kassel para ocupar el gran hall de la Neue Gallerie. Justicia poética llaman a estas acciones que desencajan la historia para recolocarla, y más al saber que mientras se celebraba la polémica Documenta 7 en Kassel, en 1982, una Lorenza estudiante transformaba las calles de Kassel en un espacio expositivo de guerrilla con sus obras pintadas con los pies y la boca.

Réquiem por la norma, la exposición en Barcelona, se detiene en todos los recodos de esa idea de personaje marginal, una figura que por exceso o por defecto está en discordia, en puro desborde. Extranjera en su tierra natal, no deja de ser nunca la múltiple determinación del margen: homosexual y travesti, artista callejera y performer, discapacitada motriz y finalmente seropositiva y fallecida de sida antes de los 40. La tensión entre normalización y subversión traspasa sus pinturas, fotografías, dibujos y performances públicas, donde su propia piel se convierte en lienzo que le permite reescribir un diálogo con normas e identidades impuestas. Lorenza Böttner las exprimió todas. Rehuyó de la idea de invalidez cuando recaló en la Clínica de Lichtenau junto a los llamados “niños del Contergan” y que Joseph Beuys llevó a una de sus acciones en 1966, Infiltración homogénea para piano de cola, y que más tarde fueron una referencia para Lorenza. También rechazó la idea de enfermedad, aunque en 1992 accediera a ser la imagen de la marca Faber Castell como un enfermo mental con camisa de fuerza que logra escaparse del psiquiátrico dibujando con los pies una ventana en el muro de la celda. Y aunque en sus obras su rostro siempre desaparece para convertirse en máscara, como vemos en muchas de las piezas de la exposición, Robert Mapplethorpe fue capaz de encontrar con sus fotos una imagen radicalmente opuesta, buscando lo ajeno que hay en un rostro visto a dos metros de distancia.

Podríamos detenernos aquí para hablar de sus pinturas bailadas, donde desaparece el cuerpo y el lienzo, de cómo Lorenza Böttner boicoteó la idea de canon de la escultura clásica al montarse ella misma sobre un pedestal y convertirse en escultura, o de por qué su último rostro público antes de morir fue el de Petra, la mascota de los Juegos Paralímpicos diseñada por Mariscal, la quintaesencia de su travestismo múltiple: del sur chileno al centro de Europa, de Ernst a Lorenza, de evidencia mutilada a paradigma de belleza…

Pero lo importante aquí es ver quién es desplazado hacia dónde. No se trata de definir quién es Lorenza Böttner porque, cuanto más nos acercamos, menos lo sabemos, sino de localizar los espacios de resistencia. Porque de eso habla esta exposición: de los daños colaterales de la sociedad capitalista en aquello que no se adapta a lo convencional, del cuerpo con diversidad funcional como escarnio social, de la Barcelona olímpica de lo episódico, de la historia individual reducida a mascota. Habla de la necesidad de construir un cuerpo al mismo tiempo disidente y deseable. De activar la política del gesto diferente y de actuar además de visibilizar. Por eso necesitamos más exposiciones como ésta.

Réquiem por la norma. Lorenza Böttner. La Virreina Centro de la Imagen. Barcelona. Hasta el 3 de febrero.

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