Carmen Machi: “Yo he vivido y me lo he bebido todo”
La actriz encarna en la serie ‘Celeste’ a una inspectora de Hacienda que aplaza su prejubilación para investigar el caso de su vida, demostrar la residencia en España de una cantante latina para reclamarle sus impuestos
Nos vimos un apacible mediodía, antes de la tragedia de la riada de Valencia, en el Ateneo de Madrid, que conoce bien por haber frecuentado el auditorio de su cátedra mayor, sobre y bajo las tablas del escenario. Antes de prender la grabadora, y a instancias suyas, charlamos largamente sobre las penas y alegrías de la vida. Le recuerdo una entrevista de hace 15 años, en vísperas de que decidiera abandonar la serie Aída, escrita para ella después de que el público se enamorase de su personaje en Siete vidas, en la que se mostraba a la vez feliz y triste de despedirse de ella. Me cuenta que la reciente pérdida de su madre aún la tiene en carne viva. Hasta que acordamos empezar oficialmente la entrevista y, aunque se muestra igual de cordial y cercana, se ve más comedida. Estamos aquí reunidas para hablar de Celeste (en Movistar Plus+), la serie que Diego San José, coguionista de Ocho apellidos vascos, ha escrito, también, pensando en ella. La primera pregunta está cantada.
¿Qué siente al saberse musa?
Una responsabilidad gigantesca. Se supone que él da por hecho que voy a poder llevar al personaje del papel a la carne y el hueso. Pero es que, además, a Diego lo admiro muchísimo y aún quiero complacerle más. En él, la comedia, que yo respeto muchísimo, siempre tiene un fondo de inteligencia increíble. Él sabe más que yo de todo. Entonces, primero digo que sí, y luego ya veré yo cómo lo hago.
Y sufrirá lo suyo.
Uy, qué va. Yo voy a gozar, soy súperfeliz, cuando tengo fe en la gente con la que voy a trabajar, me tiro y sé que voy a vivir una aventura maravillosa. Diego escribe desde las entrañas. Elena Trapé, la directora, te mira muy bien las entrañas...
... ¿Y usted también actúa con las entrañas?
Sí, pero la entraña española, no la argentina, que está bien rica a la brasa, por cierto. Me gusta ir muy neutra al trabajo. No soy de esas actrices que llega con propuestas, soy muy vaga. Yo miro las acotaciones, escucho lo que dice el director y empiezo a amasar toda esa información. Para mí, Sara Santano, mi personaje, no es una inspectora de Hacienda, es una mujer. Y me interesa esa mujer, me gusta, viajo bien con ella, quiero entenderla.
¿Cómo hace para que sus ojos pasen en 15 segundos de la alegría a la pena profunda?
Dicen que la cámara te ve por dentro. Yo, cuando me vi en esa escena, no sabía que había hecho eso. Hay una pauta, que te da la directora, y luego tú piensas en ello. También puedes estar pensando en que te has dejado las lentejas al fuego, también te digo, pero, en este caso, se generó mucha intensidad, había mucho silencio, y los silencios hay que llenarlos desde la emoción, no hay otra.
La cámara se ceba en las imperfecciones de su personaje. ¿Cómo se ve en pantalla?
Tengo muy claro que la que sale en pantalla no soy yo, nunca me ha importado. Nunca he vivido de mi físico, nunca he sufrido la tiranía de la belleza, y sabemos de qué estamos hablando. Hay actrices superlativas que además son bellísimas, y no es solo por bellas por lo que tienen una carrera. Pero, en mi caso, ha sido un poco a la inversa. Tengo muy claro que la mayoría de los personajes que me han ofrecido son mujeres normales. Lo que muchos no saben es que no existe una mujer normal. Entonces, hago de mujeres normales extraordinarias, en el sentido de que son supervivientes, que es la normalidad en una mujer. Desde Aída, que era una mujer maltratada, analfabeta, con un hijo delincuente y una vecina prostituta, pero era la que más follaba del barrio, a Sara Montano, una funcionaria modélica que nunca sacó los pies del tiesto. Hay todo un mundo interno en las mujeres cuando las ves solas. Ese es el que aspiro a recrear.
