Los momentos íntimos en blanco y negro de un pionero del color
Un nuevo libro nos adentra a la vida privada de Saul Leiter a través de sus desnudos inéditos
“Siempre llevaba su cámara, parecía parte de su ser, pero quería ser pintor, al menos esa era mi impresión”. Así recuerda Fay Ennis a Saul Leiter (1923-2013). Le conoció en Nueva York, en 1946, hacía poco que ella había terminado sus estudios en la Universidad de Columbia. Ninguno de los dos tenía empleo. Leiter procedía de Pittsburgh, vivía en Perry Street. Fue allí donde Ennis posó de forma inesperada para el artista. Nada hacía sospechar que más de setenta años después, aquellas imágenes formarían parte de un monográfico, In my room, dedicado al entonces joven veinteañero destinado a convertirse en uno de los grandes referentes de la fotografía del siglo XX.
In my room, publicado por la editorial Steidl, recoge una pequeña selección de aquellos momentos (la mayoría inéditos) que, fotografiados en blanco y negro, formaron parte de la intimidad de este maestro y pionero de la fotografía en color, cuya obra paso largo tiempo sumida en el olvido y en la actualidad se ve coronada por una extraordinaria acogida. “Los desnudos de Leiter poseen una naturaleza espontánea y romántica, como las hojas dispersas de un diario”, escribe Carole Naggar en uno de los textos que incluye el libro. Mujeres que fuman desnudas, leen el periódico, se visten o se desvisten, duermen o descansan en la bañera ante la mirada del artista, mientras la luz natural escribe sobre los cuerpos, o difumina sus formas. Imágenes donde los objetos cotidianos desempeñan un papel importante. Los espejos, las puertas medio abiertas y los caballetes, sirven de marco para aquellos instantes fugaces que de alguna forma quedan incompletos y se evaden. “El mundo real tiene mucho más que ver con lo que está oculto que con lo que se ve”, decía el fotógrafo.
Llegó al East Village con el sueño de ser pintor, desafiando la voluntad de su padre, quien soñaba con que algún día y siguiendo la tradición familiar su hijo sería un rabino. Solamente seguiría uno de sus consejos: nunca ser un diletante. Fay procedía también de una familia ortodoxa instalada en Detroit. Se conocieron porque sus respectivas hermanas habían intimado en la escuela talmúdica. ”Saul, se encaprichó de mi hermana, Sarah, y siempre estaba rondándola”, cuenta Ennis al otro lado del teléfono. “Era un hombre muy agradable, amable y cálido. Sobre todo muy modesto. Éramos todos jóvenes y andábamos por ahí recorriendo las calles. A los dos nos gustaba ir a las galerías de la calle Cincuenta y siete. “Llegó a enseñarme alguno de sus cuadros: eran abstractos. Pero los mantenía casi en privado. No era muy dado a mostrarlos. Recuerdo un día en que muy entusiasmado me contó: ‘He conocido a un artista’, se trataba de Richard Pousette-Dart”. De la mano de Posuette-Dart y del fotógrafo W. Eugene Smith se introdujo en la bohemia del Village, pocos años más tarde llegaría a exponer en la Tanager Gallery junto con Philip Guston y William de Kooning. Pero finalmente su pasión por la fotografía ahogó su deseo de ser pintor.
“Yo nunca posé totalmente desnuda simplemente andaba por allí y Saul nunca soltaba su cámara”, advierte Ennis. Sin embargo, en uno de sus tres retratos publicados en el libro su blusa de lunares deja entrever un pecho al aire y Fay Smoking derrocha sensualidad con su torso desnudo. “Era una persona fácil, alguien con quien te gustaba estar, quizás por eso me dejé fotografiar así”, reconoce más tarde. A él le interesaba mi hermana, sin embargo, nunca la fotografió ¡No lo entiendo! Aún conservo las dos tiernas cartas de amor que la escribió, (Sarah murió de cáncer con veintiún años)”. Saul explora con habilidad el cuerpo femenino de aquellas mujeres (amigas, o parejas) que a lo largo de años le sirvieron de inspiración. Una mirada sutil e íntima, totalmente alejada de la típica mirada masculina que animaba a sus modelos a establecer un diálogo en igualdad con el fotógrafo. Una viva descripción de sus vivencias domésticas. “No son desnudos tradicionales sino más bien retratos de mujeres que casualmente estaban desnudas”, matiza Naggar. “El lado psicológico es tan fuerte como el erótico, en equilibrio con las preocupaciones formales de Leiter”.
