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Ración doble de Ray Davies

Un nuevo disco del cantante coincide con la reedición de ‘The Kinks Are the Village Green Preservation Society’, uno de los más preciados álbumes de su añorado grupo

Desde la izquierda, Dave Davies, Ray Davies, Peter Quaife y Mick Avory de The Kinks en 1968.
Desde la izquierda, Dave Davies, Ray Davies, Peter Quaife y Mick Avory de The Kinks en 1968.Hulton Archive (Getty Images)
Diego A. Manrique

Raymond Douglas Davies (Londres, 1944) tiene una doble vertiente creativa. El más inglés de los creadores del pop pasó temporadas viviendo en Estados Unidos, obedeciendo a una fascinación implantada en su infancia por las películas de Hollywood. Y ambas facetas han coincidido. En verano apareció su sexto —u octavo, según lo cuenten— álbum en solitario, Our Country. Americana Act II (Sony). Y ahora llega la reedición expandida de The Village Green Preservation Society(BMG), uno de los discos más valorados de su antiguo grupo, The Kinks, con su retrato de una Inglaterra intemporal.

Ya se sabe que los Kinks fueron uno de los conjuntos más desdichados de entre la cosecha británica de los sesenta. Lastrados por contratos leoninos, se vieron obligados a compatibilizar giras caóticas con una alta productividad discográfica, pendientes de los caprichos del público pop (solo a partir de los años setenta empezaron a ser reconocidos como pertenecientes a la primera división). Internamente, se trataba de un grupo altamente disfuncional, con un líder de enorme fragilidad psíquica.

Hay que insistir en ese intangible llamado “mala suerte”. The Kinks are The Village Green Preservation Society iba a ser un doble elepé pero el decreciente éxito de sus singles, tras Waterloo Sunset, determinó que su disquera, Pye Records, impusiera un LP sencillo. Y mejor así: el disco compartiría fecha de lanzamiento (28 de noviembre de 1968) con uno de los más celebrados dobles de la década, el álbum blanco de los Beatles; las comparaciones hubieran sido inevitables y en favor de los músicos de Liverpool.

Ambos eran discos hechos bajo el signo del conflicto. Con la diferencia de que las disensiones dentro los Beatles les empujaron a trabajar por separado, mientras que los Kinks solo tenían un motor a pleno funcionamiento, el de Ray Davies (su hermano, Dave, había logrado un par de éxitos como solista pero resultó que carecía de motivación y disciplina). En realidad, Village Green se elaboró en todo, menos en nombre, como un proyecto en solitario de Ray. El bajista del grupo, Peter Quaife, recordaba como una constante humillación todo el proceso de elaboración, con un Ray que les citaba en su casa campestre y les hacía esperar hasta que se dignaba a bajar para enseñarles las nuevas canciones. Ray también se ganó la enemistad de uno de sus mejores ayudantes, el teclista Nicky Hopkins, al eliminar su nombre de los créditos.

Ray Davies, en Londres en 2016.
Ray Davies, en Londres en 2016.Dave J Hogan (EL PAÍS)

El planteamiento inicial de Village Green, con ambición de disco doble, explica que se grabaran tantas canciones, como las que se suman hoy a la reedición del 50 aniversario. Coincidió además con la implantación de la estereofonía, lo que explica que se trabajara tanto la mezcla mono como la estéreo, ambas rescatadas ahora.

The Village Green Preservation Society sería el primer ejemplo de una especialidad de los Kinks: los discos conceptuales, con las canciones girando alrededor de un personaje o asunto. En este caso, se trataba de una reivindicación de la vida rural. Algo un tanto insólito para un hombre de ciudad como Ray, aunque explicable tras la oleada de renovación arquitectónica que siguió en el Reino Unido a la devastación de la Segunda Guerra Mundial, con resultados frecuentemente deplorables.

En tiempos recientes, The Village Green Preservation Society ha sido presentado como argumento a favor del Brexit, una ocurrencia que horroriza a su autor. Sí se trata, explica, de una exploración de la nostalgia. No necesariamente basada en vivencias: Sitting By the Riverside recuerda su gusto por la pesca pero su himno a las locomotoras de vapor, Last of the Steam-Powered Trains, es más metáfora de la ascensión social del propio Ray que fascinación por aquellos trenes.

El disco conceptual permitía ordenar la extraordinaria fertilidad de Ray como compositor, que incluso había resuelto el reto de crear semanalmente una canción de actualidad para un programa de la BBC. El disponer de un marco narrativo permitía dar sentido extra a canciones sueltas. Así, en Village Green se colaban retratos de un rocker (Johnny Thunder), una prostituta (Monica) o una bruja (Wicked Annabella), personajes un tanto improbables en el retrato de aquel villorrio pastoral.

Premeditadas o casuales, esas disonancias hacen de Village Green un disco escurridizo, abierto a interpretaciones. Incluso se podría discutir su caracterización como una obra musicalmente conservadora: sin llegar a las metamorfosis de algunos de sus coetáneos, los Kinks de 1968 también incorporaban breves pasajes psicodélicos e investigaban las posibilidades del mellotrón.

Sí que estamos ante un disco clasicista en Our Country. Americana Act II, nueva colaboración de Ray con The Jayhawks. Un relato autobiográfico, a partir de sus experiencias estadounidenses, con especial atención a su estancia en Nueva Orleans, agriada por el incidente de 2004 en que fue disparado tras un robo callejero. Decidió entonces que, en sus palabras, había demasiados zombis en la ciudad del vudú y volvió a Londres.

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