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Columna
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Pesadilla

La serie ‘Deutschland 86’ permite valorar un tiempo que fue y ya no es

Ángel S. Harguindey

Los comienzos de año son propicios para balances y la serie Deutschland 86, secuela de Deutschland 83 (Movistar Seriesmanía), permite valorar un tiempo que fue y ya no es. Dicho de otro modo, el final de un sueño reconvertido en pesadilla.

Martin Rauch es un joven educado y ortodoxamente en la República Democrática Alemana para desempeñar un oficio que la jerarquía política considera esencial: el de espía. Naturalmente, el espionaje está vinculado a la economía. La RDA sufría la huida masiva de ciudadanos hacia la República Federal de Alemania: tres millones de alemanes se habían fugado ya del “paraíso socialista” cuando en agosto de 1961 se decidió levantar el llamado eufemísticamente “Muro de Protección Antifascista”, con la tutela soviética.

Esa sangría deterioró la economía nacional hasta extremos inimaginables. Sus servicios de inteligencia se afanaron en la represión interna y la consecución de divisas al precio que fuera. Es en ese segundo objetivo donde se sitúa la azarosa vida de Martin Rauch: Sudáfrica, Angola, un desierto magrebí, París y Berlín occidental serán algunos escenarios. El tráfico ilegal de armas, el alquiler de cobayas humanas a farmacéuticas de la RFA o cualquier otro dislate será justificado por la nomenklatura en aras de una revolución que nunca llegó y que sumó al país en una prolongada agonía.

El 9 de noviembre de 1989, 28 años después de haber sido erigido, se demolía el Muro de Berlín. Quizá la hipotética tercera temporada de la funcional serie, Deutschland 89, deje constancia del final de esa pesadilla por la que transitó la vida de un joven educado en la creencia del Hombre Nuevo hasta aterrizar en una realidad ocultada por sus dirigentes. Su ciudadanía, sin duda, podrá comprobar que el otro paraíso, el occidental, también oculta sus miserias, por ejemplo, que un Ayuntamiento democrático que alardeaba de patriotismo vendía ilegalmente pisos de protección oficial a fondos buitres estadounidenses. La pesadilla continúa.

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