El mundo cambió cuando a Barbie le quitaron los pezones
La serie documental 'The Toys that Made Us' repasa cómo los juguetes han definido nuestra era
"Jugar bien". Así de simple y así de complicado. Eso es literalmente lo que significa el nombre de la mayor juguetera del mundo, Lego, acrónimo de la frase danesa led godt. Todo nació en una pequeña carpintería en plena gran depresión. En sus muñecos no había todavía agujeros encajables ni plástico. Y, aunque hoy parezca mentira, la reconocible marca estuvo a punto de desaparecer varias veces desde su creación. La última no hace tanto. Su historia marcó, sin embargo, la cultura del siglo XX. Porque, aunque sean juegos de niños, los juguetes no se entienden sin el tiempo en el que vivimos. Ni nuestra era se entiende sin juguetes.
Así, el momento en el que borraron los pezones a Barbie y eligieron qué paquete calzaba Ken son fechas claves de la cultura pop. A través de esas inusuales efemérides navega The toys that made us, un documental de ocho episodios en Netflix (aunque recuerda a los clásicos de Discovery Channel) que entre nostalgia, humor y un montaje digno de Ven a cenar conmigo explica cómo las marcas (con sus buenas y catastróficas decisiones) han marcado nuestro mundo antes incluso de que tuviéramos uso de razón. Los sueños y ahorros de los niños son una cosa muy seria. Cualquier detalle tuvo antes un plan, y estas historias de las bambalinas nos ayudan a entender mejor una época que se erige sobre iconos comerciales que desarrollan nuestra percepción del mundo.
Empresarios, economistas, diseñadores, cineastas, coleccionistas, sociólogos, locos... Son parte de una fascinación por el plástico reconocible para cualquiera. Ya fuera porque deseaste viajar al espacio con los muñecos de Star Wars o Star Trek o porque decidiste plastificar todas tus propiedades con la pastelosa Hello Kity, que, ojo, no es una gata.
Sus relatos, siempre teñidos por una lucha y fracasos con los que sentirse identificados, resultan más fascinantes y emocionantes que muchas superproducciones, su historia real engancha más que un buen asesinato antes de los créditos finales. Porque jugar bien al final es un objetivo encomiable en la vida de cualquiera.
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