“Las imágenes ven la luz en tiempos del movimientoMe Too, cuando las mujeres estamos luchando por comprender nuestro lugar en el mundo y nuestra relación con los hombres”, destaca Margit Erb, quien durante diecisiete años fue la ayudante del fotógrafo y en la actualidad dirige su fundación. “Me resulta muy interesante y me intriga la reacción del público ante estas imágenes de hace sesenta años. Son el reflejo de mujeres únicas, fuertes, poderosas y muy independientes”. El fotógrafo continuó fotografiando a sus amigas durante más de dos décadas. Lejos del bullicio de la calle de Nueva York, que inmortalizó en color. Naggar sugiere en su texto que, quizás, sirvieron de alivio a su alma heterodoxa, ante las imposiciones a las que se tuvo que someterse trabajando para Harper´s Bazaar, Elle, Vogue, o Esquire entre otras revistas de moda. Sin embargo, Erb, observa la misma apreciación de la mujer en ambos géneros, la misma adoración por sus gestos. “Tal vez, buscase un alivio ante las constricciones y actitudes sociales a las que esta se enfrentaba en aquellos tiempos en América, cuando, por ejemplo, solía fotografiarse con guantes“. Destacan las imágenes de mujeres masturbándose, donde queda clara la influencia de sus referencias pictóricas, en este caso a Balthus de quien era gran admirador. Otra sería la del complaciente Pierre Bonnard -que queda muy claramente reflejada en las escenas de las mujeres en la bañera- pintor con quien compartía la placida y serena búsqueda por las cosas hermosas y sencillas de la vida.
En los desnudos de Leiter se observan todas las características que definen su obra: definidos por el azar, se observa una leve tendencia hacia la abstracción, y con frecuencia están construidos por la intersección de planos. Sin embargo, llama la atención que este pionero de la fotografía en color fotografiase su vida privada en blanco y negro. “Quizás no respondía tanto a una decisión estilística sino que era la única forma que tenía de poder revelar las fotos en privado en su casa. El uso del color hubiese implicado enviarlas a un laboratorio”, argumenta Erb. Aun así, el fotógrafo siempre tuvo en mente su publicación. “Henry Wolf, director de arte de Esquire y Harper´s Bazaar, quiso publicar una selección de estos desnudos en un libro a principio de los setenta, proyecto que nunca vio la luz. Aparte de Wolf, creo que Leiter nunca se los mostró a nadie más. Yo solo conocía alguno, pero fue una sorpresa encontrar más de tres mil copias de distintos desnudos (algunos de ellos pintados con acuarela y gouache) que continuó imprimiendo a lo largo de su vida”, señala su antigua ayudante. Entre ellas había imágenes que imprimió varias veces, incluso cinco o seis veces, lo que fue una pista que facilitó la edición de este nuevo libro.
Leiter imprimió una de las fotografías que tomó a Fay Ennis en 2008. La última vez que se vieron fue en 1948. “Organicé una cena, bastante elaborada, y Saul no apareció. Mi marido estaba furioso, y me prohibió invitarle de nuevo, aunque yo le hubiera perdonado. Él era así”, recuerda Ennis, quien guarda una nota que recibió poco más tarde: “Ya sé que suena ridículo”, escribía el artista, “pero perdí el pequeño trozo de papel en el que había escrito la dirección”.
In My Room. Saul Leiter. Steidl. 148 páginas, 81 imágenes. 38 euros.
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