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EL HOMBRE QUE FUE JUEVES
Columna
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Crehuet y Crehuet

El autor de 'El rey tuerto' anda dándole vueltas a un proyecto singular en cuyo centro se encuentra su bisabuelo, un clásico del teatro catalán

Marcos Ordóñez
Montaje de 'El rey tuerto', en 2013.
Montaje de 'El rey tuerto', en 2013.

Hacía tiempo que no veía a Marc Crehuet, autor de la formidable comedia negra El rey tuerto. Anda dándole vueltas a un proyecto singular en cuyo centro se encuentra su bisabuelo, Pompeu Crehuet, un clásico del teatro catalán del que yo poco sabía. “Lo he conocido por la biografía que escribió mi padre”, me dice. “Mi bisabuelo fue lo que en el rock se llama un one-hit wonder. En 1904, a los 23 años, tuvo un exitazo cuyo título no era como para llenar plateas: La morta. Un drama simbolista tremendo, pero muy breve, de apenas 40 páginas, y con mucha emoción. El título alude a una madre muerta, que se dedicó a cuidar de su único hijo, retrasado, porque el marido tenía una amante. Así que el verdadero tema es la reconciliación entre ese padre y ese hijo que se detestan. Tuvo tal éxito que, hecho insólito, llegó a estrenarse en Madrid en catalán por el eco en Cataluña. Pero no repitió su gran triunfo, porque, desaparecido Ibsen, el simbolismo ya iba de bajada”.

Y entonces Pompeu Crehuet da un giro insólito, digno de Carlos Prullàs, el personaje de Mendoza: se convierte en funcionario y abraza la comedia de enredo. Hasta 1936 publica una veintena de obras, y la mayoría son comedias. Con títulos como Flors i violes o Mamà política, que funcionan en taquilla pero, ay, no gustan a la crítica. Y esa mezcla de éxito temprano y rechazo posterior le hunden, porque de algún modo siente que se ha traicionado. “Lo singular”, continúa Marc, “es el vínculo obsesivo que siento yo de pronto con mi bisabuelo. Le propongo a Toni Casares, de la Sala Beckett, remontar La morta y me dice que sí. Pero lo mío es la comedia. Y solo tengo una. ¿Seré un one-hit wonder, como Pompeu? Así que se me ocurre escribir la peripecia de un joven dramaturgo bastante parecido a mí (oh, qué sorpresa), que no sabe hacia dónde tirar. Y en estas, se le aparece el fantasma de su bisabuelo diciendo: ‘Chaval, a mí me pasó lo mismo’, y le cuenta su historia, y le pide que restituya su prestigio montando de nuevo La morta”.

Y mientras el bisnieto invoca el espíritu (y la protección) de Woody Allen, yo me imagino a un joven Fernán-Gómez en el rol de Pompeu, enfurecido por los éxitos de Guimerá. No puedo desvelar demasiado, porque Marc Crehuet está en la apasionada fase del “pongamos” y del “quizás”. Tal vez, me dice, haya un tercer personaje, que se parecerá a la listísima esposa del dramaturgo, convencida, quizás, de que su marido está alucinando. Pongamos también que, quizás, la historia se mueva entre dos tiempos. Y que tal vez alternen las escenas de humor y las dramáticas, “porque así veo la vida”, me dice el bisnieto. “Por cierto, tengo que ir a escribir: Toni Casares quiere que estrenemos la próxima primavera”.

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