Teoría de la churrería y del solar
El filme fuerza su voluntad de estilo desde el principio, vistiendo sus convenciones de comedia geriátrica con una textura visual que se queda en publicitaria
“Detrás de cada churrería siempre hay un solar con malas hierbas, gatos flacos, jeringas infectadas y restos de alicatado. ¿Por qué? Porque es lo que todos escondemos en nuestro interior, pero ¿qué ofrecemos cara al público? Una espléndida, deliciosa y sabrosa churrería”, espeta un otoñal militante en la inmadurez, recién salido de presidio, a uno de sus compañeros a la fuerza en el golpe crepuscular que planea. Adaptación de la novela Hilo musical para una piscifactoría de Juan Luis Saldaña, Miau, segundo largometraje de Ignacio Estaregui, también viene a ser algo parecido a una churrería tapando un solar, con la salvedad de que, en este caso, la churrería –la forma- resulta menos convincente que lo que hay detrás.
Miau fuerza su voluntad de estilo desde el principio, vistiendo sus convenciones de comedia geriátrica –a lo Tipos legales (2012) de Fisher Stevens- con una textura visual que quizá aspirase a ser fesseriana, pero se queda en publicitaria. Los trazos excéntricos que levantan una cortina de humo sobre la trama tampoco logran ir más allá de la sucesión de ocurrencias que sabotean el intento de dibujar una Zaragoza imaginaria. Es legítimo temer, pues, la aparición del solar –el sustrato dramático-, pero es justamente ahí –en la despedida del personaje de un Manuel Manquiña que, dentro de una situación cliché, podría estar canalizando el fantasma de Robert Loggia- donde la película parece descubrir que quizá le hubiese merecido mucho la pena confiar más en el alma que en la excentricidad de sus personajes.
MIAU
Dirección: Ignacio Estaregui.
Intérpretes: José Luis Gil, Luisa Gavasa, Manuel Manquiña, Álvaro de Luna.
Género: comedia. España, 2018.
Duración: 90 minutos.
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