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HISTORIA

Esperando la revolución

El historiador marxista Eric Hobsbawm vio en América Latina un gran laboratorio para el cambio social. Un volumen recoge sus escritos sobre el subcontinente

Eric Hobsbawm, visto por Sciammarella.
Eric Hobsbawm, visto por Sciammarella.

Los historiadores marxistas británicos fueron muy influyentes en la segunda mitad del siglo XX. Edward P. Thompson, Christopher Hill, Raymond Williams y Rodney Hilton se convirtieron en autores de indispensable referencia. Entre los integrantes de esta tradición historiográfica sobresale la figura de Eric Hobsbawm (1917-2012). La lista de sus obras es muy larga, pero algunas se han convertido ya en clásicos: Rebeldes primitivos, La era de las revoluciones (1789-1848), La era del imperio (1875-1914), Naciones y nacionalismo desde 1780 y, entre otras más, Historia del siglo XX. Representaba un marxismo razonablemente crítico, abierto al diálogo con otras escuelas, tendencias y metodologías, aunque con algunos claros límites; pero, en cualquier caso, a años luz del marxismo patrio, sectario y simplista del recientemente desaparecido Josep Fontana y sus adoradores.

Este historiador británico falleció en 2012. En sus últimos años de vida mostró la voluntad de reunir en forma de libro algunos de los escritos que había dedicado a distintas temáticas, como Marx y el marxismo (Cómo cambiar el mundo) o la cultura y la sociedad del Novecientos (Un tiempo de ruptura). Este último vio ya la luz póstumamente. Otro volumen quedó pendiente, con los textos que trataban de América Latina. Encargada la recopilación y edición al americanista Leslie Bethell, un viejo amigo de Hobsbawm, estas han dado lugar a ¡Viva la revolución! Sobre América Latina, cuya traducción publica la editorial Crítica.

No fue Hobsbawm un especialista en la historia de América Latina, un latinoamericanista, pero sí una persona que se interesó mucho, en especial en las décadas de 1960 y 1970, por aquella zona del mundo y le dedicó no pocos trabajos. “Tanto como para el biólogo Darwin, para mí, como historiador, la revelación de América Latina no fue de carácter regional sino de índole general”, sostuvo. Definió la región como un laboratorio del cambio histórico y como un sueño para los historiadores comparatistas. Estaba llamada a ser, además, según decía, la más explosiva del mundo en la segunda mitad del siglo XX. Sorprende un poco, sin embargo, el poco espacio que iba a dedicar al subcontinente en sus historias generales del mundo contemporáneo.

La primera de sus visitas a América Latina tuvo lugar en verano de 1960. Viajó entonces a la Cuba de Fidel, a la que iba a regresar a finales del año siguiente. Su condición de miembro del Partido Comunista de Gran Bretaña y de fundador del Comité Británico-Cubano explican, en buena medida, estas excursiones. A fines de 1962 y principios de 1963 hizo una estancia en varios países de América del Sur, en un intento de ampliar a esta zona las investigaciones europeas que estaban en la base de su obra sobre los “rebeldes primitivos”. A partir de entonces visitó regularmente ciudades o áreas del norte, centro y sur de Latinoamérica, sobre todo Perú, Colombia y Brasil.

En ¡Viva la revolución! se compilan escritos de características formales y cronologías dispares. Por lo que a estas últimas se refiere, el más antiguo es de 1960 —un artículo de la revista New Statesman— y el más reciente de principios del siglo XXI —unas páginas de la autobiografía del autor, Años interesantes. Una vida en el siglo XX—, aunque destacan claramente por número los elaborados en las décadas de los sesenta y de los setenta. Casi todos se interesan por el periodo abierto en la década de 1930, que el autor considera impropiamente como “el final real de la Edad Media en América Latina”. La procedencia de los textos es variopinta: artículos de revista, largas reseñas críticas en The New York Review of Books, ensayos en obras colectivas o fragmentos de sus propios libros, como Rebeldes primitivos, Bandidos, La era del imperio (1875-1914), Historia del siglo XX o el ya citado Años interesantes. Uno de los 31 capítulos, dedicado a las insurrecciones campesinas, es inédito. Debe notarse que en bastantes casos se presentan solamente extractos o se ha suprimido el aparato crítico.

La decepción con Cuba y la frustración por tanta agitación en balde enfriaron finalmente su interés por la región

El volumen está organizado de manera temática, en ocho partes. La primera y la última recogen sus impresiones y reflexiones iniciales (1960-1963) y finales (tres textos aislados, que vieron la luz entre 1986 y 2002). El segundo bloque se centra en las estructuras agrarias y el siguiente en los campesinos, con predilección por temas como el neofeudalismo, la hacienda, las ocupaciones de tierras y el bandidaje, y con atención especial a Colombia y Perú. Las tres partes restantes agrupan textos dedicados a revoluciones y revolucionarios —México y Cuba, la figura del Che Guevara y las guerrillas—, a las revoluciones militares en Perú y, por último, al camino hacia el socialismo del Chile de Salvador Allende.

Otra lectura, paralela a la temática, resulta, no obstante, posible, combinando el orden cronológico y siguiendo el hilo central de la mirada e interés de Hobsbawm por América Latina: la revolución pendiente. Mientras que en los escritos de los años sesenta y principios de los setenta las referencias a una región explosiva, a un continente revolucionario o a países maduros para la agitación o la revolución abundan, en los últimos textos ya se asume, a pesar de las buenas palabras dedicadas a las FARC, que la revolución anhelada no va a llegar. La decepción con Cuba y los ultraizquierdistas y la frustración con tanta espera revolucionaria en balde enfriaron el interés de este historiador marxista por América Latina. A pesar de todo, leer a Eric Hobsbawm sigue siendo, hoy en día, un ejercicio instructivo.

¡Viva la revolución! Sobre América Latina. Eric Hobsbawm. Traducción de Alfredo Pablo Grieco y Bavio. Crítica, 2018. 528 páginas. 24,90 euros.

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