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El videojuego español es una hamburguesa tibia y una Heineken

Los ‘Indie burguer’, aquelarre gamberro, emotivo y bienintencionado, es el oasis de camaradería de una industria siempre balanceándose sobre la tela de una araña

Fotografía de los asistentes a los Cowboy Developer Burger Awards.
Fotografía de los asistentes a los Cowboy Developer Burger Awards.

En la diestra, la hamburguesa tibia. En la siniestra, la botella de Heineken, verde que te quiero verde, el color de la esperanza; de los sueños. Alrededor, tumulto, risas, cuchicheos, comadreos, secretos; gritos y susurros. Un chin-chin esperanzado por un horizonte incierto. Un abrazo al que recién llega y al que recién se va. Y de pronto, ¡Batman! Y sombreros de cowboy. Y flan Royal. La felicidad era esto. El videojuego español, también.

Ayer, hace apenas horas, decenas y decenas de creadores de videojuegos dieron el santo y seña para fundirse en un concilio con siete años de antigüedad. Nació en Barcelona, de la mano del Bruce Wayne de la noche, y el Mortadelo, también, a tenor de los disfraces: David Jamandreu, profe, juntaletras, dev y, como el mismo dijo, apasionado “de hacer reír a la gente”. Luego infectó Bilbao, de la mano del otro cowboy de la noche, Arturo Monedero, dev también, de Delirium, profe también y tipo supuestamente encorbatado, a tenor de lo que dice su cargo: vicepresidente de la Asociación Española de Editores y Distribuidores de software. AEVI, para entendernos. Namco, Nintendo, Activision, Sony y cía, para entendernos más. 

Corbatas prohibidas. Cargos, también. Hamburguesas y Heineken. Hamburguesas y Heineken para todos. ¿Pagaba alguien? “¡Paga Epic!” Antes, los premios. Los Cowboy Developer Burger Awards, si uno quiere el nombre completo. La cosa va de enfocarse en un expertise muy español: poner a parir; a todos y a todo; y hacer el gamba. En la penumbra, tres boletos por cabeza con dos números misteriosos. Yo, que no salí, era el 59 el 68 y el 70. En la tribuna, tres vestidos de cowboy. Sobre el proyector, el delirio. Ya desde el arranque, con Kirk Douglas y Arnold Schwarzenegger de cowboys dando la bendición en una imagen estática que podría ser el póster de la nueva de los Cohen. ¡Solo en Netflix!

El cartel de apertura de los Cowboy Developer Burger Awards.
El cartel de apertura de los Cowboy Developer Burger Awards.

Luego los premios en sí. Sagradas chorradas. La peor noticia del año: ese nuevo Diablo que Blizzard anuncia para móvil y que también sentó a sus fans. El insuperable flan Royale al mejor battle royale. La ausencia de un marsupial supino, Crash Bandicoot, del atraco nostálgico llamado PlayStation Mini (aunque ojo; igual hay sorpresa y hay 36 motivos para agradecer tal atraco). El premio a la innovación en la Nintendo Switch por ese Mario Kart 8 que repite en la lista de los más vendidos en dos consolas consecutivas, porque Nintendo todo lo puede y el usuario es un bobo feliz.

Y para rematar el que nunca falla, el Mejor Bug, con temblequeos y violaciones de la física de todos los colores. Ganó, por supuesto, Fallout 76, y el que subió a recogerlo —cabe explicar que los números eran para eso, para recoger cual tómbola los premios como el premiado y, por supuesto, dar un discursillo, que para eso está el micrófono— soltó, con una mala leche impagable: “Le pusimos 76 porque es lo que nos gustaría haber tenido en Metacritic”.

Chistes intraducibles, abstrusos e incomprensibles si se carece de la clave, pero descacharrantes para el que ama el videojuego y muy especialmente el videojuego español. En la pantalla, Jamandreu de Mortadelo. Que si ahora el youtuber de pacotilla, al que le pagan en promos y tan feliz; que si ahora el alumno flipao que se fabula como nuevo Kojima cuando ni se toma la molestia de escuchar al profe que le da la clase, porque hay que chatear. Luego, homenaje inesperado: el mismísimo Claudio Serrano se redobla a sí mismo como el Batman de Christian Bale con guion de Monedero y sus secuaces. Jamandreu, nos dice el video, es el Batman del videojuego español. El que siempre ayuda sin medir las consecuencias. David [Jamandreu], conmovido, sonriente, tal vez lloroso (está muy oscuro, quien podría decirlo) solo acierta con ese “me gusta hacer reír a la gente”. Qué bonito. Luego, selfie colectivo y a las hamburguesas (tibias) y Heineken (embotelladas).

Ha habido días duros para el videojuego español en este 2018. Adiós, Gameloft Madrid. Tarde de los cuchillos largos, los improperios y el gatillo fácil en un coloquio de Gamelab sobre el videojuego español, con el pin pon entre las dos grandes asociaciones, AEVI y DEV, DEV y AEVI, y la legitimidad para representar al sector. Juegos y estudios que explotan en silencio, sin apenas poder asimilar que, de pronto, todo se acabado. Y todas esas historias desconocidas, silenciadas, omitidas sobre gente que abusa de, se aprovecha de, traiciona a...

¿Pero los Cowboy Developer Burger Awards? Oasis. Calma chicha. Risas, abrazos y gin-tonics. Buen rollo. Prensa y desarrolladores y publishers y Epic, que pasaba por allí para un quedabien muy bien llevado (hay que mover la tienda) y… Y quien se sumara, aunque sabiendo que 100 y pico hamburguesas no se reproducen por ósmosis. En 100 y pico se quedan, aunque haya el doble de bocas. Luego, evidentemente, tocó plegar velas, porque mañana (hoy) el Fun & Serious sigue con su ambicioso programa de charlas, eventos, zona esports, tiendas de merchandissing y lo que se tercie.Amén de esos premios en el Guggenheim de otro cariz muy distinto a estos premios del indie.

Pero los madrugadores y los trasnochadores compartían, como un reflejo, la dulce sonrisa del hermano masón. Del que pilla los chistes. Del que está en la pomada. Del que, en fin, vive el videojuego español desde dentro. Porque el videojuego español es justo esto. Hamburguesa tibia, cerveza fría en botella verde, una pizca de esperanza, un puñado de realidad, un chin-chin (o dos, o tres), un abrazo y… ¿Y mañana? Mañana, ya veremos. El elefante se puede balancear sobre la tela de una araña. Tampoco le vamos a pedir que baile.

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