¿De qué fuentes bebe para componerlas?
Pues mira, es que yo me lo he vivido y me lo he bebido todo. He hecho muchas funciones de teatro y siempre era la última que se iba a casa por la noche. A ver, soy hija de la movida madrileña. Me ha gustado mucho vivir, he vivido muy intensamente, he dormido muy poco y me lo he pasado muy bien.
Habla en pasado, ¿se ha retirado de esa vida?
No del todo, pero hay un momento en que te empiezas a aburrir, te gustan más las cenas con amigos o con tu pareja. Y, sobre todo, me gusta levantarme sin resaca, que es una de las cosas más maravillosas que hay. Pero, volviendo a tu pregunta, he bebido de la vida misma. Tengo la teoría de que todos los personajes están creados o existen ahí fuera, y yo soy muy, muy observadora, mucho.
O sea, que llega a un sitio y hace un barrido del paisanaje.
Sí, sin darme cuenta. Soy intuitiva y un poco premonitoria, también. Yo ahora mismo estoy hablando contigo y estoy viendo detrás de ti que hay alguien que quiere hacerse un selfi, o lo que sea. Tengo una especie de radar, por eso, con cuatro anotaciones, tienes para crear el personaje.
¿Eso es oficio de actriz?
Sí, pero hay una cosa que no tiene mérito, con la que se nace, luego tú lo puedes hacer bien, o mal, desperdiciar o aprovechar. Tú puedes aprender el oficio, pero tienes que tener una materia prima, ese don extraño, lo que tiene mérito es hacer algo productivo de ello, y, si encima, puedes vivir de ello, pues mira qué bien. Decía Andrea Agassi en su libro Open que los actores somos deportistas de élite. Él tuvo una pareja actriz, y me parece una definición fabulosa.
¿Por lo de entrenar duro, por la competición, por qué?
Porque tienes que cuidar muchas cosas: la disciplina, el rigor, la tenacidad, la ambición justa y legítima. La ambición tiene un punto peyorativo y no, la ambición es una cosa muy buena, hay que ambicionar cosas para que tu vida y tu trabajo tenga sentido, hacerlo cada vez mejor y más creíble.
¿A los 61, cuál es su próximo reto?
La verdad es que nunca he tenido esa ansiedad porque no me ha dado tiempo a tenerla, siempre ha habido otro proyecto por delante que me hacía mucha ilusión. Entonces, cada vez quiero tener más claro conmigo misma que es fundamental descansar, algo que también hacen los deportistas de élite. Estoy muy orgullosa del año sabático que tuve hace un par de años, pero resulta que había trabajado tanto el anterior que no paré de promocionar, así que vaya mierda de año sabático. Ese es mi reto: poder parar cuando quiero parar.
Sara, su personaje en Celeste se queda vacía al jubilarse. ¿La comprende?
Es una sensación que no conozco, los artistas no nos jubilamos. Yo no podría pasar por esto. ¿Quién va a hacer los personajes de 80 años? Pues si sigo viva, yo quiero hacerlos. No tengo adicción al trabajo, no lo creo. Es otro rollo, para mí el trabajo es enriquecedor y mi manera de vivir, simplemente. Pero puedo permitirme el lujo de decir que no. Realmente solo hago lo que quiero, y de eso sí que estoy orgullosa.
¿Hacienda somos todos?
Voy a robar algo que le escuché a Diego San José, que es tan listo que para qué voy a hablar yo. En España no hemos recibido una educación respecto a la fiscalidad. Nadie te explica que se paga para que podamos tener servicios públicos y se ve a Hacienda como un enemigo. Entonces, vamos a ver si podemos putear a Hacienda, a hacer la pirula, y no a lo que se hace con nuestros impuestos. No tenemos esa cultura.
Hay quien piensa que no hay que gastar dinero público en cultura.
