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Cuando Alfonso XIII intentó salvar al zar

Una exposición en el Palacio Real recuerda que el monarca creó una oficina de rescate de prisioneros de la Primera Guerra Mundial y salvó a miles de civiles y militares

Vicente G. Olaya
Lanzamiento de granada desde la trinchera, 1915.
Lanzamiento de granada desde la trinchera, 1915.A. Grohs (Patrimonio Nacional. Madrid, Archivo General de Palacio)
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In English: A king with a mission

“Majestad, mamá llora a todas horas porque su hermano está prisionero. Acaba de recibir una postal que dice que morirá de hambre. Majestad, si quisierais enviarle a Suiza… porque mamá va a enfermar con seguridad. Majestad, os lo agradezco por adelantado. Vuestra servidora Sylviane [8 años, Francia, abril de 1917]”. “Querida señorita, yo procuraré lo mejor que pueda hacer para que su mamá no llore; por lo tanto, tenga la bondad de darme precisas noticias de su tío para que yo pueda enterarme. Alfonso XIII, Rey”. Achille Delmonte, soldado francés prisionero en Hannover (Alemania), fue así hallado y llevado finalmente a una comisión médica suiza. “Resultado”, concluye el expediente que se ha guardado durante más de cien años en el Palacio Real de Madrid, “positivo”.

La exposición Cartas al Rey. La mediación humanitaria de Alfonso XIII en la Gran Guerra. Monografía 2018, que se prolongará en el Palacio Real hasta el 31 de marzo de 2019, cuenta la historia de un hombre atrapado entre dos mundos enfrentados a muerte: el de Austria-Hungría, que representaba su madre, María Cristina de Habsburgo-Lorena, y el británico, el de su esposa, Victoria Eugenia de Battenberg.

Alfonso de Borbón y Habsburgo-Lorena, emparentado con todos los reyes y reinas de Europa, los mismos cuyos ejércitos se enfrentaban (10 millones de vidas humanas perdidas) en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial medió diplomática y humanamente para evitar el desastre. Para ello creó la Oficina de Guerra Europea, que dependía directamente de su secretaría particular, y cuyo objetivo era socorrer a las víctimas. Sin distinciones: soldados, civiles o príncipes.

La oficina nació modestamente en 1915 con seis personas, pero la publicación en el periódico francés La Petit Gironda de una nota de agradecimiento por haber hallado al padre de una niña, provocó que miles de cartas reclamando ayuda de toda Europa llegaran a Madrid. Más de 200.000 (140.000 familiares de soldados) han encontrado los expertos que desde hace ocho años trabajan en el proyecto de recuperación de la memoria de uno de los hechos más espectaculares de la diplomacia española. La oficina real tuvo que ampliar su plantilla hasta las 48 personas a las que se les requería fundamentalmente el dominio de idiomas. Entre los traductores destacó el historiador Julián Juderías, que trabajó gravemente enfermo hasta el día de su muerte, que se manejaba en 15 lenguas.

“En nombre de Jesús, le suplico que interceda ante el Emperador para que pueda volver mi papá”. “Era mi único hijo, mi único consuelo, mi única esperanza ante la vejez”. “Era el mejor de los maridos, pero si ha dado la vida por mi Vieja, la Vieja Inglaterra, creo que seré capaz de soportarlo”. Y así miles de cartas que eran leídas tras abrir un expediente para intentar resolverlas. Llegaban con fotos adjuntas (“la foto les ayudará a encontrarlo, es su tatuaje"), con mensajes desgarradores (“si pudiera encontrar a mi querido papá..." "o era el mejor hombre, mi vida") y todas eran respondidas gracias a lo que Juan José Alonso Martín, director del Archivo General de Palacio, describe como “un primitivo sistema de computadoras”. “Se ordenaban y clasifican por colores según los motivos de la carta y la nacionalidad, se etiquetaban, se hacían copias y se enviaba la respuesta a los remitentes y a las autoridades correspondientes. Se les imprimía, además, un sello según la importancia del mensaje…”, describe el experto.

Y es que todo podía ser tratado en aquella oficina del Palacio Real: incluso la liberación del zar de Rusia Nicolás II y su familia, que habían sido apresados por los bolcheviques en Ekaterimburgo. En uno de los expedientes hallados en los anaqueles del palacio —compuesto por 90 documentos— se guardaban dos telegramas enviados al plenipotenciario de San Petersburgo intentando negociar una visita a los zares (los enviados de la oficina visitaron durante la Primera Guerra Mundial a más de 4.000 prisioneros por toda Europa). Alfonso XIII ofrecía, además, que se pudieran exiliar a España. El rey español fue uno de los primeros en enterarse del asesinato del zar y de su hijo varón, no así de la zarina y de sus hijas. Por eso, volvió a insistir, pensando que las mujeres vivían, en traerlas a España. Pero el expediente acaba abruptamente, sin más detalles.

Los prisioneros de guerra fueron una de las principales preocupaciones del Rey Alfonso XIII. Propuso suspender las condenas a muerte de los soldados alemanes y franceses. Se calcula que sus suplicas salvaron a casi un centenar de personas y al 5% de los que se buscó. Hay constancia de que telegrafió a los embajadores de París, Viena, Londres, Berlín, Roma, Petrogrado, Constantinopla, Bucarest, Sofia y La Haya reclamando canje de prisioneros.

Y constancia quedó también de que su mediación fue fundamental para levantar el cerco de alimentos a Bélgica, donde nueve millones personas pudieron ser alimentadas porque el rey intercedió para que las provisiones de Estados Unidos pudiesen llegar a la población.

Cuando la guerra acabó, “la labor humanitaria de España fue reconocida internacionalmente”, recuerda Antonio Escámez Torres, presidente de la Fundación Banco Santander que ha financiado junto a Patrimonio Nacional las investigaciones. El personal diplomático de aquella epopeya recibió la medalla Reconnaissance Française, las mujeres la de la Cruz Roja, el resto de los trabajadores, la de Plata de Isabel la Católica. Y Alfonso XIII, el agradecimiento de los pueblos belga e italiano en 1923.

La historia —con sus fotografías, películas y cartas— se puede ver desde este miércoles en el Palacio Real de Madrid. En sus paredes se representan, además, los archivos metálicos donde se guardaban los expedientes y donde se puede leer: De Rabiere A. M. a Lucien Rocer, Alfred; de Vojtech, Vladimir a Vorus, Janus... Y así cientos y cientos de cajas. Más de 200.000 historias llenas de esperanzas de seres humanos y de un rey que los quería ayudar.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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