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La Petra de Barcelona 92 regresa a la ciudad

La Virreina rescata en una exposición a Lorenza Böttner, la artista que dio vida a la mascota paralímpica

José Ángel Montañés
La artistas Lorenza Böttner, fotografiada por Johanes Koch, en 1983.
La artistas Lorenza Böttner, fotografiada por Johanes Koch, en 1983.

En los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 hubo dos mascotas que quedaron en la retina y en la memoria de todos: Cobi y su dicharachera y bailarina amiga Petra, que fue la imagen de los Juegos Paralímpicos celebrados pocos días después. Para crear a Petra, su creador Javier Mariscal se inspiró en una amiga suya, Lorenza Böttner (1959-1994); artista chilena de origen alemán que se había instalado en la ciudad y que realizaba unas increíbles pinturas que realizaba con sus pies y su boca. La ceremonia en la que participó Böttner, que vieron millones de personas en todo el mundo, supuso una de las mayores contradicciones que vivió la artista: el disfraz de Petra ocultó a la persona que luchó por visualizar su realidad como mujer pese a haber nacido en un cuerpo de hombre, a la vez que se reivindicaba como artista plena pese su discapacidad que le impedía crear con sus manos.

La Virreina rescata del olvido la apasionante historia de Lorenza Böttner en la exposición Réquiem por la norma (hasta el 3 de febrero), la primera gran retrospectiva que se dedica a esta artista. “Petra eclipsó Lorenza Böttner como artista. Ella no aceptaba ser considerada discapacitada porque ella no se consideraba así”, según el comisario de la muestra, el filósofo Paul B. Preciado, que destaca el hecho de que su prematura muerte en 1994, víctima del SIDA en un momento en el que los fármacos no habían convertido esta enfermedad en crónica, “hizo que cayera en el olvido tras ocultar su trabajo la historia oficial”.

Petra, encarnada por Lorenza Böttner, en la ceremonia de inauguración de los Paralímpicos 92.
Petra, encarnada por Lorenza Böttner, en la ceremonia de inauguración de los Paralímpicos 92.

La historia de Böttner es tan cruda como apasionante. Nacido como Ernst Lorenz, a los ocho años se electrocutó al intentar coger un nido de un poste de la luz que le produjo grandes heridas y perder sus dos brazos totalmente. Tras su traslado a Alemania ingresó en centros para discapacitados en los que vivían cientos de niños que habían nacido con sus miembros deformes tras tomar sus madres durante el embarazo talidomida y que eran considerados inválidos y deformes. Ernst se revela contra eso, ingresa en la Escuela de Artes y Diseño de Kassel donde comienza su transformación “y colonización del cuerpo” que lleva a Lorenz a terminar siendo Lorenzo. “En un proceso de exploración visual y perfomática en el que el autorretrato y la danza le sirven como técnicas de construcción experimental del cuerpo”, explica Preciado. Su trabajo de fin de carrera de 1984 es un enorme mural en la que aparece ella, como Lorenza pintado con la planta de los pies; una pieza impresionista que preside una de las salas de La Virreina. En su tesis ¡¿Discapacidad?! examina cómo “se ha representado en el arte el cuerpo no conforme” y una genealogía de los artistas sin brazos o discapacidades de la historia (como Toulouse-Lautrec y Frida Kahlo) en la que ella se incluye.

Lorenza Böttner, fotografiada en blanco y negro.
Lorenza Böttner, fotografiada en blanco y negro.

Transgénero

Los dibujos, grabados, pinturas y perfomances que Böttner realiza entre 1978 y 1994 la muestran ocupando multiplicidad de posiciones de género y sexo: como señora victoriana, joven musculoso, bailarina, chica punk, estatua griega —Venus de Milo y Victoria de Samotracia—, bailarina flamenca, Miss Mundo y efebo con alas como Ícaro. “Se inventó un marco de representación en el que el cuerpo con diversidad se representa lejos de los discursos médicos y del freak show”, asegura Preciado, que destaca como el trabajo de Böttner es “una reivindicación vitalista de su sexualidad y su transformación de género”. En la muestra abundan las fotografías como chica supermaquillada como chico barbudo pelo en pecho. Böttner realizaba unos dobles trabajos, unos pequeños, íntimos a tinta y obras más grandes que ejecutaba en plena calle, “sus pinturas bailadas” que causaban admiración y sorpresa de los viandantes.

Olvidada tras su fallecimiento, la exposición es posible gracias a el hecho de que su madre guardó todas sus obras en la habitación de su casa. Una pequeña selección de obras ya se pudo ver en 2017 en la última edición de la Documenta de Kassel, de la que Preciado fue jefe de programas públicos. Tras su estreno en Barcelona la exposición ampliada, se verá en la Württembergischer Kunstverein de Stuttgart.

“Acciones de guerrilla transtullida”

A final de los años ochenta, después de volver de Nueva York, Lorenza Böttner descubrió Barcelona y, sobre todo, La Rambla, una arteria llena de vida y de agitación artística. Era el momento en el que la escena underground tomaba la calle. Ella la utilizó como espacio expositivo en la que realizaba sus "acciones de guerrilla transtullida" y coincidiendo con personajes como Ocaña y Nazario. "Es muy posible que si su enfermedad no se hubiera agravado se hubiera instalado en la ciudad. Aquí estaba cómoda", asegura el comisario de la muestra Paul B. Preciado.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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