Qué cercano resultas, Nick Hornby
Se combinan con acierto las situaciones de comedia, el tono irónico y el subterráneo drama
Existen escritores que te identifican perdurablemente con su mundo, te provocan simpatía, expresan inmejorablemente cosas que tú has sentido, te resultan cercanos. Dudo que las academias incluyan su obra entre la gran literatura (con razón, probablemente), no sé si las generaciones jóvenes (suponiendo que todavía lean libros) y las venideras sentirán algún enganche con ella, pero yo acostumbro con placer a seguir continuamente su literaria pista. Y lógicamente, no mantienen siempre el estado de gracia, pueden decepcionarte, estar en baja forma, pero nunca vas a renunciar a ellos, ya que alguna vez te hicieron feliz. El inglés Nick Hornby es uno de ellos. De él me gustan hasta el careto y la pinta que tiene.
JULIET, DESNUDA
Dirección: Jesse Peretz.
Intérpretes: Rose Byrne, Ethan Hawke, Chris O'Dowd, Megan Dodds, Jimmy O. Yang.
Género: comedia. EE UU, 2018.
Duración: 105 minutos.
Y fue delicioso descubrirle con Fiebre en las gradas, esa especie de Biblia para los que sienten pasión por un club de futbol sin ser ágrafos ni analfabetos, y la inolvidable Alta fidelidad, retrato tan gracioso como tierno de algo tan triste como la ruptura sentimental, el desconcierto, la pérdida, el temor a la intemperie y la desolación que pueden sobrevenir fuera del nido amoroso, el repaso de las antiguas relaciones intentando encontrar alguna explicación al nuevo fracaso, los intentos por reencontrar lo que fue cálido y hermoso. Todo ello aliviado por el inquebrantable amor a la música, los muy colgados y esperpénticos amigos que trabajan en su legendaria tienda de discos, anestesiantes colocones y alguna atractiva mujer que puede ayudar a suturar la herida. Los personajes, situaciones, referencias, diálogos y capacidad expresiva de Nick Hornby poseen un humor muy personal, te reconoces en sus esperanzas, su confusión y sus miserias, pueden resultarte entrañables en su disparate y en su desamparo. ¿Y qué contar de los cuatro suicidas que coinciden en la terraza de un edificio para consumar su trágico propósito en la Nochevieja, que protagonizan la divertida y conmovedora En picado?
Con estos antecedentes me acerco con ilusión, aunque también prevención, a la última adaptación cinematográfica de la novela de Hornby Juliet, desnuda. Stephen Frears rodó con mucho encanto Alta fidelidad. El director Jesse Peretz no alcanza el nivel creativo de Frears, pero sí consigue una película amable, digna de ver y de oír, capaz de despertarte sonrisas y de que estas sigan en tu rostro al recordarla, algo que agradezco mucho.
Hace mucho tiempo que la plenitud (suponiendo que alguna vez existiera) abandonó a la cuarentona pareja que protagoniza Juliet, desnuda. Pero se quieren o se soportan sin esfuerzo. Y tiene mucho mérito en el caso de ella, ya que él alimenta obsesivamente sus días y sus noches siguiendo el enigmático rastro de un músico al que idolatra, de un tipo que, tras componer un disco genial y desgarrador después de que le abandonara la mujer que amaba (comparable al Blood On The Tracks dylaniano), desapareció del mapa, no se volvió a saber nada de él. Esa mitomanía alcanza niveles enfermizos, con peligro de descuidar lo más preciado. Pero bueno, hay cosas que compensan ese delirio, o tal vez se han acostumbrado a estar juntos de esa forma. La movida se complicará hasta extremos tragicómicos cuando el desaparecido dé señales de vida. Con varios matrimonios rotos, un montón de desperdigados hijos, sin ningún deseo de reemprender su viejo arte, con un vacío resignado, sobreviviendo sin síntomas de excesiva amargura. Y ocurrirán muchas cosas a raíz de ese encuentro entre el fan enloquecido, su expectante esposa y el ídolo caído.
Se combinan con acierto las situaciones de comedia, el tono irónico y el subterráneo drama. Como siempre en Hornby, hay un fondo de tristeza y de comprensible pavor a la soledad. También es vital, mordaz, muy humano. Y los intérpretes están muy bien elegidos. Incluido Ethan Hawke, un actor incapaz de transmitir mal rollo, muy convincente en su eterno desconcierto, en su miedo a volver a empezar, a enfrentarse a esa cosa tan complicada llamada vida.
Babelia
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