Jesús Calleja: “Los marcianos están en Japón”
El aventurero televisivo estrena temporada de 'Planeta Calleja' y recoge el Ondas en su "mejor momento" vital y profesional
Vestido de calle, el aventurero de la tele parece un moderno más de Chamberí, el barrio madrileño donde tiene su productora. Se lo digo y se esponja. Es coqueto, admite, con sus vaqueros último grito, su camisita de topos hecha a medida de su “tipín” y su cinturón de hebilla tan disuasoria que serviría para neutralizar a cualquier depredador en cualquier selva. Fue peluquero antes que fraile, me cuenta, y está al cabo de las tendencias. Ahí donde le ven, tan juvenil y tan todo, es abuelo de un crío de dos años de su hijo Ganesh, un niño de la calle de Nepal al que prohijó después de salvarle el pellejo y que hoy es quien le lleva su agenda de hombre sin fronteras con base en Fresno de la Vega, León, su aldea de toda la vida.
Vengo de un atascazo en la Gran Vía. ¿Esa es su idea del infierno?
Tampoco. Yo relativizo muchísimo las cosas. Las ciudades son importantes porque allí se generan las oportunidades profesionales, pero tú tienes que visualizar donde eres feliz. La naturaleza es el pilar de mi vida. Vengo a la ciudad a trabajar, pero siempre tengo la cabeza en el aire libre. Soy un tío de campo y de pueblo.
¿Un pueblerino con mundo?
Los catetos no existen. Hago un programa de pueblos y las señoras me dan unos zascas que me dejan seco. La gente de pueblo es sabia, pero no sabemos escuchar.
¿Qué le da vértigo en la vida a un tipo que sube 'ochomiles'?
Físico, nada. No soy temerario, soy un buen gestor del riesgo. El miedo es bueno porque te hace ponerte barreras que no debes pasar. Pero sí que tengo vértigo mental. A la muerte. Me lo estoy pasando tan bien que me jode tener que morirme. Es la época más divertida de mi vida Estoy como nunca.
Pues algunos hombres entran en barrena después de los 50.
Echado al monte
Jesús Calleja (Fresno de la Vega, León, 1965) es un culo inquieto confeso. iba para peluquero, pero tiraba al monte e hizo de su pasión, su oficio. El comunicador que ha puesto a triscar cerros a políticos y celebridades vuelve con 'Planeta Calleja', el espacio con el que acaba de ganar el Ondas. "Estoy como nunca", admite.
Cero. No tengo ningún problema de na-da. Ponme a competir con un tío de 20 años y verás dónde lo dejo. Hay que encontrar el estímulo. La edad está en el coco. Si le digo a mi cerebro que tengo que correr más, corro más. Si antes tenía que entrenar una hora y ahora seis, las entreno. Sigo escalando las mismas montañas, ando en bici y corro más que cuando tenía 20 años y aquí me tienes.
Encantada, Supercalleja.
Es una cuestión de actitud. Y de trabajo. Nunca, jamás, me he saltado un día sin correr. Mi referencia son los 28 años, cuando estaba en plenitud física. Mi reto es mantenerme.
Les saca petróleo a sus entrevistados. Deme algún truco.
Lo que ves es lo que sucede. No soy un actor, no tengo guion, cuando me voy con alguien al Himalaya, desde que subimos al avión es un amigo, se olvida de que está en un programa y vive una experiencia real. Me interesan las personas. Lo mismo un VIP que una señora de pueblo, y eso se nota. También he ido aprendiendo. Antes hablaba mucho, ya lo ves, pero he aprendido a escuchar, que es la parte más difícil de la entrevista. No hay secretos: escuchar e ir tirando del hilo.
Raja mucho, sí, ¿no enmudece ni ante la belleza del mundo?
Muchas veces. Y no solo fuera, también en mi tierra, en León, en un bosque en otoño. No hay nada más perfecto que la naturaleza. Además, nosotros entramos por la puerta de atrás. Vemos lo que nadie ve porque verlo cuesta un sacrificio, un esfuerzo, una técnica, una experiencia. Es eso lo que nos hace ver paisajes grandiosos.
¿El globo está globalizado?
Del todo. La última vez que estuve en el Everest, flipé. Se tardó tres meses en subir por primera vez en 1953. Hoy, 70 años más tarde, tienes wifi y puedes ver las noticias a 8.000 metros de altura.
¿Le sigue pareciendo magia?
Me parece un escándalo. No soy un viejo que piensa que lo de antes es mejor. No, lo de ahora es mejor. Si me rompo un tobillo, llaman a un helicóptero y viene. Lo que hay que hacer es que no te desborde y no te desquicie.
Da charlas a ejecutivos quemados por el estrés. ¿Qué les aconseja?
Que tienen que ser felices en la vida, también trabajando. Y que a veces tenemos que pausar porque la vida es un tsunami que siempre corre más que tú, y por mucho que corras, te va a atrapar.
La felicidad. ¿Eso qué es?
Vivir sin espadas de Damocles. Hay dos problemas graves: la muerte y la ausencia de esperanza de vida. El resto, son gestionables. Llevamos un ritmo tan frenético que creemos vivir en una bola de problemas. La rapidez nos desborda y no nos deja ser personas. Estamos desbocados.
Mi gran aventura diaria es elegir entre la M-30 o la M-40 a ver si voy más rápido. ¿Qué me dice?
Que tienes que salir más al campo, mujer, ver más la naturaleza y guiarte más por ella, oler sus aromas, que te relajan. Pero para eso tienes que dejar de mirar el móvil cada cinco minutos.
Ahora me dirá que no tiene móvil, o que tiene y no lo toca.
Tengo, pero me impongo disciplinas: hoy, hasta las cinco, no voy a tocar el botón de Google; hoy, no toco Instagram hasta las 9. Si no, me enredo y me pierdo la vida.
¿Es el móvil el que nos pierde?
No podemos ver el mundo a través de una pantalla. Me ha pasado en Japón. Si los extraterrestes existen, están en Japón. Tokio está colonizado por alienígenas porque son lo más marciano que he visto en mi vida. Tienen toda la tecnología y todo el consumo, el trabajo prima por encima de todo, el ocio de naturaleza no existe y nadie se coge 15 días de vacaciones porque está mal visto. Eso es un error.
Si se pierde no le buscamos en Japón, vaya.
Ni loco, la mejor vida se vive en España, no te equivoques, y he visto mundo. A veces hay que salir para ver lo que tienes dentro. Nos creamos problemas. En este país se vive escandalosamente bien. Vas a un bar solo y sales con el teléfono de alguien con el que has hablado sin conocerle de nada. Eso no existe en ningún sitio del mundo.
¿Un bar es un planeta?
Absolutamente. A veces estoy en un lugar extraordinario y estoy pensando en tomarme unas cañas en El Húmedo. Necesitamos los bares, los amigos, las risas, olernos, tocarnos, el humor,...
¿El humor es el idioma global?
Y el amor.
Pero si le dijo a su colega Risto Mejide que nunca se ha enamorado...
No creas todo lo que veas. Hay espacios de la vida que es mejor guardarlos. El humor y el amor, apúntalo. Y sé de lo que hablo.
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