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Caiga quien caiga

La escritora Concha de Marco dejó al morir unas amargas memorias sobre su exilio interior como represaliada antifranquista

Concha de Marco, en su despacho.
Concha de Marco, en su despacho.

Concha de Marco (1916-1989), poeta. A muy pocos sonará este nombre, tan vinculado al del historiador del arte Juan Antonio Gaya Nuño, su marido por espacio de 40 años, de 1937 a 1976, cuando este falleció. Muchos años, la mayoría de los cuales ambos vivieron refugiados en el llamado exilio interior, pues a pesar de sus firmes convicciones republicanas decidieron no marcharse de España. O no pudieron hacerlo. Gaya Nuño, angustiado, se entregó tres días después del final de la guerra, confiado en que al no tener delitos de sangre en su historial se le dejaría libre con cierta facilidad. Fue condenado a 20 años de cárcel y un día. Estuvo al borde de la muerte a causa de una avitaminosis que le ulceró todo el cuerpo, y quedó libre en 1943 gracias a una recomendación.

La autora muestra su indignación por el hecho de que, al volver a España, los desterrados se llevasen toda la gloria

El matrimonio viviría unos años muy duros, marcados por la quiebra de la existencia anterior, por una tuberculosis ósea de Marco y por el ostracismo moral al que ambos se vieron condenados por su pasado como “rojos”. Fueron apátridas en su patria. Al morir Gaya Nuño, la poeta se refugió en la escritura de sus memorias, que quedaron en unos cuadernos legados, como el resto de la documentación y del material artístico, a Caja Soria.

El matrimonio no tuvo hijos y el albacea del legado, o uno de ellos, José María Martínez Laseca, es el responsable de la edición de tan sorprendente texto. Porque aunque no comparto el subtítulo elegido, Memorias de una mujer libre (Concha de Marco enlaza la escritura de su vida a la de su marido permanentemente), se expresa, en efecto, con una franqueza inusual. Yo lo hubiera subtitulado “escenas de un matrimonio” porque gracias a esa sinceridad tenemos la oportunidad de conocer una poderosa historia de amor y también de sumisión que la autora reconoce sin embudos.

Pero el hilo conductor del libro, la motivación que parece darle alas, es la indignación secreta y roedora que ambos sentían al verse objeto de un tratamiento sectario y ponzoñoso. Concha de Marco lo compensa vengándose en su autobiografía de quienes se alejaron de ellos, o así lo creyó el matrimonio. También muestra su indignación ante el hecho de que los exiliados, al regresar a España, se llevaran toda la gloria de la oposición al franquismo. Es fácil imaginar al matrimonio, orgulloso, dolido, cerrado en un silencio que nadie vino a cortar. Cierto… hasta cierto punto. Recuerdo a Gaya Nuño como una referencia indiscutible por su gran preparación intelectual. Y también la polémica que desató el regreso de los exiliados: Torrente Ballester, Alfonso Grosso, Umbral, entre otros, mostraron sus recelos. También los mostró, y en sentido inverso, Max Aub en lo que fue una suma de agravios y resentimientos por ambas partes. También supuso una amplia voluntad de entendimiento. Sin embargo, Concha de Marco no ahorra juicios y desprecios. No siempre lleva razón, pero la historia pública y privada de su vida, de la vida de Gaya Nuño, queda al descubierto de un modo extraordinario. Del libro emana una variedad de retratos, de incidentes cotidianos, de opiniones dichas “caiga quien caiga”, y todo ello con el telón de fondo del franquismo. Sin duda estamos ante un valioso testimonio. Solo cabe lamentar la falta de un apoyo gráfico al que fácilmente se podía tener acceso.

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Autor: Concha de Marco.


Editorial: Ediciones Cálamo (2018).


Formato: tapa blanda (516 páginas).


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