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Montería por la historia

El Pardo ha sido históricamente el coto de los monarcas españoles, que levantaron un palacio aunque nunca lo usaron como residencia

Jardín del palacio de El Pardo.
Jardín del palacio de El Pardo. Kike Para

El Pardo es un lugar repleto de solera. Aquí murió en 1885 de tuberculosis Alfonso XII. Cuatro días antes, los líderes de los partidos conservador y liberal sellaron en los jardines del palacio, flanqueados por pinos y cedros, un pacto para garantizar la estabilidad de España. Con Alfonso XIII el monte recobró el papel de coto de caza que había tenido desde la Edad Media. Pero la belleza del lugar también cautivó al presidente de la II República Manuel Azaña, que declaró en una ocasión no importarle terminar aquí sus días como guarda. Sin embargo, fue el dictador Franco quien ocupó el Real Sitio para, de manera autoritaria, marcar el destino de los españoles.

Acabada la Guerra Civil, y tras un paso fugaz por el castillo de Viñuelas, en 1939 Franco instaló su corte en El Pardo. Todo continúa prácticamente como lo dejó, como si el tiempo se hubiese detenido en 1975, cuando el dictador falleció. Las yedras siguen trepando por los muros y un crisol de colores emerge de sus parterres. “Es un lugar muy romántico”, sostiene Alfredo López mientras pasea de la mano de su novia. A pocos metros, desafiando la Ley de Memoria Histórica, la plaza del Caudillo. Rubén, camarero en uno de los restaurantes de la zona, confirma que si no fuese por los visitantes del complejo los locales habrían cerrado hace tiempo.

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El palacio está situado en un núcleo poblacional de apenas 5.000 habitantes, a 15 kilómetros del centro de Madrid (El Pardo fue independiente hasta 1951, cuando lo absorbió la capital). Lo rodean 15.700 hectáreas de monte, la mayor parte protegidas como zonas de reserva. En su obra El Palacio Real de El Pardo, José Luis Sancho indica que los monarcas castellanos cazaban aquí desde la Edad Media. En el emplazamiento del actual palacio existía ya en el siglo XIV la llamada Casa de El Pardo, citada en el Libro de la Montería de Alfonso XI. En 1405, Enrique III ordenó construir un pequeño castillo, que fue mejorado luego por Enrique IV, y Carlos I sustituyó la fortaleza por un palacio en 1540.

Aprovechamiento cinegético

Quienes visitan hoy las 1.000 hectáreas de monte abiertas al público pueden observar gamos, ciervos y jabalíes. Corretean entre encinas, pinos y alcornoques. “Es una ventana al mundo salvaje”, confirma Daniel, que ha aparcado el coche en una zona habilitada y almuerza con su familia en un área de recreo. “Ahora no se pega ni un tiro. Hay un aprovechamiento cinegético para favorecer el equilibrio del ecosistema”, revela Ángel Muñoz, ingeniero forestal de Patrimonio Nacional. En su opinión, el espacio representa los bosques mediterráneos, aunque este haya sufrido cambios a lo largo de su historia. Entre ellos, varias segregaciones en el siglo XIX que dieron lugar a espacios como La Moraleja. “El monte se acota con Fernando VI. Antes tenía una superficie tres o cuatro veces la actual”.

Los primeros jardines del palacio aparecen en 1562, poco después de que se proclamara la capitalidad de Madrid. Fue Felipe II quien mandó construir un jardín renacentista en torno al foso que había perdurado desde la Edad Media (y que aún existe). No sobrevivió muchos años, pero sí hay constancia de él en un buen número de crónicas de la época, como la de Juan López de Hoyos, que destacó sus arrayanes y el olor de las hierbas. En 1814 el espacio se reconstruyó con criterios muy alejados de los originales y se convirtió en un huerto de frutales. Con Fernando VII se instalaron abundantes fuentes, pero el jardín que se extiende ante la fachada principal del palacio no apareció hasta finales del siglo XIX. Fue diseñado por Ramón Oliva.

La raqueta de Santana

Las intervenciones más importantes son del siglo XX. Comienzan cuando Franco elige El Pardo como residencia. Además de construir parterres y alinear árboles, el dictador mandó levantar en 1942 una piscina. A unos metros, semioculta en la cara posterior del palacio, erigió una pista de tenis donde Manuel Santana brindó al dictador un partido de exhibición poco después de ganar Wimbledon en 1966. El palacio se abrió al público en agosto de 1976 y en 1983 se convirtió en residencia de dignatarios extranjeros. La última intervención del jardín es de esa época, cuando se sustituyó el boj por césped.

El espacio, de 2,5 hectáreas, tiene ahora un estilo seudopaisajista, resultado de múltiples intervenciones, pero “no esconde ningún valor histórico”, apunta Muñoz. “Nos han llamado la atención las farolas. Las más cercanas al palacio están rematadas con coronas. Las más alejadas tienen castillos, que es un símbolo republicano, y teniendo en cuenta que aquí vivió Franco…”, apuntan María y Mariano. A unos 300 metros al norte del palacio, y separado de él por un paseo de árboles, se encuentra La Casita del Príncipe. Se levantó en 1784 para uso de Carlos IV, entonces príncipe de Asturias, y su diseño se debe a Juan de Villanueva. Sin embargo, Muñoz, destaca La Quinta del Duque del Arco, una antigua casa de labor de 35 hectáreas, una y media de ellas de jardines en terrazas de estilo italiano. El complejo data del siglo XVIII y fue declarado monumento nacional en 1935. “Es una de las pocas joyas que quedan en España del neoclasicismo”, incide Muñoz.

El parque en datos

  • Superficie: Los jardines del Palacio del Pardo se extienden por 2,5 hectáreas. El monte tiene un total de 15.700, pero solo 1.000 hectáreas son de dominio público
  • Administración: Patrimonio Nacional
  • Horario: El Palacio de El Pardo es visitable todos los días de 10.00 a 20.00. A partir del 1 de octubre cierra a las 18.00. La entrada al edificio cuesta nueve euros, pero pasear por los jardines es gratis
  • Puntos de interés: Palacio Real de El Pardo y sus jardines, la Real Capilla, la Casita del Príncipe, la Quinta del Duque del Arco y los montes de El Pardo
  • Cómo llegar: Calle Manuel Alonso, s/n. En coche por la M-30, desvío de El Pardo en la M-605. En autobús, el 601 de la línea interurbana desde el intercambiador de Moncloa (isla 3, dársena 30)

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