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Hay que ver lo que molesta una pompa de jabón en los ojos

Persiste el peligro de que Ureña pierda parte de la visión tras el pitonazo en Albacete

Paco Ureña, triunfador el pasado día 10 en la feria de Murcia.
Paco Ureña, triunfador el pasado día 10 en la feria de Murcia.Toromedia
Antonio Lorca

Está usted en la ducha, brota con fuerza el agua caliente que choca contra una piel agradecida, y el baño se inunda de ese vapor gratificante en una mañana tardía de un fin de semana. No hay prisa. Es uno de esos instantes de disfrute personal e íntimo, de los que nos constan como expresiones de felicidad, pero que proporcionan una sensación muy agradable. Instante, solo un instante, pero muy satisfactorio.

Corta el agua y, lentamente, con esa pastilla de color verde que lo traslada a olores de su infancia, se enjabona todo el cuerpo. Cierra los ojos, deja que las pompas inunden su cara, se relaja, se evade, sueña…

Alguien llama a la puerta del baño y le pide que se dé prisa; se rompió el encanto. Hay que acabar. Es entonces cuando se le ocurre entreabrir levemente los párpados para alcanzar el mando del grifo de la ducha. Justo en ese preciso segundo, una gota minúscula, inapreciable, de espuma se le introduce en el ojo izquierdo, y no lo entiende porque el que cree que ha abierto es el otro. De pronto, el placer se convierte en una inesperada contrariedad. Un picor molesto le invade. ¡Ufff…!

¡Mecachis…! ¡Vaya fastidio! ¡Qué fatalidad! No puede evitar restregarse el ojo, lo que no hace más que extender la picazón. ¡Qué molestia tan inoportuna! Se inunda la zona con la bendita agua, pero el picor no desaparece. Limpia y seca el ojo con sumo cuidado, pero ¡maldito jabón con olores de la infancia!

Un mal rato; lo que comenzó como un acto placentero se ha chafado por completo. No hay manera: el ojo, como un tomate; y todo, por culpa de una gota de espuma. Nada, que le ha fastidiado la mañana…

Estaba Paco Ureña, torero, en Albacete la tarde del pasado viernes; vestido de luces, en la plaza, feliz e ilusionado. Esperaba la salida del cuarto toro, dispuesto a alcanzar el triunfo que se le había negado en el primero. Lo recibió a la verónica, y en un momento inesperado el animal levanta la cabeza, tira un derrote y el pitón derecho lo clava en el ojo izquierdo del toro. Visto y no visto.

¿Es posible imaginar el dolor que sentiría el torero en ese trance? Acude al callejón, intentan convencerlo para que se traslade a la enfermería, y el torero dice que no, que ese toro es suyo y que sigue toreando. Soltó una toalla manchada ya de sangre, tomó la muleta y, a pesar de la mala condición del toro, pudo trazar un puñado de muletazos muy meritorios.

Muerto el animal, el torero se puso en manos de los médicos, que ordenaron su inmediato traslado a un hospital ante la gravedad de las heridas. Y allí, tras cuatro horas de intervención, se supo lo que se temía: que el asunto es muy grave y que Paco Ureña puede perder la visión del ojo izquierdo.

¡Mecachis…!

Con un pitonazo y estallado el globo ocular siguió toreando, como si tal cosa, mientras usted lamentaba su mala suerte por que le había entrado una gota de jabón en un ojo.

Esa es la condición humana de los toreros; especialmente, de este inmenso torero. Qué entereza, qué compromiso, qué sentido de la heroicidad…

En este mundo nuestro tan blandito y buenista, que se siente chafado por una gota de jabón en una mañana placentera, el gesto de Paco Ureña es un monumento a la categoría humana.

Y que nadie tenga duda: el torero murciano volverá y alcanzará la gloria que merece.

¡Honor a los héroes de carne y hueso…!

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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