Educar de cerca
Es mucho más que un extraordinario ejercicio de documental sino una deslumbrante lección práctica sobre las sutilezas de la educación
“¿Puede imaginarse método más desatinado que el de educar a un niño como si nunca hubiese de salir de su habitación y hubiera de vivir siempre rodeado de su gente? Si da este desgraciado un solo paso en la tierra, si baja un escalón solo, está perdido”, escribía Jean-Jacques Rousseau en Emilio, o de la educación. Los niños que acuden a la escuela primaria en la que imparte sus clases la educadora Kiet Engels hace tiempo que han salido de su habitación y han sido forzados a sobrevivir lejos de su burbuja protectora, si es que alguna vez la tuvieron: son, en su mayoría, refugiados, algunos de ellos recién salidos del horror de la guerra en Siria, cuyos bombardeos siguen resonando en sus terrores nocturnos. Firmado por el matrimonio de documentalistas formado por Petra Lataster-Czisch y Peter Lataster, Miss Kiet’s Children es mucho más que un extraordinario ejercicio de documental apoyado en la más pura –e incontaminada- observación: es también una deslumbrante lección práctica sobre las sutilezas de la educación, entendida como diálogo de cercanía que tiene en el afecto y la paciencia sus más delicadas herramientas.
MISS KIET’S CHILDREN
Dirección: Petra Lataster-Czisch y Peter Lataster.
Género: documental. Holanda, 2016.
Duración: 115 minutos.
Miss Kiet’s Children es un trabajo que no desvela su minuciosa construcción interna hasta bien entrado su desarrollo: aparentemente, estamos ante el registro puramente objetivo de unas pocas jornadas en el aula –y el patio- del centro educativo donde trabaja la tan paciente como implacable y eficaz maestra holandesa Kiet Engels. El espectador parece condenado a sumergirse en la misma rutina que los alumnos, observando el modo en que lidian con sus ejercicios (y el idioma) o cómo se las ingenian para no afrontarlos. Poco a poco, unas cuantas individualidades destacan: una desvalida niña recién llegada, la compañera algo mayor que intentará imponerse sobre sus juegos y sus deberes y, por último, Jorj, un chico sirio que parece tocado con el fastidioso don de sabotear las clases.
El modo en que se van manifestando sucesivas conquistas docentes relacionadas con cuestiones como la empatía y la responsabilidad, y la comprensión final de la problemática figura de Jorj proporcionan al documental una fuerza casi abrumadora.
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