Caín y los colaboradores necesarios
Con buen humor, ‘Palmira’ representa la relación entre maltratado y maltratador a través de un ejemplo desprovisto de anécdota
¡Qué bien observados están los protagonistas de Palmira y la relación que mantienen! Nasi, delgado, inmóvil, parece espantado. Viste camiseta blanca. El de la camiseta negra, más alto que él, tarda en acercársele: “Lo siento, chico”, le dice en relación a un plato hecho añicos. Ambos adoran deslizarse tumbados sobre carras, cuales nutrias sobre nieve, pero al primer choque el de negro le propina un empellón a Nasi. Luego, la emprenden a golpes.
Uno recoge la loza rota bailoteando mientras el otro se afana en limpiar el único plato todavía intacto. Parecen personajes de Beckett. “Nasi, ¿me lo dejas?”. Una vez que se lo ha entregado, lo sube a la cima de una escalera, estira el brazo y lo deja caer: “Oh my God! Nasi, ¿cómo te sientes? Mira. No se puede recomponer”.
PALMIRA
Coautores e intérpretes: Bertrand Lesca y Nasi Voutsas. Dramaturgia: Louise Stephens. Luz: Jo Palmer. Técnica de gira: Ruth Green. Madrid: Teatro de La Abadía. Alcalá de Henares: Corral de Comedias, 23 y 24 de noviembre.
Aprovechando que su compañero se desahoga dando martillazos al aire, lo desacredita: “Está loco. ¡Y con este tengo que trabajar a diario!”. La crueldad del personaje que interpreta Bertrand Lesca es directamente proporcional a la paciencia de la que debe armarse su compañero. Lo peor es que aquél, psicópata encantador, se gana sin esfuerzo la complicidad de parte del público: una espectadora hace cuanto le pide. Nasi se encuentra en una situación sin salida. “Siéntate”, le espeta el desalmado mientras sostiene contra él, cual domador de leones, la silla que acaba de robarle.
Con buen humor y conocimiento de causa, Palmira muestra como es la relación entre maltratador y maltratado a través de un ejemplo esencial, desprovisto de anécdota. Carablanca y augusto se enfrentan siempre en posición desigual. Nasi, como Stan Laurel en El gordo y el flaco (mi comedia predilecta entre las de Juan Mayorga), soporta lo que no está escrito: se comprende que pierda los nervios a cada rato. Sin mover un músculo, expresándolo todo con su actitud, Nasi Voutsas, actor griego, encarna a su tocayo, emanación de sí mismo. No se puede decir más con menos. Lesca hace de su antagonista un seductor nato: con su palmito y su labia consigue que el público pase por alto su conducta perversa.
Ambos llevan la función como cabaré unas veces, otras como entrada de payasos, con vitalidad siempre. Meten al público en harina sin incomodarle: no le dejan aparte, para significar que nadie es ajeno a lo que al prójimo le suceda. Palmira reúne la reflexión moral, la alegoría y el entretenimiento puro. Da gloria el swing con el que Lasca barre los platos rotos al son que marcan Louis Armstrong y Ella Fitzgerald en Let's Call The Whole Thing Off. No hay alusión alguna a la guerra de Siria en cuánto sucede en escena, para no quitarle vuelo al espectáculo: su título basta para que algunos espectadores relacionen la vajilla hecha añicos con el patrimonio arqueológico arrasado por los islamistas antes de que el ejército gubernamental y sus aliados recuperasen Palmira.
La relación entre Nasi y el señor de negro recuerda a la de Abel y Caín en Terrenal. Pequeño misterio ácrata. La función de Lesca y Voutsas viene a contar lo que la de Mauricio Kartun, con parecidos vuelo y agilidad, pero con perspectiva laica neta, sin alusiones a cosmogonía alguna. El público del estreno en el Teatro de La Abadía se divirtió de veras y salió dándole vueltas a la cabeza. La obra volverá a representarse este fin de semana en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares.
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