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Crítica | Cuando yo no esté
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Almíbar a bocajarro

El dolor es siempre un argumento irrebatible, pero no así el tono de un relato, aunque Neill Johnson hace lo que puede con ese material tan propio de un telefilme

Rafe Spall y Emilia Fox, en 'Cuando yo no esté'.
Rafe Spall y Emilia Fox, en 'Cuando yo no esté'.

En White Christmas, el especial de Navidad que la serie Black Mirror estrenó en 2014, Charlie Brooker imaginaba una imponente versión contemporánea del infierno en la que, en el desenlace del episodio, acababa encerrado el personaje interpretado por el actor Rafe Spall, con la percepción temporal cambiada de modo que cada minuto pesara lo mismo que un millar de años. En Cuando yo no esté, el director Neill Johnson encierra al mismo actor en una versión muy distinta del infierno, cuyos 101 minutos de metraje pesaron sobre la percepción de este crítico como si la cantidad también hubiese sido multiplicada por mil: una empalagosa catedral de la cursilería inspirada en el best-seller, sección autoayuda, subsección melaza inspiracional, Mum’s List, de St. John Greene.

CUANDO YO NO ESTÉ

Dirección: Neill Johnson.

Intérpretes: Rafe Spall, Emilia Fox, William Stagg. Matthew Stagg.

Género: drama. Reino Unido, 2016.

Duración: 101 minutos.

Siempre resulta delicado juzgar el dolor ajeno: la temprana muerte de su esposa, víctima del cáncer, llevó a St. John Greene a escribir este libro en el que decidió recrear su experiencia de la pérdida y su progresiva reconciliación con la vida, de la mano de los consejos póstumos que le legó su malograda compañera para hacer frente a su viudedad con dos hijos. El dolor es siempre un argumento irrebatible, pero no así el tono de un relato y, aunque tanto Neill Johnson como su reparto hacen lo que buenamente pueden –elegantes transiciones temporales incluidas- con ese material tan propio de un telefilme de sobremesa, lo cierto es que, sobre la pantalla, el drama de los Greene, familia sin conflictos ni aristas, es almíbar a bocajarro.

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