Evidentemente, quien piensa eso no tiene cultura, carecen de ella en el sentido más básico. Los teatros están llenos con todo tipo de perfiles de gente, con mucha gente joven, que va y paga su entrada. Y hay una especie de guerra, de enfrentamiento, como si todos los actores pertenecieran a la izquierda, cosa que no es cierta. Es una cosa básica de ignorancia absoluta.
En la serie, se establece una relación de hermandad entre la prejubilada y la becaria. ¿Existe esa sororidad en su oficio?
Totalmente, dicen que los actores somos muy pesados con nuestros abrazos y lo que nos alegramos siempre de vernos, pero te aseguro que hay un nivel de compañerismo altisímo, y entre mujeres, muchísimo. Eres compañera, eres amiga, eres solidaria. Ya te digo que no pensé en Sara como una inspectora de Hacienda, que hay miles y pueden ser cada una de mil maneras. Pensé en la mujer que había dentro y te apetece conocer, enfundada en su traje y sus gafas y su armadura.
¿Usted también lleva? Armadura, digo.
Sí, la llevo. Por muchas razones, hay que llevarla.
¿Por los navajazos?
No puedes ir abiertamente desnuda por la vida. Lo que pasa es que hay que llevar una armadura que no se note. Que crean que pueden pegártela, pero que no puedan. Tratas de protegerte.
¿Cómo vamos de amor propio y autoestima?
Depende de los momentos de la vida. A mí me ha ido muy bien profesionalmente y eso ayuda a la autoestima. No me afectan las críticas, he aprendido que solo son opiniones. Ahí me aplico la doctrina de Rafa Nadal a rajatabla.
Ha mencionado a dos tenistas en 10 minutos. ¿Tan forofa es?
Me gustan muchísimo los deportes, pero lo que soy es muy pro Nadal, pero mucho, mucho. Estoy muy triste porque se retira, para mí marca una época y es como que se acaba una parte de mi vida. La empatía que tengo con él es tan exagerada que, y lo cuento y parece una coña, cuando él tenía una lesión, yo no comía y no podía dormir. Nadal es una de las búsquedas que hago a diario en internet, a ver qué hace y hasta que no sé qué le pasa en ese momento, no estoy tranquila.
¿Y ese momento fan?
Lo que oyes. He tirado de todos mis contactos para conseguir una entrada e ir a despedirle con todo mi corazón en la Davis en Málaga, hasta de Antonio Banderas, pero es imposible. No hay sitio ni de coña.
Igual si se lo pide a él mismo... ¿Le conoce?
Uy, no, calla, calla [se sonroja]. No puedo conocerlo.
¿Por si le decepciona?
No sabría qué hacer, me desmayaría. Es la única persona con la que me pasa. O sea, yo he ido a verle jugar, he tenido momentos de poder tenerlo muy cerca, pero, si pasa, salgo corriendo. No quiero conocerlo, pero quiero despedirle de todo corazón. Me ha dado mucha felicidad.
Defina su estado de ánimo.
Estoy alerta. Ha muerto mi madre, ha muerto mi perro, estoy en una etapa diferente y que no tiene que ver con la edad. Estoy un poco en standby, a ver qué pasa. Tengo un puntito de que, cuando todo va bien, tiendo al pesimismo, de que cuando suena el teléfono es una mala noticia. Pero, pese a ese fatalismo, que no sé a qué viene, ahora tengo la sensación de que va a venir algo muy bueno. Sí, ¿no? Yo creo que sí.
MUSA MACHI
Aunque saltó a la fama masiva en los primeros años 2000 con su participación en la serie Siete vidas y, de forma aún más apabullante, con su secuela, Aída, creada especialmente para ella, Carmen Machi ya era para entonces, y ha seguido siendo, una gran actriz de teatro y cine. Nacida y criada en Getafe (Madrid), se formó en la escuela de teatro Taormina, en el teatro La Abadía y, también, como bailarina de flamenco y danza contemporánea. Mejor actriz de reparto por Ocho apellidos vascos. Ahora encarna a la inspectora de hacienda Sara Santano en Celeste, una serie cuya trama que recuerda a los problemas de la cantante Shakira con la Agencia Tributaria española.
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