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El reggae del Rototom Sunsplash cumple un cuarto de siglo

El festival, que nació en una pequeña ciudad italiana, celebra 25 años de un modelo de convivencia y fusión cultural basado en el estilo jamaicano del 'peace and love'

Público asistente a un concierto en el escenario principal del Rototom, en 2017.
Público asistente a un concierto en el escenario principal del Rototom, en 2017.LUCA D'AGOSTINO (PHOCUS AGENCY)

A la pequeña Gaio di Spilimbergo, en la región de Friuli-Venezia-Giulia, al norte de Italia, le separan 1.600 kilómetros de Benicàssim, en la costa levantina española. Desde 25 años, esa distancia está acortada por un nexo: el festival internacional Rototom Sunsplash. Con el reggae, su motor, al frente. Representan el origen y el presente de un macroevento que ha crecido en dimensiones –de los 1.000 asistentes en su arranque, en 1994, a los 220.000 de 2017– aunque mantiene intacta su filosofía. "Ha sido, y es, más que una cita musical, un punto de encuentro, de compromiso", explica a EL PAÍS su director, Filippo Giunta, miembro del equipo de cinco que fundó el certamen y que sigue hoy. Del 16 al 22 de agosto, el Sunsplash prepara un nuevo asalto musical en Benicàssim para festejar sus 25 años en la brecha con Ben Harper, Jimmy Cliff, David Rodigan, Alborosie, Tiken Jah Fakoly, Orishas o Fat Freddy’s Drop en un cartel de 200 artistas que se unen a los 2.300 que han pisado la cita en estas más de dos décadas.

La historia del Rototom Sunsplash está salpicada de más de un punto y seguido. De migraciones: tres cambios de ubicación en Italia, forzados por el crecimiento de público (del jardín de la discoteca de Gaio a Lignano y el parque natural en Osoppo, a los pies de los Alpes). Y también de éxodos: el que llevó al festival, en 2009, a hacer las maletas. Fue tras el acoso amparado por la ley Fini-Giovanardi (declarada inconstitucional en 2014) y la política de cierre de fronteras que promovía el discurso nacionalista de Silvio Berlusconi y sus socios de la Liga Norte, contrario a la interculturalidad que materializaba el evento. Se buscó nueva sede fuera de Italia y la encontró en Benicàssim, su nueva tierra prometida, desde el verano de 2010 y donde el Rototom Sunsplash saltó a otra dimensión. Aquí se topa con el mar, se abre al público latinoamericano, se consolida como destino vacacional y suma cifras "más propias del pop". De citas como el Festival Internacional de Benicàssim (FIB), con el que comparte base operativa.

De todos estos puntos y seguidos ha bebido el certamen para seguir cogiendo impulso. Hoy es referente para la comunidad internacional reggae –en 2017 aglutinó a público de un centenar de nacionalidades-, pero también para quienes, gustos musicales al margen, comparten sencillamente la filosofía que inspira el género jamaicano por excelencia y sobre la que se levanta este proyecto. Una ciudad de 500.000 metros cuadrados a la que durante una semana se acerca una espiral casi ininterrumpida de actividades culturales y de ocio. Sin límite de edad.

¿Cómo se gesta el festival reggae más grande del mundo en la discoteca de un pequeño pueblo italiano tan cercana en sus inicios al rock y al punk como al sonido abanderado por Bob Marley? La clave "es el reggae y la atmósfera de familia que genera. Te hace ser abierto y vehicular de una manera más natural que otros estilos los mensajes de paz, respeto y convivencia que defendemos", según Giunta. La convivencia guio el proyecto de fusión musical del local de Gaio, un azote al ambiente de represión cultural que sumergía a la región italiana en los noventa. Ramones o Massive Attack compartieron techo con Fela Kuti, Yellowman o Burning Spear. Y ese punto de partida inclusivo –empezando por el nombre del festival, "rototom", un tambor capaz de generar sonidos diversos– explica "la comunidad y el sentido de pertenencia que caracteriza nuestra cita musical".

El colectivo Rototom, fundador del festival, en la discoteca de la ciudad italiana de Gaio, en 1998. Filippo Giunta es el cuarto por la izquierda.
El colectivo Rototom, fundador del festival, en la discoteca de la ciudad italiana de Gaio, en 1998. Filippo Giunta es el cuarto por la izquierda.ROTOTOM SUNSPLASH

“Nuestro público siente el festival como suyo. Se tatúan el león [emblema de la cita] porque se sienten parte de esta comunidad”, incide. Una prueba es el relevo generacional que se repite en el certamen. Padres y madres que suman a su prole a esta experiencia y garantizan así su continuidad.

