El desconcertante nido vacío
Parece imposible que esta comedia no toque las tripas de los que son los espectadores más habituales en los cines donde se va a exhibir la película
Exceptuando los apuros económicos y laborales, y desde luego la salud, esenciales en cualquier vida, parte de lo más difícil de nuestra existencia consiste en saber en cada momento, en cada etapa, si lo que queremos y necesitamos (que quizá no sea lo mismo), sin imposturas ni falsos autoconvencimientos, es la calma o la aventura, la estabilidad o la sorpresa, la mesura o el exceso. Si con la partida del hijo o hijos en los que hemos puesto nuestras más profundas ilusiones, saberes y esfuerzos durante al menos un par de décadas, y la posible llegada del síndrome del nido vacío, el peso del pasado es una losa que se vuelve en contra o, en cambio, un soporte verdadero, forjado, meritorio y salvavidas.
EL AMOR MENOS PENSADO
Dirección: Juan Vera.
Intérpretes: Ricardo Darín, Mercedes Morán, Claudia Fontán, Luis Rubio.
Género: comedia. Argentina, 2018.
Duración: 136 minutos.
Durante el primer acto de la argentina El amor menos pensado, ópera prima como director del habitual productor y esporádico guionista Juan Vera, todas esas reflexiones surgen con una notable profundidad no exenta de humor. Vera y su coguionista, Daniel Cúparo, exponen no pocas cuestiones de gran complejidad con naturalidad y cercanía, sin que la calidad de las frases, entre la ironía y una filosofía vital cargada de ángulos y recovecos, suenen improbables. Los argentinos hablan así, mucho mejor que nosotros y sin fingimientos, lo han mamado desde siempre. Punto.
Sin embargo, en un segundo acto de intenciones cómicas más patentes, a los creadores se les va la mano con la excentricidad. Y aunque sea verdad que la fase vital que representa este tramo de la historia para la pareja protagonista, los extraordinarios Ricardo Darín y Mercedes Morán, ambos a la perfección, pueda dar lugar a no pocas situaciones bochornosas y fuera de lo común, su tono no acaba de encajar con la trascendencia del resto del relato. Una inflexión desconcertante que solo tendría una opción si fuera verdaderamente graciosa. Y no lo es.
Suerte que en el tercer acto la película vuelve al redil, sin abandonar la comedia en momento alguno, y vuelve a plantearse, con buen manejo de las elipsis, temas y disposiciones vitales que cualquiera con un grado de madurez ha pensado o llegará a pensar, entre ellas si estar enamorado es posible más allá de los 50 o habría que darle otro nombre. De modo que, a pesar de que la puesta en escena está lejos de alcanzar el interés de la escritura, y aún menos de las interpretaciones, parece imposible que El amor menos pensado no toque las tripas de los que, además, son los espectadores más habituales en los cines donde se va a exhibir la película.
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