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UNIVERSOS PARALELOS
Columna
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La vida robada de John Lennon

Los diarios del cantante asesinado siguen causando la ruina a los que intentan explotarlos

Diego A. Manrique
Uno de los diarios de John Lennon.
Uno de los diarios de John Lennon.

Tiene toda la pinta de ser una Historia Interminable, un Halcón maltés en versión neoyorquina. La semana pasada, las autoridades alemanas anunciaban que se iba a procesar al intermediario que en 2014 había ofrecido a una casa de subastas berlinesa los diarios, las gafas y una serie de objetos que habían pertenecido a John Lennon. Ninguna broma: el hombre había recibido 785.000 euros en concepto de adelanto por parte de su alijo. El material ya ha sido devuelto a la viuda.

Los diarios han tenido una vida agitada desde el asesinato de John, el 8 de diciembre de 1980. Su asistente personal, Frederic Seaman, se los llevó del edificio Dakota, con la intención -dijo luego- de entregárselos a Julian Lennon, el maltratado primer hijo del cantante. Como excusa ("John me lo pidió"), resultó un tanto endeble. Además, se los pasó a un periodista, Robert Rosen, que se ocupó de transcribirlos.

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La codicia hizo su efecto. Entraron en escena otras personas, empeñadas en rentabilizar el hallazgo. Los diarios (en origen, unas agendas publicadas por la revista The New Yorker) fueron sustraídos posteriormente del domicilio de Rosen. Seaman fue detenido por policías al servicio de Yoko que, según su narración, le apalizaron para que entregara los manuscritos. En 1983, Seaman se reconoció culpable de hurto agravado y fue condenado a cinco años en libertad condicional.

Los diarios volvieron al Dakota pero Yoko no tomó medidas especiales para protegerlos. Y fueron birlados nuevamente, junto con cartas y grabaciones. En esta ocasión, el ladrón fue Koral Karsan, el chófer de Ono. A finales de 2006, el hombre intentó chantajear a su jefa -de la que aseguraba haber sido amante- de modo muy torpe. Retenido en una de las peores cárceles de Nueva York, Rikers Island, Karsan optó por reconocer su culpabilidad, a cambio de ser deportado rápidamente a su Turquía natal.

Por lo que parece, Yoko y sus abogados no hicieron demasiados esfuerzos por localizar las piezas sustraídas por Karsan. Que recalaron finalmente, como se ha contado, en Alemania. Los diarios ya eran más reliquias que documentos: los llamados "años del Dakota" han sido explorados minuciosamente en numerosos libros, incluyendo los publicados por Seaman (The Last Days of John Lennon) y Rosen (Nowhere man: los últimos días de John Lennon, en la versión española).

Es decir, que ya no escandaliza saber de la fascinación de John y Yoko por creencias irracionales (astrología, numerología, clarividencia, algo llamado direccionalismo), la sorda competencia con Paul McCartney o el desequilibrio en la relación de la pareja, con una esposa que se permitía todas las libertades mientras controlaba hasta el dinero que podía gastar su marido.

En los casi 40 años que han pasado tras el asesinato, Ono se ha revelado como una hábil gestora de su patrimonio, perpetuando una visión edulcorada del difunto y promocionando su propia obra. Sin embargo, Yoko no tiene una gran cultura rock y seguramente desconoce Unfaithful Servant, uno de los grandes temas de The Band. La canción de Robbie Robertson es un lamento sombrío que avisa que suelen terminar mal las relaciones entre la señora de la casa y el criado.

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