La longevidad del certamen encuentra otro aliado en su modelo de gestión atípico, y que funciona: desde 2003 ha puesto su deuda a cero, confirma la organización. El festival se autofinancia casi íntegramente con las entradas y merchandise. Las ayudas públicas suponen un 2,5% y carece de patrocinadores que representan “esas prácticas que queremos cambiar”, asegura Giunta, en alusión a las temáticas abordadas en una de las áreas culturales más emblemáticas del certamen, el Foro Social. Un espacio de debate que ha redimensionado la proyección internacional del Sunsplash con la presencia a lo largo de su historia de las Nobel de la Paz Rigoberta Menchú y Shirin Ebadi, el sociólogo Zygmunt Bauman o la activista medioambiental Vandana Shiva.

Tras 25 años de trayectoria, asoma cierto halo de nostalgia. “Al principio era todo mucho más romántico, pero más complicado también. Pedirle a un artista que viniera a actuar a Osoppo, con su aislamiento geográfico, era una odisea. Ahora ya no”, recuerda Giunta. “Me quedo con la idea romántica de Gaio, donde todo el pueblo se implicaba porque solos no éramos capaces, donde transformábamos jaulas en lo que buenamente nos servía para levantar las primeras ediciones y suplir la falta de medios. Era una locura, una aventura que defendíamos por la pasión que teníamos. Ahora hemos ganado en seguridad psicológica”, reconoce.

También una sonrisa de añoranza le evoca retroceder al primer cartel del Rototom Sunsplash, que debe su apellido, Sunsplash, al festival reggae referente del momento, celebrado en Jamaica. “Lo recuerdo, claro. Lo hicimos a mano…”. 14  artistas integraban la propuesta del, entonces, encuentro nacional reggae. Hoy son más de 200. Y el evento tiene rango mundial.

El romanticismo ha dado paso a la profesionalización de una cita que mueve 25 millones de euros por año y ha sido capaz de reunir entre todas sus ediciones a 3,2 millones de personas. Hoy emerge una ciudad del reggae con 13 áreas culturales que emulan distritos urbanos, con canales de radio y televisión propios y gira promocional. La Unesco ha reconocido al festival por su compromiso social y ambiental: el reciclaje, la reutilización de recursos hídricos, la movilidad sostenible y la lucha contra el plástico –con vasos reutilizables y material de biocompostaje en las barras- son sello de la casa.

El Rototom Sunsplash suma y sigue. ¿Habrá otros 25? "¡Tendremos unos 80 años para entonces!", ríe, de nuevo, Giunta. "No lo sé… pero sí imagino convertir el Rototom en una ciudad de la música, permanente, que se pueda disfrutar todo el año. Sigue siendo nuestro sueño. Espero que en 25 años lo hayamos cumplido".

Los imperdibles de esta edición

En cartel. El guitarrista californiano Ben Harper en formato reggae y el hijo de la leyenda jamaicana Julian Marley actúan el 16 agosto; Alborosie (lunes 20) que festejará en Benicàssim sus 25 años de trayectoria; los neozelandeses Fat Freddy's Drop (el 21); el rap cubano de Orishas (22); también estarán David Rodigan junto a la Outlook Orchestra (domingo 19). El lema de esta edición es 25 years walking together.

Reflexión. Debate. Cultura. Este año visita el Foro Social Proactiva Open Arms Manuel Blanco, vicepresidente de Proem-Aid y uno de los tres bomberos sevillanos juzgados –y absueltos– por rescatar a migrantes en Lesbos (Grecia). También estará Lamine Sarr, portavoz del Sindicato Mantero y miembro de la iniciativa Tras la manta. Además se abordarán temas como la amenaza del plástico para los océanos, las miradas alternativas sobre la educación y los consumos y consecuencias del llamado cannabis recreativo.

Gastronomía del mundo. El restaurante al aire libre del recinto se abre a platos de cuatro continentes con 40 propuestas diferentes. Etiopía, Senegal, Marruecos, Costa de Marfil, Perú, Cuba, Jamaica y Argentina. La gastronomía asiática llegará con Tailandia, Japón e India, y Europa tendrá su representación con propuestas de Italia, Alemania, Grecia y España.

Para el público menudo. Certificado como festival familiar por la marca Tour and Kids, respaldada por la Agencia Valenciana de Turismo, el festival oferta programación para público infantil y sus familias en áreas como Magicomundo o Rototom Circus.

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