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Roy Andersson: “Bastante poco dura la vida como para pasarla de mal humor”

El creador sueco, maestro del surrealismo tanto en el cine como en la publicidad, recibe el homenaje del festival de Sevilla y presenta fragmentos de su nueva película

El sueco Roy Andersson, con el Giraldillo de Honor, del Festival de Cine Europeo de Sevilla.
El sueco Roy Andersson, con el Giraldillo de Honor, del Festival de Cine Europeo de Sevilla.Jose Manuel Vidal (EFE)

Mitad de la noche. Matrimonio de mediana edad. Ella se queja de un mosquito. Él aparece con un insecticida. Empieza a perseguir al insecto por toda la habitación, con parsimonia aunque firmeza. Ella enciende la luz. Él se ha equivocado. El espray es de grafiteros y ha dejado por las paredes del dormitorio un rastro de verde fosforito. El anuncio es de pintura para casa, uno de los más de cuatrocientos ejemplos que pueden verse en YouTube del talento para el surrealismo de Roy Andersson (Gotemburgo, 1943), con el que se convirtió en una de las grandes referencias de la publicidad europea. “Por eso solo he rodado cinco películas en mi vida”, cuenta el cineasta. “Porque he trabajado para compañías de todo el continente y en diversos idiomas, y siempre me permitieron contar las historias que yo quería y montar los anuncios como yo deseaba. Yo creo que si los vieras todos juntos saldría una película estupenda”.

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Ruben Östlund, su discípulo, asegura que en Suecia hay dos bandos: o los seguidores de Bergman o los de Andersson. Y no valen medias tintas. “Respeto muchísimo a Ingmar Bergman”, asegura el aludido. “Pero efectivamente no es lo mío. ¿Qué es la vida sin una sonrisa? Bastante poco dura esto como para encima pasarlo de mal humor”. Andersson recibió el viernes un premio honorífico del festival de cine europeo de Sevilla, mostró fragmentos de su nueva película, titulada provisionalmente Sobre el infinito y en la que adapta Las 1.001 noches, y ha aprovechado el viaje a España para volver al Museo del Prado —así lo hizo ayer domingo— a ver la obra de su pintor favorito, Goya. Una caída en la que se dañó la cadera hace diez días le obliga a moverse con bastón. “Y me estoy quedando sordo”, bromea con su inglés macarrónico. “Como Goya. Uf, Los desastres de la guerra, Los caprichos… Conocí primero sus grabados, luego sus pinturas y se convirtió en mi principal influencia como creador”, recuerda. “Me gustan los artistas que radiografían la gente. Mi primer largo era neorrealista [A Swedish Love Story, de 1970], por mi película favorita entonces y hoy, El ladrón de bicicletas. Después entró en mi vida Buñuel —cómo es Viridiana— y viré al surrealismo. Ahí me encontré como creador. Y hasta hoy”.

Su puñado de películas ha ganado desde el Premio del Jurado en Cannes al León de Oro en Venecia (con Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre su existencia). ¿Se arrepiente de no haber hecho más cine? “No. ¡Con lo bien que me lo he pasado rodando anuncios en libertad! ¿Quién me aseguraba eso mismo en el cine?”. A Andersson no le gusta salir de los estudios de su empresa, Studio 24, y por eso su cine recrea exteriores de una manera hilarante, con escenarios que subrayan su falsedad mientras delante ocurre... de todo. “He vuelto a hacerlo en Sobre el infinito. He encadenado historias gracias a una voz en off femenina, la de Sherezade. Fue la primera gran narradora, y para mí el arte es contar historias con una sonrisa. El resto, impostura”. A buen entendedor...

Entonces, ¿se acepta como hijo de Buñuel y padre de Östlund, que ganó el año pasado la Palma de Oro de Cannes con The Square? "Bonito árbol genealógico. Sí fui el maestro de Ruben. Al final de su paso por la academia ganó un premio y me tocó a mí entregarle el diploma. Y me lo pasé en grande cuando descubrimos en el acto que le habían intercambiado nombre y apellido, y ponía Östlund Rubenson. Para mí eso fue una señal de que el humor haría grande su carrera. Quedamos muy a menudo. Si acaso, rueda demasiado rápido". Andersson nunca se ha sentido solo como creador nórdico dotado de un humor tan mediterráneo. "Porque siempre he colaborado con el mismo equipo, con lo que me sentía arropado, comprendido". ¿Y ha visto alguna película que se acercara en los últimos años a su manera de entender el cine? Andersson reflexiona: "Los creadores solo se centran en rodar con un estilo muy marcado, y de paso muy rápido. Se olvidan de la humanidad. Siendo honesto, no respeto mucho a los cineastas actuales". ¿Nombraría alguno? ¿No hay ni una película de los últimos años que le haya interesado? "Bueno, sí, pero tiene dos décadas. Es Extraños en el paraíso [en realidad es más vieja, ya que se estrenó en 1984], que la vi hace poco. Muy buena, y con gran sentido del humor". Puestos a elegir, Jim Jarmusch tampoco parece mal heredero de Buñuel.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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